Explicar la muerte a los niños: Pedagogía de la muerte

Hablar de la muerte o explicar sus implicaciones a los niños y niñas se antoja, cuanto menos, difícil. He aquí algunos consejos prácticos.

Con el desarrollo de la humanidad, la postura frente a la muerte ha cambiado drásticamente. Mientras en la antigüedad, las culturas aborígenes y precolombinas la consideraban como un ritual de paso, algo natural y en lo que se involucraba a toda la tribu, con el desarrollo de la medicina y los avances científicos comenzó a considerarse a la muerte como un enemigo que debe ser derrotado. Por esta razón, en muchas ocasiones es un tema tabú con los niños y niñas, donde se opta por mantenerles alejados del tema, o se impregna el fenómeno de la muerte de denotaciones fantásticas con el fin de ‘suavizar’ la realidad. Es de vital importancia explicar a los niños y niñas todo lo relacionado con la muerte, pues también atraviesan por un proceso de duelo que requiere un acompañamiento (Mesquida, Seijas, Rodríguez, 2015). 

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De acuerdo con Mesquida, Seijas, y Rodríguez (2015), al explicar la muerte de una manera adecuada, se facilita el proceso de elaboración del duelo y se logran prevenir complicaciones en los niños y niñas.  Además, es fundamental tener presente que en función de la edad, la muerte se entenderá de una forma diferente. A continuación, se presenta una aproximación de la percepción de la experiencia de la muerte, desde el enfoque del ciclo vital:

  • Hasta los 2 años: no se tiene concepción de muerte, sin embargo, se percibe la ausencia de la persona fallecida -y de cualquier otra-, y hay una especial susceptibilidad a los cambios en las rutinas. 
  • Entre los 3 y los 6 años: el pensamiento es egocéntrico, mágico y literal. Se percibe la muerte como un estado reversible y no se contempla la ausencia de funciones vitales. El egocentrismo puede llevarles incluso a pensar que la muerte fue su culpa -por haberse portado mal, por ejemplo-, y suelen presentarse reacciones de perplejidad y confusión. 
  • Entre los 6 y los 10 años: Cerca de los 7 años se entiende la muerte como un proceso irreversible. Comienzan a mostrar preocupación por el bienestar propio y el de sus seres queridos. Pueden presentarse muchas preguntas frente a la pérdida, y existe la posibilidad de presentar síntomas de ansiedad. 
  • De los 10 años en adelante: En la adolescencia ya hay concepto de la muerte similar al de los adultos, aunque menores recursos de afrontamiento y de regulación emocional. 

Es fundamental tener presente que los niños, niñas y adolescentes manifiestan su malestar de formas diferentes. En los más pequeños se pueden presentar alteraciones de sueño o alimentación, ecopresis, enuresis, dolor abdominal, irritabilidad, dificultades atencionales y bajo rendimiento académico, confusión, apatía, ansiedad o hiperprotección hacia los seres queridos. En los adolescentes se espera algo similar a los adultos, como el aislamiento o la negación, aunque también suele presentarse irritabilidad y ansiedad. Aunque esto puede ser preocupante, forma parte del proceso del duelo y, en condiciones normales, tenderá a desaparecer (Mesquida, Seijas, Rodríguez, 2015). 

¿Cómo explicar la muerte a los niños y niñas?

Una gran parte de la población infantil y adolescente experimentará en algún momento el fallecimiento de algún familiar cercano, en algunos casos sus progenitores, con mayor probabilidad sus abuelos, y para otros será un poco más distante, como alguien conocido sin una relación tan próxima. En cualquiera de estos casos hay muchas cosas que podemos hacer, como adultos, para que atravesar este duelo sea lo menos traumático posible y que, por el contrario, enriquezca el desarrollo emocional de los más pequeños, que serán personas adultas en no mucho tiempo. 

A continuación exponemos una serie de recomendaciones para explicar la muerte a los niños, niñas y adolescentes de manera adecuada (Mesquida, Seijas, Rodríguez, 2015; Cunill, et. al, 2017; Ramos-Pla, Gairín, y Camats, 2018): 

  • Si hay una persona cercana que está en un proceso hospitalario, o presenta alguna enfermedad grave, es importante incluir a los menores, informarles de la situación y responderles todas las preguntas que tengan.
  • La persona que le comunique al niño o niña el fallecimiento debe ser alguien cercano, con quien tenga una conexión emocional suficiente que le facilite la expresión emocional y hacer preguntas.
  • En el caso de suicidios, con los más pequeños se debe limitar la información de la causa y llevarlo a términos de accidentalidad. En adolescentes, se recomienda abordar el tema de una voluntad de muerte, pero haciendo mucho énfasis en los procesos de trastorno mental, el sufrimiento y la falta de recursos personales que estaban acompañando el proceso. 
  • Utilizar la palabra ‘muerte’ con el fin de clarificar lo ocurrido, presentándola como una parte natural de la vida, evitando transmitir rechazo o sentimientos negativos frente a esta. Es importante ‘no contaminar’, ni proyectar en el niño o la niña nuestros propios miedos o carencias. 
  • Tener presente que hasta los más pequeños pueden entender el concepto de muerte, y pueden elaborar un duelo. Se debe adaptar a la etapa evolutiva y acompañarlos en el proceso, permitiéndoles la libertad de sentir a su manera. 
  • Cuando proceda, utilizar expresiones como ‘tenía una enfermedad’ o ‘llevaba mucho tiempo enfermo’, con el fin de generar la percepción de que lo habitual es tener una vida longeva, evitando generar miedo de una muerte inmediata. En menores adolescentes, es posible explicar en profundidad la causa, ya sea enfermedad, accidente o cualquier otra. 
  • Para los más pequeños se recomienda una explicación de cómo la muerte implica la detención de las funciones vitales -el corazón ya no funciona, ya no puede respirar, etc.-, pues el pensamiento simbólico se desarrolla hasta los 7 – 8 años de edad. 
  • Si el niño, niña o adolescente es quien se encuentra en un proceso de enfermedad, no se debe ocultar la información médica. Es posible que desde el inicio del malestar hubiera contemplado la posibilidad de morir, y se le debe acompañar en el proceso, sin negarlo, ni adelantarse a los acontecimientos. 
  • Cuando la muerte se presenta en un ambiente hospitalario, puede ser beneficioso contar con el apoyo de algún profesional en salud, que pueda ayudar a responder las dudas médicas frente al deceso. 
  • Algunos estudios sugieren que mantener y retomar las rutinas favorece significativamente la elaboración del duelo para los menores, buscando siempre mantener un ritmo que sea tolerable y permitiendo espacios de desconexión y distracción. 
  • Dar espacio a la expresión emocional, validando y acompañando estas emociones, transmitiendo esperanza. 
  • Mantener una ‘relación simbólica’ con la persona fallecida. Ayudar a los niños, niñas y adolescentes a redefinir su relación con el ser querido, buscando preservar recuerdos significativos. Incluso, una comunicación unilateral con esta persona, por medio de cartas, dibujos o similares, también puede ser beneficioso para ellos.
  • Asegurarse que el menor no se siente culpable por la muerte de la persona, e intentar reducir el miedo de que otro familiar pueda morir pronto. Esto es necesario especialmente con los más pequeños. 
  • Preguntarles si desean asistir a las ceremonias. Para esto, se les debe explicar en qué consistente estos rituales y lo que van a presenciar: ataúd, ceremonia ritual, llanto, tristeza, etc. Si decide asistir, debe estar en compañía de un adulto todo el tiempo. Si decide no hacerlo, respetar su decisión y no criticarlo por esto. Sin embargo, puede ser favorable abrir un espacio alternativo en el que se ofrezca una ceremonia personal de despedida.   

¿Qué se debe evitar al explicar la muerte a los niños?

Consiente o inconscientemente en situaciones de enfermedad, muerte o duelo, la familia realiza una serie de acuerdos y conductas en relación con los niños, bajo la creencia que eso facilitará el proceso. Sin embargo, hay muchos indicadores de que esto puede ser contraproducente. A continuación exponemos algunos aspectos que se deben evitar al explicar la muerte a los niños (Cunill, et. al, 2017; Ramos-Pla, Gairín, y Camats, 2018):

  • Apartar al niño, niña o adolescente del entorno, bajo la creencia que si no presencian nada relacionado con la situación, no sentirán dolor. 
  • Negar que los niños, niñas y adolescentes también necesitan elaborar un duelo.
  • Esperar que en los más grandes, la elaboración sea igual a la de un adulto, ignorando que conductas de irritabilidad, alteración en los ciclos de alimentación y sueño, bajo rendimiento académico, entre otros, responden al dolor, y están relacionados directamente con el proceso de duelo.    
  • Crear y usar fantasías para explicarle la muerte a los más pequeños, como por ejemplo ‘se fue al cielo’, ‘está durmiendo’ o ‘se fue de viaje’. Estas fantasías de muerte al no ser claras, en especial de cara al futuro, pueden generar falsas expectativas y magnificar el dolor innecesariamente. También evitar eufemismos como ‘se lo han llevado’, ‘ha desaparecido’ o similares, pues estos pueden generar miedo al abandono o a ser alejados de sus seres queridos
  • Mostrar la muerte como algo malo, algo que no debería pasar, incluido culpar al difunto o a sus cuidadores, frente a los niños y niñas.
  • Postergar dar la noticia. Ocultar por un tiempo lo ocurrido, o negar la situación. 
  • Forzar al niño o niña a ver, tocar, abrazar o besar al cadáver. Si desea, puede acercarse -preferiblemente cuando se hayan hecho los arreglos funerarios-, y se le debe acompañar en todo momento.
  • Forzarle a evitar jugar o distraerse.
  • Ignorar que en los niños y niñas los espacios de dolor y tristeza son intermitentes.

Es fundamental hablar de la muerte antes que se presente

Esperar hasta la muerte de un familiar o conocido para hablar de ella puede ser un error, pues cuando esto ocurre todo el sistema se encuentra alterado; y muchas veces no se pueden atender adecuadamente las necesidades de los niños, niñas y adolescentes, dificultado la elaboración de sus procesos de duelo. Frente a esto, algunas recomendaciones para explicar a los niños y niñas la muerte antes de que se presente (Ramos-Pla, Gairín, y Camats, 2018):  

  • Se recomienda que se hable abiertamente del tema, de forma espontánea cuando se presente la oportunidad -por ejemplo si se menciona en un programa de televisión-; o en espacios destinados para esto, abriendo la puerta a las preguntas y a la expresión de sentimientos.
  • También se puede abordar la muerte desde los procesos de la naturaleza, como la muerte de las flores y las hojas en otoño, la muerte de los animales, etc. 
  • Acorde con la edad, abordar temas como la muerte en la guerra, en los accidentes, por enfermedades, etc. 
  • En muchos países existen celebraciones relacionadas con la muerte, como el Día de los Muertos en México, el Festival de Obon en Japón, Chuseeok en Corea, o el Día de Todos los Santos en España, entre otros. Se puede investigar sobre ellas o participar directamente.   

Para una adecuada elaboración del duelo cuando llegue el momento, es fundamental que en casa se haya hablado de la muerte previamente y se maneje como algo natural. Si esto se logra, muy posiblemente los infantes y adolescentes logren elaborar un duelo de forma adecuada y toda la familia supere la pérdida. Sin embargo, si se evidencia un malestar mayor al esperado, la sintomatología no muestra señales de remisión, o los cuidadores sienten que no cuentan con las herramientas para acompañar el duelo de los menores, se recomienda buscar asesoría profesional para realizar el acompañamiento al duelo.

Referencias:

  • Cunill, M., Serda, B. C., Royo, J., Aymerich, M. (2017). Modelo IDA para la intervención en el duelo infantil. Psicosomática y Psiquiatría, 1 (1), 6-14. Recuperado de: dialnet.unirioja.es
  • Mesquida, V., Seijas, R., Rodríguez, M. (2015). Los niños ante la pérdida de uno de los progenitores: revisión de pautas de comunicación eficaces. Psicooncología, 12 (2-3), 417-428. Recuperado de: revistas.ucm.es
  • Ramos-Pla, A., Gairín, J., y Camats, R. (2018). Principios Prácticos y Funicionales en Situaciones de Muerte y Duelo para Profesionales de la Educación. REICE, 16 (1). Recuperado de: revistas.uam.es
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.