Las razas no existen, pero el racismo sí

De acuerdo a la ciencia, no existen distintas razas dentro de la especie humana. Este concepto es un constructo social al servicio de la discriminación.

No existen evidencias científicas que sustenten la categorización de las personas en razas. Por el contrario, el propio concepto de raza, cuando es aplicado al ser humano, puede ser considerado una construcción social, más que una legítima realidad biológica. Aun así, esta división arbitraria, basada en características superficiales, ha sido utilizada como una herramienta de segregación y control a lo largo de la historia. Permitiendo, en un principio, el dominio de una civilización sobre otra; y en la actualidad, la creación de clases y sectores privilegiados que limitan los recursos y justifican la violencia en detrimento de una parte importante de la población en todo el mundo.

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El racismo se encuentra presente en casi todas las civilizaciones y culturas del planeta. Expresándose incluso entre individuos que se consideran pertenecientes a un mismo “grupo étnico”. Su lógica consiste en clasificar a las personas en categorías o razas de acuerdo a las diferencias fenotípicas, sociales, culturales o religiosas que existen entre ellas. Con esta medida, es posible realizar una distinción entre los miembros del propio grupo, y aquellos “otros” que son extraños al mismo. Gracias a esta estrategia, pueblos enteros han sido capaces de utilizar la identidad como una excusa para ejercer violencia y demostrar desprecio hacia los demás (Hering, 2007).

Dada la gran cantidad de abusos e injusticias que se han cometido en nombre de esta supuesta diferencia biológica esencial implicada en la distinción de razas, muchas personas han intentado legitimar esta clase de pensamiento. Argumentado que existen bases científicas detrás de sus prejuicios raciales. Afortunadamente, la ciencia ha demostrado en repetidas ocasiones que todos los seres humanos pertenecemos a una sola especie biológica, por lo que compartimos una historia genética única.

Biológicamente, las razas no existen

Como ya se ha comentado, existen evidencias científicas que descalifican la idea de dividir la especie humana en distintas razas. Este conocimiento no es nuevo. Ya en el siglo XIX, Charles Darwin había propuesto que todos los animales tenemos un origen común. Muchos años más tarde, gracias al descubrimiento y estudio del código genético, ahora sabemos que todas las especies animales compartimos y heredamos un mismo esquema genético. En este sentido, es posible decir que todos los seres humanos tenemos un origen común; y las variaciones fisiológicas presentadas entre distintos pueblos del mundo no son el resultado de genes diferentes (Marin, 2003).

Erróneamente, diferencias en rasgos físicos como el tono de piel, el color y textura del cabello, o la forma de los labios y la nariz, se muestran como evidencia de que existen distintos tipos de razas. No obstante, hoy en día se cree que esta variabilidad es el resultado de adaptaciones a factores geográficos selectivos; como la radiación solar y el calor (Parra, et.al 2003). Un ejemplo de ello es el hecho de que las concentraciones de eumelanina, y por ende el tono de la piel y cabello, son distintas entre pueblos que viven en lugares distintos del globo, así como en sus descendientes.

Por otro lado, desde su concepción, la humanidad se ha desarrollado a partir de migraciones, alianzas y conquistas entre distintos pueblos. Por lo que la idea de que exista un grupo genéticamente puro es absurda. Un ejemplo de ello, son los datos hallados por un equipo de investigadores en Brasil. Quienes encontraron que, sin importar el color de la piel de los pobladores brasileños, todos tenían genes de ascendencia europea, aborigen americana y africana en alguna medida (Parra, et.al 2003).

Las razas existen como constructos culturales

Aunque las razas no son una realidad biológica, estas existen como constructos sociales que cambian a lo largo del tiempo y en relación con el contexto; y son sostenidos por una ideología racial (Parra, et.al 2003).

Así, el concepto de raza se relaciona y confunde con nociones como etnicidad, cultura o nacionalidad. Situación en la que es utilizado como una herramienta de segregación, control y dominio por parte de un sistema colonialista que busca justificar los abusos cometidos en contra de otros pueblos. Cabe señalar que el valor cultural de este término, también lo transforma en una fuente importante de identidad, tanto para los miembros de los grupos dominantes, como para aquellos que son rechazados, acosados o sometidos por su origen étnico (Gannon, 2016).

El carácter social de dicha identidad de raza la transforma, sin embargo, en una barrera para el desarrollo individual. Ya que este tipo de clasificación reduce a las personas a una colección de creencias, costumbres y asignaciones arbitrarias, asumidas a partir de determinados rasgos superficiales.

Las razas existen para excusar el racismo

Desde su formulación, el término raza ha tenido como función principal el diferenciar, segregar y tergiversar la otredad, con el fin de racializar las relaciones sociales a partir de un supuesto determinismo biológico (Hering, 2007).

Racializar implica considerar las diferencias fenotípicas, sociales, culturales y religiosas como propiedades naturales que distinguen a una determinada raza. De esta forma, el racismo conlleva reducir a las personas a unas cuantas características vinculadas a un grupo. Cuya clasificación es, en sí misma, arbitraria (Burashi, Aguilar, 2017).

El término raza fue introducido en la cultura occidental en el siglo XV, y desde su adopción fue utilizado por los países europeos para distinguir y humillar a los pueblos africanos y americanos que habitaban los territorios conquistados y colonizados. De esta forma, al describirlos como razas biológica y culturalmente inferiores, justificaron los abusos cometidos contra ellos (Marín, 2003).

Nuevas formas de racismo

El racismo no es un fenómeno invariable que siga un esquema fijo. Por el contrario, este se adapta a las circunstancias históricas, sociales, culturales y políticas de la época (Buraschi, Aguilar, 2017). En la actualidad, la externalización abierta de tendencias racistas es altamente condenada en muchas sociedades. Lo que ha provocado que este tipo de prejuicios, lejos de desaparecer, encuentren otras formas de expresión.

En nuestros días, las diversas crisis económicas y políticas que se viven en todo el mundo han potenciado la externalización directa y velada de tendencias racistas (Burashi, Aguilar, 2017). En este sentido, no es la primera vez que conflictos de esta clase son utilizados como excusa para dar rienda suelta a opiniones segregacionistas y manifestaciones de odio. Lo que ha cambiado en relación a épocas anteriores, es el uso de las redes sociales y otras plataformas digitales para expresar opiniones de esta naturaleza. Esto, aprovechando la lejanía, anonimato o sentimiento de unidad colectiva que brindan este tipo de medios (Niño, Barquero, García, 2017).

En el ámbito de la migración, es importante destacar que las dinámicas racistas actuales suelen seguir un círculo vicioso entre el racismo institucional y el racismo social. Dentro de él, los inmigrantes y refugiados son descritos como una amenaza para la seguridad, economía y cultura de los residentes (Burashi, Aguilar, 2017). En este sentido, las personas de ascendencia cultural diferente son transformados en chivos expiatorios. Además, la división de las personas en supuestas razas se constituye en una herramienta política para justificar los diversos conflictos económicos y políticos que existen.

Un racismo que no distingue razas

En una época donde la distinción de razas no tiene soporte científico y dónde las ideas segregacionistas son censuradas por muchos medios; el racismo ha buscado nuevas formas de manifestarse. Para ello, se ha servido de una estrategia que brinda una aparente legitimidad a sus creencias y cumple con las exigencias formales de la opinión pública. Esta consiste en suprimir el término raza y sustituirlo con palabras con connotación menos negativa; como cultura, identidad o etnia. De esta manera, el discurso racista es modificado en favor de la corrección política. Pero sus objetivos de segregación, estigmatización y dominio siguen siendo los mismos. Esto implica que los practicantes de dicha postura piensan, se expresan y actúan de forma racista. Pero sus acciones son aceptadas socialmente, gracias a que se conducen en nombre de la autodefensa o el nacionalismo (Buraschi, Aguilar, 2017).

En este sentido, muchos racistas contemporáneos ya no se manifiestan abiertamente en contra de las personas que consideran pertenecientes a otras razas. Sino que se sirven de etiquetas diferentes para menoscabar su valor, basados en prejuicios en torno a su nacionalidad, origen étnico o religión. Al final, nos encontramos con un nuevo obstáculo que dificulta la consolidación del relativo avance que ha logrado la sociedad en el combate al racismo. La formación de nuevos racistas de closet que no sólo niegan su postura racista, sino que se consideran a sí mismos defensores legítimos de su comunidad.

Referencias

  • Buraschi, D., Aguilar, M. (2017) Herramientas conceptuales para un antirracismo crítico-transformador. Tabula Rasa, número (26). revistatabularasa.org
  • Gannon, M. (2016) Race Is a Social Construct, Scientists Argue. Scientific American.com. scientificamerican.com
  • Hering, M. (2007) “Raza”: variables históricas. Revista de estudios sociales, número (16). revistas.uniandes.edu.co
  • Marín, J. (2003) Las «razas» biogenéticamente, no existen, pero el racismo sí, como ideología. Revista Diálogo Educacional, volumen (4), número (9), pp. 1-7. redalyc.org
  • Niño, J., Barquero, M., García, E. (2017) Opinión Pública e infoxicación en las redes: Los fundamentos de la Post-verdad, Vivat Academia, número 139, pp. 83-94. vivatacademia.net
  • Parra, F., Amado, R., Lambertucci, J., Rocha, J., Antunes, C., Pena, S. (2003) Color and genomic ancestry in Brazilians. Proceedings of the National Academy of Sciences, volumen (100), número (1), pp. 177 – 180. pnas.org
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.