Contrato conductual: tipos y ejemplos

Un contrato conductual es una herramienta terapéutica que implica un acuerdo escrito sobre un objetivo conductual determinado.

Los distintos enfoques psicoterapéuticos cuentan con herramientas técnicas que les ayudan a alcanzar los objetivos acordados de manera conjunta por el profesional y el cliente. Particularmente, los modelos cognitivo-conductuales, se sirven de diferentes estrategias que les permiten modificar la conducta para influir en la aparición o eliminación de un comportamiento (Bernstein, Nietzel, 1982). Uno de los ejemplos más destacados en este sentido, es el contrato conductual; el cual es una técnica operante que se sirve del control de las consecuencias para lograr metas específicas dentro de un tratamiento psicológico. Esta herramienta psicoterapéutica se destaca por su uso frecuente, tanto dentro, como fuera del ámbito clínico. A continuación, se describirán algunas de sus características más notables.

Contenidos relacionados:

¿Qué es un contrato conductual?

Los contratos conductuales también son llamados contratos de contingencia o contratos de ejecución. Estos son acuerdos escritos entre dos o más partes, donde los involucrados se comprometen a cumplir, en un nivel y tiempo determinados, un objetivo u objetivos conductuales específicos. Además, dicho documento establece las consecuencias que serán administradas contingentemente a la ocurrencia u omisión del comportamiento identificado. Los contratos de contingencia se consideran un tipo de estrategia de promoción de la autonomía personal, ya que la conducta de aceptación de esta herramienta es una conducta controladora destinada a influir en la ocurrencia futura de la conducta objetivo (Miltenberger, 2013).

Un contrato conductual debe cumplir con determinados componentes. En él, se identifica y define la conducta objetivo que se desea cambiar, se establece un método de recopilación de datos, se define el criterio que debe alcanzar la conducta objetivo en el plazo que establece el contrato, se organizan las contingencias, y se designa a la persona que las aplicará, influyendo en la conducta objetivo (Miltenberger, 2013).

Cuando los datos arrojados por los métodos de recopilación, acordados en el contrato, indican que no se están consiguiendo los resultados que se esperan, es necesario revisar los acuerdos establecidos en el mismo. Por ello, esta técnica se caracteriza por siempre mantenerse abierta a la renegociación. Cualidad que le permite adaptarse a las necesidades de cada caso y a la entrada de nuevas variables (Martin, Pear, 2008).

Es necesario especificar que los contratos conductuales no pueden modificar una conducta a través de un proceso simple de reforzamiento o castigo; ya que las consecuencias de los objetivos conductuales no siguen inmediatamente la ejecución del comportamiento deseado, o la falla en el mismo. Debido a ello, esta herramienta debe basarse además en otras estrategias comportamentales (Miltenberger, 2013).

Componentes de un contrato conductual

Como ya se ha comentado, existen cinco componentes esenciales en un contrato conductual:

  • Identificar los objetivos conductuales: Los objetivos conductuales deberán establecerse en términos claros y objetivos, y pueden incluir el incremento de conductas deseadas, la disminución de conductas indeseadas o una combinación de ambas alternativas.
  • Establecer cómo se medirán los objetivos conductuales: Implica la elección y acuerdo del medio más apropiado para suministrar y dimensionar pruebas objetivas sobre la ocurrencia de la conducta que se busca establecer, o la no incurrencia en el comportamiento indeseado. Esto, con el fin de que las contingencias puedan ser aplicadas apropiadamente.
  • Establecer cuándo se debe realizar la conducta: Es decir, establecer una duración que indique cuándo debe presentarse el comportamiento deseado o cuándo no debe actuarse de la forma indeseada para que ocurran las contingencias acordadas.
  • Identificar las contingencias de reforzamiento o castigo: Establecer claramente el tipo de reforzamiento o castigo que será administrado cuando el o la cliente realice la conducta objetivo.
  • Identificar quién aplicará la contingencia: implica el compromiso de una de las partes a aplicar (o supervisar) las contingencias de reforzamiento o castigo cuando sea apropiado. Idealmente, este papel se reserva al terapeuta, aunque puede ser ejercido por alguien más involucrado en el acuerdo.

(Miltenberger, 2013).

Tipos de contingencia en el contrato conductual y ejemplos

Al considerar el tipo de consecuencias que se acordarán en el contrato conductual, es necesario tomar en cuenta los distintos tipos de contingencia que pueden ser implementados. Estos son:

  • Reforzamiento positivo: cuando la persona realiza una conducta deseable se aplica un reforzador que fortalezca la conducta. Por ejemplo, una paciente que, tras dejar de fumar por un mes, se permite ir de fin de semana con su esposa.
  • Reforzamiento negativo: cuando la persona realiza una conducta deseable se elimina o evita un estímulo aversivo para fortalecer dicho comportamiento. Por ejemplo, un niño que, al realizar todos sus trabajos en clase, evita que se le mande más tarea para su casa.
  • Castigo positivo: si se realiza una conducta inadecuada, se aplicará un estímulo aversivo para disminuir este comportamiento. Un ejemplo típico de esto, son los frascos de groserías, donde las personas depositan cierta cantidad de dinero cada vez que dicen una mala palabra.
  • Castigo negativo: cuando se incurre en una conducta inadecuada, se retirará un reforzador para disminuirla. Por ejemplo, una adolescente a la que se le retiran los privilegios de usar el coche el fin de semana, si no llega a su casa a la hora de la cena.

(Miltenberger, 2013).

Es importante señalar que la elección de este tipo de contingencias debe ser el resultado de un análisis profundo de las motivaciones, gustos y aversiones de las personas; y no el resultado de fórmulas predeterminadas.

Tipos de contrato conductual y ejemplos

Considerando la forma en que las personas se encuentran involucradas en ellos, existen dos tipos de contrato conductual:

  • Contrato conductual de una parte: También conocido como contrato unilateral, en él, una persona busca cambiar una conducta específica; por lo que se establecen contingencias de reforzamiento o castigo, que son supervisadas por un tercero. Idealmente, dicha tercera persona debe ser un profesional, ya que un familiar o amigo puede tener dificultades para aplicar las contingencias mencionadas. Debido a ello, un psicólogo o un orientador entrenado, que no tenga una relación personal con los involucrados, suele ser una mejor alternativa (Miltenberger, 2013).
  • Contrato conductual de dos (o más) partes: El contrato conductual entre dos o más partes se lleva a cabo cuando varias personas relacionadas quieren cambiar un objetivo conductual específico para cada una. Es común que este tipo de estrategia se establezca entre personas a las que les disgusta una determinada conducta de la otra parte. Por ello, es que los ejemplos más comunes del contrato conductual de dos partes, se presentan entre padres, esposos o compañeros de trabajo. Es importante señalar que cuando los objetivos conductuales de una persona están ligados a los objetivos conductuales de la otra persona, el fracaso de una de ellas puede resultar en el fracaso de todo el contrato. Por esta razón, se recomienda establecer una contingencia separada para los objetivos conductuales de cada persona, en lugar de establecer el objetivo conductual de una como la consecuencia del objetivo conductual de la otra. (Miltenberger, 2013).

Ejemplos de contrato conductual de una parte

Existen muchos ejemplos de contrato conductual en el ámbito educativo y la atención de adicciones (Becoña, Cortés, 2010). En este sentido, pensemos en un joven cuya compra excesiva de juguetes de colección le ha ocasionado problemas económicos y personales. Para eliminar esta conducta, se compromete en un contrato a regalar una de las figuras que ya posee, cada vez que recaiga y compre una nueva. Idealmente, el deshacerse de estos artículos debería estar a cargo de un profesional no relacionado personalmente; pero esta tarea también puede ser desempeñada por la pareja o los amigos del paciente, ya que tienen mayor acceso a sus posesiones. Al final, ellos solo reportarían las faltas.

De igual manera, es posible plantear un ejemplo dentro del ámbito escolar, al imaginar el caso de una niña cuyas calificaciones han bajado debido a que no ha entregado sus tareas en lo que va del año escolar. Para influir en este comportamiento, sus padres, profesores y ella misma han llegado a un acuerdo a través de un contrato conductual. En éste, se estipula que si la pequeña entrega sus deberes durante todo el mes siguiente, podrá asistir a una excursión programada al final del mismo.

Ejemplos de contrato conductual de dos o más partes

Un ejemplo de este tipo de estrategia puede ser visto en un matrimonio que asiste a asesoría por problemas de convivencia. Por un lado, la esposa se queja de que su pareja llega tarde todas las noches; mientras que el esposo encuentra molesto el que ella lleve trabajo a la casa, y realmente no puedan comunicarse cuando él arriba temprano. Un acuerdo conjunto sería el que ambos se comprometieran a cenar juntos durante la noche, por dos semanas. Sin involucrar el trabajo por un lado, o compromisos externos por el otro. No obstante, esta forma de ligar los objetivos conductuales puede originar más problemas, si una de las partes no es capaz de cumplir.

Dado lo anterior, un buen contrato conductual buscaría que cada conducta objetivo fuera relacionada con una contingencia específica. Así, el esposo podría comprometerse a preparar la comida favorita de su pareja el fin de semana, si ella evita llevar trabajo a la casa. Mientras que ella pacta ir a cenar con sus suegros el domingo, si él llega temprano durante la semana. De esta forma, las contingencias de cada uno quedan en manos del otro; pero al relacionarse en estrategias independientes, estas no se obstaculizan. El papel del profesional en este escenario, es el de proponer los reforzadores y moderar el efecto del contrato, ajustando las cláusulas de acuerdo a la evolución del caso.

El autocontrato

En algunas ocasiones, el contrato conductual se presenta en forma de “autocontrato”; es decir, sin la intervención de un terapeuta, un orientador, un familiar, un amigo o cualquier otro tercero. En teoría, este modelo podría ser de utilidad al brindar una estimación realista y concreta del coste de intervención en términos de tiempo, esfuerzo, e incluso dinero (Martin, Pear, 2008). No obstante, en la práctica, este tipo de estrategia es mucho menos eficaz que un contrato realizado con la ayuda de un administrador. Esto se debe a que la falta de un tercero que supervise el cumplimiento del contrato, y aplique las contingencias de manera coherente, aumenta el riesgo de ignorar las consecuencias de nuestros fallos, y darnos “otra oportunidad” (Miltenberger, 2013).

Aunque lo anterior no es una regla, es posible afirmar que siempre es más recomendable tener la ayuda de un profesional que nos ayude en cada una de las fases de la formulación y cumplimiento de un contrato conductual.

Ejemplos del uso del contrato conductual

El contrato conductual es una de las técnicas de modificación de conducta más utilizadas dentro del enfoque cognitivo-conductual. Tal es el caso, que muchos profesionales de la salud mental lo han empleado para cumplir diversos objetivos conductuales, tanto en menores, como en adultos. Algunas de las áreas más importantes donde esta técnica ha probado su utilidad, son las siguientes:

  • Control de la adicción a la nicotina
  • Pérdida y control de peso
  • Adquisición de hábitos de ejercicio
  • Mejorar el rendimiento escolar de niños, adolescentes y universitarios
  • Terapia de pareja
  • Control del consumo de anfetaminas y barbitúricos
  • Apego al tratamiento médico
  • Terapia familiar
  • Consumo excesivo de alcohol
  • Trastornos de la alimentación

(Bernstein, Nietzel, 1982; Martin, Pear, 2008; Becoña, Cortés, 2008; Miltenberger, 2013).

Es importante enfatizar de nuevo que el contrato conductual es solo una de muchas técnicas que pueden formar parte de un programa psicoterapéutico. Esto quiere decir, que la efectividad de esta estrategia se encuentra determinada por su uso junto con otras herramientas clínicas; las cuales permiten que una conducta identificada sea modificada exitosamente.

Adecuaciones del contrato conductual en la práctica clínica

Para finalizar, es relevante mencionar algunos ejemplos de cómo el contrato conductual puede ser adecuado en ciertos contextos terapéuticos. En este sentido, algunos profesionales de la salud mental utilizan los principios de esta estrategia para regular conductas presentes dentro del contexto terapéutico mismo. Esto es, aspectos como la asistencia, puntualidad, consumo de medicamentos y ciertos modos de interacción, se transforman en objetivos conductuales condicionados a contingencias específicas (Bernstein, Nietzel, 1982). Dicha amalgama entre contrato terapéutico y contrato conductual, transgrede algunos de los lineamientos de este último, ya que, en él, el terapeuta adquiere compromisos formales frente al paciente; los cuales lo colocan dentro de un contrato de contingencias entre dos partes.

Por otro lado, el contrato conductual puede ser aplicado en forma distinta frente a ciertas problemáticas. Este es el caso del manejo de las adicciones, en donde se busca anticipar problemas potenciales con la adherencia antes de que ocurran. De esta forma, las y los pacientes y las y los clínicos discuten abiertamente la adherencia al tratamiento como un objetivo, en vez de como una orden o una conducta inapropiada. Además, en este enfoque, habitualmente no se proporciona una recompensa externa por la adherencia. En lugar de ello, la intervención se enfoca en que los pacientes asuman una responsabilidad completa de su adherencia al tratamiento (Caballo, 2007).

Referencias

  • Becoña, E., Cortés, M. (2010). Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica. Barcelona, España. Socidrogalcohol. repositorio.uesiglo21.edu.ar
  • Bernstein, D., Nietzel, M. (1982). Introducción a la psicología clínica. Ciudad de México, México. McGraw-Hill. academia.edu
  • Caballo, V. (2007). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Vol. 1 Trastornos por ansiedad, sexuales, afectivos y psicóticos. Siglo XXI. cloudfront.net
  • Martin, G., Pear, J. (2008). Modificación de conducta: Qué es y cómo aplicarla (8a ed.). Pearson. cideps.com
  • Miltenberger, R. (2013). Modificación de conducta: Principios y procedimientos. Madrid, España. Ediciones Pirámide. Recuperado de: academia.edu
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

Artículos diarios sobre psicología, neurociencias y salud para profesionales, estudiantes y mentes inquietas

CONTENIDO RELACIONADO

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.