¿Por qué se contagian los bostezos?

Los bostezos que se contagian podrían ser un reflejo primitivo que permitía coordinar los horarios de sueño en un grupo.

Bostezar es una respuesta involuntaria muy común con la que todos estamos familiarizados. No obstante, hasta ahora, no existe un acuerdo en la ciencia sobre cuáles son las causas, funciones o la importancia de esta conducta para los animales que la experimentan. En el caso del ser humano y unas cuantas especies más, los bostezos se pueden contagiar. Este fenómeno ha sido visto por muchos investigadores, tanto como un indicador de empatía, como un reflejo remanente de conductas primitivas orientadas a la socialización (Smith, 1999).

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El misterio que encierra esta acción, en apariencia trivial, ha generado una suma tan importante de teorías y mitos, que los resultados de muchas investigaciones se han visto influenciados por falsos sobreentendidos. Debido a ello, la revisión de este tema es muy importante, ya que existen diversas hipótesis que se han filtrado a la cultura general, y que muchos, incluso en la comunidad científica, consideran conocimiento comprobado.

El bostezo

El bostezo es un movimiento respiratorio paroxístico involuntario, caracterizado por un momento activo de inspiración, una cumbre y una fase pasiva de expiración (Barbizet, 1958). Esta respuesta conductual se encuentra presente en toda clase de vertebrados (Gallup, Miller, Clark, 2009); sin embargo, no existe un acuerdo sobre su función biológica.

En nuestra especie, los bostezos suelen ser considerados respuestas mucho más complejas que un simple reflejo, ya que activan de manera simultánea diversos sistemas fisiológicos cuando se presentan. De esta forma, el bostezar implica fenómenos como: una apertura amplia y poderosa de la mandíbula, inclinación de la cabeza, cierre de ojos, lagrimeo, salivación y apertura de las trompas de Eustaquio en el oído medio. Además, se ha demostrado que esta conducta produce cambios significativos en la frecuencia cardíaca y la conductancia de la piel, así como en la actividad del nervio simpático (Massen, Gallup, 2017).

Una de las características más interesantes de los bostezos en el ser humano, es que estos se contagian; es decir, que son repetidos por aquellos que los observan. Esta propiedad es compartida con sólo unas cuantas especies, aunque aún no se tiene claro el motivo de este fenómeno (Smith, 1999).

¿Por qué bostezamos?

Como ya se ha comentado, no existe un consenso entre los científicos sobre cuáles son las causas o funciones del bostezo. Aun así, a lo largo de los años se han desarrollado diversas teorías sobre este fenómeno; muchas de las cuales, han trascendido a la cultura popular creando todo tipo de suposiciones que son tomadas como hechos definitivos. Algunas de las hipótesis más importantes son las siguientes:

  • Se encuentra relacionado con variaciones del ciclo circadiano. Esto implica, que esta respuesta se presentaría en razón de los patrones de sueño, el tiempo en que se duerme o ante la fatiga. No obstante, esta teoría no explica los bostezos presentados antes de una actividad estresante o el bostezo que se contagia.
  • Una teoría muy difundida que forma parte de la sabiduría popular, es el considerar el bostezo como una forma de equilibrar los niveles de oxígeno en la sangre. No obstante, esta hipótesis fue descartada hace más de 30 años, gracias a una serie de experimentos que pusieron a prueba este principio.
  • Se piensa que el bostezo puede ser una reacción fisiológica que promueve cambios de estado; como pasar del aburrimiento a la actividad, de la somnolencia al estado de alerta o cambiar de una tarea a otra.
  • Es visto como un mecanismo termorregulador que ocurre cuando la temperatura del cerebro y el cuerpo se elevan.
  • Se le considera también como un remanente de conductas primitivas de agresión o defensa. Sin embargo, una respuesta tan compleja como el bostezo se transmitiría de generación en generación, sólo si tuviera una función vigente. 
  • Posee una función comunicativa social secundaria. Este argumento intenta explicar los bostezos que se contagian, y encuentra soporte en la observación de la conducta de primates no-humanos.

(Barbizet, 1958; Smith, 1999; Gallup, Miler, Clark, 2009; Massen, Gallup, 2017).

Los bostezos que se contagian

Los bostezos que se contagian suelen ser vistos como una dimensión diferente a los bostezos espontáneos. En muchas ocasiones, a estos se les atribuye una función social, llamándolos bostezos sociales. Aunque no se conoce su verdadero origen, estos pueden desencadenarse al ver, oír, o incluso pensar en una persona bostezando. Cabe agregar que este fenómeno solo se ha documentado en unas pocas especies sociales (Massen, Gallup, 2017).

Muchos investigadores consideran que los bostezos que se contagian cumplen una función social específica. Algunos de ellos piensan que estos son el residuo de una conducta primitiva espontánea que se fue transformando a partir de un proceso evolutivo. Este tipo de hipótesis suelen basarse en experimentos hechos con primates y otros tipos de animales inteligentes con quienes compartimos esta respuesta. En dichas pruebas, los sujetos suelen producir bostezos que cumplen una función en situaciones de amenaza o huida. Por ejemplo, el mostrar los dientes ante un rival (Massen, Gallup, 2017).

En esta misma línea, también se ha propuesto que los bostezos contagiosos pueden cumplir una función de coordinación grupal primitiva. En esta teoría, los individuos de una comunidad necesitarían transmitir su cansancio a los demás miembros del grupo con el fin de sincronizar sus horarios de sueño y mantener el orden de sus actividades cotidianas (Massen Gallup, 2017).

Los bostezos se contagian por reflejo, no por imitación

En las últimas décadas se ha desarrollado una nueva forma de estudiar este fenómeno, la cual consiste en considerar los cambios neurofisiológicos que se efectúan en un individuo cuando se ve contagiado por un bostezo. A partir de esto, sería posible determinar qué tipo de beneficio fisiológico significa esta conducta para los sujetos, o con qué tipo de procesos psicológicos se encuentra relacionado.

Partiendo de este tipo de trabajos, se ha determinado que observar a alguien bostezar produce un aumento en la oxigenación en el surco temporal superior posterior derecho, y bilateralmente en el surco temporal anterior, regiones relacionadas con la interpretación de claves sociales. Por otro lado, el área de Broca, zona relacionada con el sistema de neuronas espejo humano, que coincide con la observación de la acción y la ejecución, no presenta actividad adicional (Shürman, et.al 2005).

Estos resultados sugieren que, observar a otra persona bostezar activa conductas automáticas o reflejas relacionadas con la interacción interpersonal. No obstante, dicha relación no corresponde a patrones motores verdaderamente imitados que requerirían una comprensión detallada de la acción (Shürmann, et.al 2005). En otras palabras, los bostezos que se contagian obedecerían a un proceso reflejo y no a un proceso de imitación consciente.

¿Son los bostezos que se contagian una señal de empatía?

Una teoría que se ha transformado en un sobreentendido importante dentro del ámbito científico, es la supuesta relación que existe entre los bostezos contagiosos y la facultad de sentir empatía. De esta forma, los bostezos han sido considerados por muchos investigadores como un indicador que, al observarse en algunas especies, implicaría la posesión de cierta sensibilidad e inteligencia en ellas. Desafortunadamente, las bases conceptuales detrás del nexo propuesto entre el contagio del bostezo y la empatía no han sido apropiadamente demostradas (Massen, Gallup, 2017).

Uno de los principales obstáculos para comprobar la supuesta relación entre los bostezos y la empatía, es que éste último concepto no es del todo claro. La empatía puede ser comprendida (a grandes rasgos) como una habilidad para entender, compartir y ser afectados por el estado emocional de los otros. Relacionar esta facultad con una respuesta fisiológica como el bostezo, implica, en muchos casos, dar por hecho una larga serie de sobreentendidos, reduciendo el concepto de empatía a los aspectos que se quieren estudiar.

Se ha intentado comprobar el vínculo entre los bostezos contagiosos y la empatía, partiendo de la hipótesis de que aquellas personas más empáticas serían más susceptibles al contagio de los bostezos. En este sentido, se han realizado distintas comparaciones; entre ellas, estudios con personas neurotípicas y sujetos con trastornos del espectro autista; comparaciones entre grupos de hombres y mujeres, o bien, análisis de poblaciones enteras reconocidas por su sensibilidad hacia los demás. Aunque algunas de estas pruebas mostraron resultados favorables a la relación propuesta, su metodología presentaba grandes inconsistencias y sesgos (Massen, Gallup, 2017).

En virtud de lo anterior, es posible afirmar que no existe evidencia científica que compruebe la calidad de los bostezos como indicadores de empatía.

Referencias

  • Barbizet, J. (1958) Yawning. Journal of Neurology and Neurosurgery, volume (21). bmj.com
  • Deputte, B. (1994) Ethological Study of Yawning in Primates. 1. Quantitative Analysis and Study of Causation in Two Species of Old-World Monkeys. Ethology, volumen (98), pp. 221-245. semanticscholar.org
  • Gallup, A., Miler, M., Clark, A. (2009) Yawning and thermoregulation in budgerigars, Melopsittacus undulatus. Animal Behavior, volumen (1), pp. 109-113. sciencedirect.com
  • Massen, J., Gallup, A. (2017) Why contagious yawning does not (yet) equate to empathy. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, volumen (80), pp. 573-585. researchgate.net
  • Schürmann, M., Hesse, M., Stephan, K., Saarela, M., Zilles, K., Hari, R., Fink, G. (2005) Yearning to yawn: the neural basis of contagious yawning. Neuro Image, volumen (24), número (4), pp. 1260-1264. sciencedirect.com
  • Smith, E. (1999) Yawning: An Evolutionary Perspective. Human Evolution, volumen (14), número (3), pp. 191-198. baillement.com
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.