Ciencia, pseudociencia y protociencia: Conceptos y diferencias clave

Es importante distinguir entre ciencia, pseudociencia y protociencia, ya que esto nos permitirá reconocer los hechos y prácticas que tienen legitimidad científica.

Desde el inicio de nuestra historia, las y los seres humanos hemos desarrollado todo tipo de teorías y explicaciones, con el fin de comprender los distintos fenómenos que nos rodean. No obstante, no todos estos conocimientos son el resultado de metodologías sistemáticas, fundamentadas y comprobadas que den legitimidad positiva a estos saberes. Por el contrario, existen muchas disciplinas que basan sus principios en creencias, sobrentendidos, interpretaciones erróneas, argumentos circulares o mitos, que intentan mostrarse como explicaciones probadas con valor científico. En este sentido, es necesario entender los conceptos de ciencia, pseudociencia y protociencia; con el fin de poder distinguir las diferencias entre estos tipos de conocimiento humano.

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¿Qué entendemos por ciencia, pseudociencia y protociencia?

En primer lugar, es necesario reconocer que no existe un acuerdo universal sobre los conceptos de ciencia, pseudociencia y protociencia. Situación que ha dado lugar a que los límites entre estas dimensiones no sean claros en muchas ocasiones. No obstante, al analizar sus propiedades centrales, es posible distinguir entre este tipo de conocimientos.

Ciencia

El concepto de ciencia se ha formado a través de un proceso histórico, y muchas contingencias influyen en lo que llamamos y no llamamos ciencia. En un sentido riguroso, guiado por la tradición positivista, el término ciencia era solo aplicado a las ciencias naturales; las cuales se apegan al método empírico deductivo, que se sirve de la observación y la experimentación para comprobar su veracidad. No obstante, a lo largo del tiempo, este concepto ha alcanzado un sentido mucho más amplio que incluye todas las especialidades académicas; contando entre ellas las humanidades (Hansson, 2021).

Para Karl Popper, el criterio para establecer el status científico de una teoría sería su refutabilidad. Esto implicaría que una confirmación sólo cuenta si es el resultado de un análisis donde realmente exista la posibilidad de que se produzca un suceso incompatible con la teoría que se está poniendo a prueba. Por lo tanto, una teoría que no es refutable por ninguna circunstancia, no sería realmente científica (Popper, 1963). Esta postura significa que el conocimiento científico siempre es hipotético y el método de la ciencia debe basarse en la crítica racional. Es decir, la búsqueda y eliminación de errores al servicio de la verdad.

En un sentido muy general, la ciencia podría definirse como un conjunto de conocimientos racionales, ciertos o probables, que, obtenidos de una manera metódica y verificados en su contrastación con la realidad, se sistematizan orgánicamente haciendo referencia a objetos de una misma naturaleza, cuyos contenidos son susceptibles de ser transmitidos (Egg, citado por Gallo, 2000).

Pseudociencia

Una pseudociencia puede definirse como una colección de creencias relacionadas sobre el mundo; consideradas erróneamente como basadas en el método científico o con el estatus que ahora tienen las verdades científicas. Esta se caracteriza porque sus principios no logran progresar; y porque sus practicantes hacen pocos intentos por desarrollar la teoría hacia la solución de los problemas; además de que no muestra preocupación por evaluar la teoría en relación con otras posturas, siendo selectiva al considerar confirmaciones y refutaciones (Hansson, 2021).

El conocimiento pseudocientífico reinterpreta y exagera ideas de otras corrientes, basando sus principios en afirmaciones contradictorias o no refutables. Además, no sigue un proceso sistemático riguroso para desarrollar sus hipótesis; o bien, inventa un método propio que solo es congruente bajo sus propios términos (Hansson, 2021). En este sentido, las pseudociencias están impedidas a generar mecanismos de autocorrección por estar orientadas a influir en la credulidad de los seres humanos, no en demostrar sistemáticamente lo que pretenden decir (Cerón, 2017).

De acuerdo a Popper, las pseudociencias suelen ofrecer su propio objeto de análisis como explicación de sí mismo; estructurando una argumentación circular, que al final, brinda la satisfacción de una certeza definitiva (Popper, 2011). Los seguidores de estas doctrinas pretenden, ingenua o maliciosamente, mostrar sus principios como científicos, aun cuando no comparten con la ciencia, ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos (Bunge, 2017).

Las prácticas pseudocientíficas suelen cerrarse a la evaluación por parte de expertos, ya que, por lo general, un análisis de este tipo resulta en la desacreditación de sus principios y métodos (Hansson, 2021).

Protociencia

La protociencia es definida muchas veces como una ciencia embrionaria. Esta se presentaría cuando las técnicas científicas se aplican a la consecución de datos sin hallar estructuras generales (Bunge, 2017). Por lo general, las protociencias carecen de ciertos elementos que, en las ciencias maduras, permiten un progreso obvio. Sin embargo, tienen el potencial de transformarse en ciencias legítimas (Kuhn, 1972). Esto último, no significa que todas las protociencias están destinadas a transformarse eventualmente en ciencias maduras, solo implica que poseen los medios técnicos para hacerlo.

Las protociencias pueden tener un objeto de estudio serio, que es tomado de forma cuidadosa; no obstante, no tienen un objeto teorético ni experimental claro, lo que no les permite llegar a consolidarse como ciencias formales (Cerón, 2017).

Existen distintas inconsistencias en torno al concepto de protociencia. En algunos casos, este término es utilizado para referirse a disciplinas o teorías que aún no han sido plenamente comprobadas por el método científico. Por ejemplo, la teoría de cuerdas. De igual forma, existen autores que denominan protociencias a aquellas disciplinas que antecedieron a una ciencia formal. Por ejemplo, la alquimia como precursora de la química. Además, el uso de herramientas o conceptos científicos de forma asistemática o sin corpus teorético, como el practicado por las agencias de encuestas, también es denominado protociencia. En este sentido, es necesario destacar que, en el segundo y tercer caso, se está haciendo referencia a pseudociencias, y no a protociencias según se las ha definido anteriormente.

Conexión entre ciencia, pseudociencia y protociencia

La ciencia, la pseudociencia y la protociencia son distintos tipos de saberes. No obstante, todos ellos pueden definirse como fuentes de conocimiento; independientemente de si sus principios o metodología se encuentran fundamentados. Para Karl Popper, el conocimiento científico, al igual que el arte, el mito, o la propia pseudociencia, son productores de mundos hipotéticos que nos permiten interpretar y explicar aquello que nos rodea de manera creativa (Popper, 1984).

De esta manera, la ciencia, la pseudociencia, y para el caso, la protociencia, pueden ser identificados como campos cognitivos; los cuales pueden caracterizarse como un sector de la actividad humana que tiene como objetivo obtener, difundir o utilizar algún tipo de conocimiento, sea este conocimiento verdadero o falso (Bunge, 1983).

Es importante señalar que es posible identificar ciertas conexiones en el desarrollo de estos conocimientos. Por un lado, la ciencia utiliza algunos de los datos en bruto conseguidos por la protociencia, aunque muchas veces puedan ser inútiles o irrelevantes. Además, a veces una ciencia ha nacido de una pseudociencia; mientras que, en ocasiones, una teoría científica se ha transformado en un dogma hasta el punto de dejar de corregirse a sí misma y convertirse en una pseudociencia (Bunge, 2017).

Diferencias entre ciencia, pseudociencia y protociencia

De manera más formal, es posible identificar ciertas diferencias esenciales entre una ciencia y una pseudociencia. En primer lugar, aspectos fundamentales como la perspectiva general, objetivos, antecedentes teóricos, metodologías o herramientas del conocimiento científico, suelen modificarse en cierta medida, como resultado de la investigación en el mismo campo, así como en campos relacionados. Por otro lado, estos factores permanecen casi inalterados en las pseudociencias (Bunge, 1983).

Así mismo, el trasfondo filosófico de la ciencia consiste en una ontología según la cual el mundo real se compone de cosas concretas que cambian legalmente; una teoría realista del conocimiento; un sistema de valores que consagra la claridad, la exactitud, la profundidad, la consistencia y la verdad; y el ethos de la búsqueda libre de la verdad. En contraste, los trasfondos de las pseudociencias incluyen ontologías que respaldan entidades o procesos inmateriales; epistemologías que dan cabida a argumentos de autoridad o a modos paranormales de cognición, accesibles solo a los iniciados o a aquellos entrenados para hacerlo; sistemas de valores que no consagran la claridad, la exactitud, la profundidad, la consistencia o la verdad; o bien, un ethos que, lejos de facilitar la búsqueda libre de la verdad, recomienda la defensa acérrima del dogma, incluido el engaño si es necesario (Bunge, 1983).

En el caso de la protociencia, es posible decir que la diferencia entre ésta y la ciencia es una cuestión de grado, mientras que su distinción con la pseudociencia es una cuestión cualitativa. De esta forma, la protociencia poseería un rango mayor que el conocimiento pseudocientífico y se caracterizaría por su condición embrionaria de ciencia; la cual podría tener un objeto serio de estudio tomado de forma cuidadosa, pero sin un corpus ni un objeto teorético o experimental claro (Cerón, 2017).

La importancia de distinguir entre ciencia, pseudociencia y protociencia

Existen diferentes razones por las que es conveniente distinguir entre una ciencia, una pseudociencia y una protociencia. En primer lugar, estudiar esta demarcación es una perspectiva esclarecedora que contribuye a la filosofía de la ciencia de la misma forma en que el estudio de las falacias contribuye a nuestro conocimiento de la lógica informal y la argumentación racional. Además, desde un punto de vista práctico, esta distinción es vital para orientar decisiones importantes tanto de carácter privado como público (Hansson, 2021).

En este sentido, es necesario tomar en cuenta que el conocimiento científico es considerado como nuestra fuente de conocimiento más confiable en una amplia variedad de áreas. Debido a ello, diferenciar la ciencia legítima de aquellas disciplinas que pretenden pasar por ella, es una habilidad que nos permitirá adoptar cursos de acción impulsados por evidencia y hechos sustentables, y no solo guiados por la esperanza, el dogmatismo, o la opinión de la mayoría.

Referencias:

  • Bunge, M. (1983). What Is Pseudoscience? The Skeptical Inquirer, volumen (9), pp. 36-46. cdn.centerforinquiry.org
  • Bunge, M. (2017). El planteamiento científico. Revista Cubana de Salud Pública, volumen (43), número (3). revsaludpublica.sld.cu
  • Cerón, A. (2017). Cuatro niveles de conocimiento en relación a la ciencia. Una propuesta taxonómica. Ciencia: Ergo sum, volumen (24), pp. 83-90. dialnet.unirioja.es
  • Gallo, R. (2000). Diccionario de la Ciencia y la Tecnología. Universidad de Guadalajara [Documento PDF]. jmcprl.net
  • Hansson, S. (2021). Science and Pseudoscience. Stanford Encyclopedia of Philosophy online. plato.stanford.edu
  • Kuhn, T. (1972). Criticism and the growth of knowledge: Reflection on my Critics. Cambridge : Cambridge University Press. archive.org
  • Popper, K. (1993). Conjeturas y Refutaciones: El desarrollo del conocimiento científico [original, 1963]. Barcelona, España. Ediciones Paidós. posgrado.unam.mx
  • Popper, K. (2011). Conocimiento objetivo: Un enfoque evolucionista. Madrid, España. Tecnos. losapuntesdefilosofia.files
  • Popper, K. (2020). En busca de un mundo mejor [original 1984]. Paidós: Estado y Sociedad. pdfcookie.com
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.