Extinción de la conducta respondiente y operante

La extinción de la conducta respondiente y la extinción de la conducta operante son herramientas básicas en los programas de modificación conductual. Por ello, es importante conocer dichos procesos y aprender a distinguirlos.

Una de las grandes ventajas que tiene la corriente conductista por sobre otras posturas en psicología, es que sus principios teóricos sobre el aprendizaje y la motivación pueden instrumentarse para dar solución a problemas específicos. De esta manera, el análisis conductual aplicado ha desarrollado distintas técnicas sistematizadas basadas en el conocimiento obtenido en ambientes de estudio controlados, sobre los diferentes procesos que rigen la conducta. Uno de dichos procesos, es el fenómeno de la extinción de la conducta; el cual puede observarse en herramientas conductuales como el moldeamiento.

La extinción de la conducta respondiente obedece a fenómenos distintos a los que se presentan en la extinción de la conducta operante. Sin embargo, la presencia de ambos procesos en muchos programas de modificación conductual puede dar lugar a confusiones. Para comprender mejor cómo es que un comportamiento se extingue en cada caso, es necesario comenzar explicando cómo las respondientes y las operantes se presentan en primer lugar.

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Condicionamiento respondiente

Una respondiente es la respuesta refleja que presenta un organismo frente a un estímulo ambiental, debido a su estructura heredada, y no porque este haya tenido una experiencia previa con el estímulo (Reynolds, 1968). Por ejemplo, el sobresalto provocado por un ruido fuerte.

La conducta respondiente de un organismo varía muy poco o nada a lo largo de su vida. No obstante, es posible que nuevos estímulos, previamente inefectivos, adquieran el poder de evocar respondientes en un organismo. El proceso mediante el cual un estímulo nuevo adquiere el poder de evocar una respondiente se llama condicionamiento respondiente, condicionamiento clásico o condicionamiento pavloviano (Miltenberger, 2013).

De acuerdo al conductismo, la respuesta refleja que evocan ciertos estímulos, aunque no se haya producido ningún condicionamiento o aprendizaje, se denomina respuesta incondicionada (RI). La respuesta incondicionada se produce en todas las personas sanas cuando se presenta un estímulo incondicionado (EI). Los seres humanos han evolucionado para responder a los EI porque las RI tienen un valor de supervivencia (Skinner, citado por Miltenberger, 2013).

El condicionamiento respondiente se produce cuando un estímulo previamente neutro (EN) se asocia con un EI, al presentarse ambos conjuntamente. A consecuencia de este emparejamiento, el EN se convierte en un estímulo condicionado (EC), despertando una respuesta condicionada (RC), similar a la RI.

Imaginemos, por ejemplo, que una vieja prensa industrial hace un ruido agudo y desagradable cada vez que comprime una pieza (EI), el cual sobresalta y estremece a su operador (RI). Antes de cada operación, la máquina indica que está preparada encendiendo una luz (EN). Tras ser afinada, la prensa ya no emite el chirrido de antes, pero el operador aún se siente sobresaltado (la RI se ha vuelto RC) cuando se enciende la luz (ésta ha pasado de ser un EN a ser un EC).

Condicionamiento operante

Las respondientes evocadas representan solo una pequeña porción de la conducta de los organismos superiores. La conducta restante es operante. La diferencia entre estos dos tipos de comportamiento es muy clara: mientras que la frecuencia de la conducta respondiente está determinada principalmente por la frecuencia del estímulo que la evoca, la frecuencia de la conducta operante está determinada por el efecto que produce. El condicionamiento operante es el proceso mediante el cual la frecuencia con que está ocurriendo una conducta, se modifica o se altera debido a las consecuencias que esa conducta produce (Martin, Pear, 2008).

Si la aparición de un estímulo como consecuencia de una respuesta resulta en una mayor probabilidad de que dicha respuesta ocurra en el futuro, el estímulo recibe el nombre de reforzador positivo. Si la desaparición de un estímulo como consecuencia de una respuesta resulta en que la respuesta ocurra en el futuro con una mayor probabilidad, el estímulo recibe el nombre de reforzador negativo. (Reynolds, 1968).

Los reforzadores condicionados adquieren el poder de reforzar las operantes mediante un procedimiento parecido al que se observa en el condicionamiento respondiente. Cuando un estímulo novedoso se le presenta a un organismo repetidamente, al mismo tiempo o inmediatamente antes, que otro estímulo que ya posee el poder de reforzar a la conducta, el estímulo novedoso podrá adquirir el poder de reforzar dicho comportamiento. Si esto sucede, se convertirá en un reforzador condicionado, y la conducta que ocurre antes que él se volverá más probable en el futuro (Reynolds, 1968). Por ejemplo, la conducta de sentarse puede ser reforzada en un perro, cuando se le premia con una galleta cada vez que la ejecuta.

Extinción de la conducta respondiente

Bajo los principios del condicionamiento clásico, llamamos extinción a la desaparición paulatina de una respuesta condicionada (RC). La extinción de una RC implica la presentación repetida del EC sin la presentación del EI. Si el EC sigue ocurriendo en ausencia del EI, finalmente la RC disminuye en intensidad y cesa (Miltenberger, 2013). En el ejemplo de la prensa, la emisión de la luz en la máquina (EC) por un periodo prolongado, sin que se repita el ruido estridente (EI), tendrá como consecuencia que la reacción excitada del operador desaparezca eventualmente.

En este sentido, es necesario indicar que las presentaciones eventuales del EI, podrán ser suficientes para que continúe activa la efectividad del EC (Reynolds, 1968). Por ejemplo, si los chirridos en la prensa no desaparecieron, sino solo se hicieron muy esporádicos, pueden ser suficientes para mantener la respuesta refleja del empleado ante la luz. Además, durante el proceso de extinción de la conducta respondiente, es posible que la frecuencia o intensidad de la misma se incremente temporalmente antes de comenzar a declinar.

Extinción de la conducta operante

La extinción en el condicionamiento operante involucra una reducción en la frecuencia con que ocurre una operante cuando ésta deja de ser reforzada (Reynolds, 1968). Un comportamiento puede someterse a extinción independientemente de si se mantiene por reforzamiento positivo o negativo. El resultado de la extinción es el mismo: el comportamiento disminuye y deja de producirse (Miltenberger, 2013).

Una conducta reforzada positivamente involucra la aparición de una consecuencia después del comportamiento; por lo tanto, la extinción de una conducta reforzada positivamente implica la omisión de la consecuencia que se daba después de la conducta. Por ejemplo, si se deja de alimentar a un perro callejero acostumbrado a recibir comida cada vez que se presenta en nuestra puerta, tendrá como resultado que eventualmente nos deje de visitar.

Por otro lado, si una conducta se refuerza negativamente, lo que se consigue con el comportamiento es eliminar o evitar estímulos aversivos. La extinción de una conducta reforzada negativamente implica eliminar el escape o la evitación como consecuencia de la conducta que estaba siendo reforzada. Imaginemos, por ejemplo, que una niña pequeña acostumbra hacer un berrinche en la mesa para no terminar su comida. Una estrategia que le ha dado buenos resultados con sus padres. Si su familia, comienza a ignorar sus gritos sistemáticamente, y no la deja abandonar la mesa, es posible que la conducta del berrinche termine extinguiéndose.

Ahora bien, de manera similar al condicionamiento respondiente, las conductas no se desvanecen simplemente. Por el contrario, cuando por primera vez se deja de reforzar una respuesta, es posible que su frecuencia se incremente temporalmente antes de comenzar a disminuir (Martin, Pear, 2008). Por ejemplo, los berrinches de la niña de nuestro ejemplo podrían hacerse más intensos o creativos, antes de extinguirse.

Extinguir no es ignorar

Es oportuno aclarar que, durante la aplicación de la extinción, es muy importante asegurarse de que los refuerzos que se retiran son los que realmente estaban manteniendo el comportamiento inadecuado. De lo contrario, no se cumpliría técnicamente con la definición de extinción, y la conducta no deseada no desaparecería (Martin Pear, 2008).

Un error muy común en este sentido es pensar que la extinción consiste simplemente en ignorar la conducta. Dicha suposición es incorrecta en muchos casos. La extinción implica la eliminación del reforzador de un comportamiento, por lo que ignorar el problema de conducta funciona como extinción solamente cuando la atención es el reforzador (Miltenberger, 2013). Por ejemplo, si un niño roba furtivamente el dinero de sus compañeros para comprar dulces, de poco serviría ignorar el hurto, ya que su conducta está motivada por el fruto de su robo, y no por la atención.

Aplicaciones de la extinción de la conducta

La extinción, junto con el reforzamiento, es una de las herramientas más importantes del análisis conductual.  A través de estos procesos es posible crear o moldear conductas operantes nuevas, ya que estos procedimientos sirven para modificar la frecuencia y la topografía de las respuestas. Una de las aplicaciones más importantes de la extinción en los programas de modificación de conducta es su uso en la técnica llamada moldeamiento. En esta estrategia, una respuesta determinada es moldeada a partir del inicio y suspensión del reforzamiento de patrones conductuales cada vez más parecidos al comportamiento deseado (Martin, Pear, 2008).

La extinción de la conducta operante es uno de los primeros enfoques que deben tenerse en cuenta para tratar un problema de conducta. Es decir, si el trastorno conductual es frecuente, debe haber una consecuencia reforzante contingente que lo mantiene. Por tanto, para disminuir la conducta se debe identificar la consecuencia reforzante y eliminarla siempre que sea posible. Siguiendo este principio, cuando la conducta problema deje de ser reforzada, se extinguirá (Miltenberger, 2013).

Por otro lado, la extinción de la conducta respondiente también es una herramienta muy utilizada en el ámbito clínico. Sobre todo, cuando se trata de intervenir en respuestas emocionales condicionadas. Una muestra de ello, son los intentos de desvincular una respuesta refleja, como el miedo, de experiencias u objetos donde este surge de manera irracional (Miltenberger, 2013). Por ejemplo, exponer gradualmente a una persona con nictofobia (miedo a la obscuridad) a espacios cada vez menos iluminados pero controlados, con el fin de extinguir poco a poco la respuesta de temor.

Referencias:

  • Martin, G., Pear, J. (2008). Modificación de conducta: Qué es y cómo aplicarla (8a ed.). Madrid, España. Pearson. Recuperado de: cideps.com
  • Miltenberger, R. (2013). Modificación de conducta: Principios y procedimientos (5a ed.). Madrid, España. Ediciones Pirámide. Recuperado de: academia.edu
  • Reynolds, G. (1968). Compendio de condicionamiento operante. Universidad de California [Documento PDF]. soyanalistaconductual.org
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.