La maldad según la ciencia: Análisis monográfico

A través de este artículo monográfico realizamos una aproximación de la esencia y la naturaleza de la maldad humana, a la luz de la ciencia.

El bien, el mal y la disposición de las personas hacia alguna de estas dimensiones, han sido temas de interés para el ser humano desde el surgimiento de las primeras civilizaciones. Por siglos, la filosofía, la historia, la teología y el arte han intentado dar sentido a las distintas expresiones de bondad y maldad que caracterizan la conducta, tanto de los individuos, como de las sociedades. Sin embargo, el renovado interés por el estudio científico y la consolidación de diferentes disciplinas humanísticas que caracterizaron al siglo XX, ha abierto la puerta para el desarrollo de una auténtica ‘ciencia de la maldad’ en nuestra época.

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Esta tendencia, utilizaría la investigación empírica para responder cuestiones tan antiguas como ¿Por qué los seres humanos se destruyen entre sí?, ¿Son las personas perversas por naturaleza o se corrompen a lo largo de su vida?, o bien, ¿Es el mal algo inherente a toda sociedad o se puede aspirar a erradicarlo de forma permanente?

A continuación, se presentarán algunos avances destacados por parte de la ciencia en torno al estudio de la maldad. Esto, en un esfuerzo por mostrar tanto su complejidad como su importancia.

Obstáculos en el desarrollo de una ciencia de la maldad

El estudio de la maldad según la ciencia, no es una tarea sencilla. Esta es una dimensión compleja cuyas manifestaciones pueden ser observadas en la totalidad de las áreas de la experiencia humana. Además, la propia noción de maldad es un concepto esquivo para quien se disponga a estudiarla, ya que esta se encuentra subordinada a innumerables variables, como la cultura que la produce o la persona que la interpreta.

El Doctor Roy Baumeister destacó dos fenómenos principales que limitan la comprensión de la maldad y obstaculizan su estudio:

  1. Brecha de magnitud: Es la discrepancia que existe entre la importancia de un acto malvado para la víctima, y la importancia de la misma conducta para el perpetrador. Por lo general, un acto de crueldad o violencia tiene mayor influencia sobre la víctima que sobre el victimario, lo que hace que la percepción de una mala acción dependa del lado en el que el observador se sitúe en relación a ella.
  2. Mito del mal puro: Es la creencia de que existen fuerzas y personas que buscan hacer daño sin ningún motivo a víctimas inocentes, obteniendo placer en ello. Esta visión del mal absoluto es perpetuada por las tradiciones, la cultura y los medios.

Según este planteamiento, estas dos tendencias surgirían como una estrategia defensiva que permite a la gente distanciarse del mal, percibiéndolo como algo externo que no se relaciona con ellos. De tal forma, la maldad es considerada una entidad extraña que atenta contra su visión de lo correcto, y no como algo que forma parte de cada individuo (Baumeister, 1999).

¿Qué es la maldad para la ciencia?

No puede estudiarse empíricamente lo que no puede ser experimentado de manera directa. Por lo tanto, la ciencia estudia la maldad a partir de sus manifestaciones. De esta forma, esta puede ser definida como actuar de manera intencional, o causar que otros actúen, en formas que degraden, deshumanicen, lastimen, destruyan o maten a personas inocentes (Zimbardo, 2016). Esta definición excluye los daños accidentales o no intencionados, ya que se centra en la voluntad de dañar y no en el daño ocasionado.

Este concepto brinda una visión específica de la maldad, en donde esta no es una entidad abstracta y misteriosa encarnada por algún tipo de entidad simbólica. Por el contrario, la maldad es vista por la ciencia como algo tangible en la conducta de los individuos y que forma parte de una realidad social concreta.

Una forma de maldad según la ciencia es la inacción como manifestación de mal. Esto es, cuando un sujeto o una comunidad se niegan asistir a aquellos que requieren ayuda o a manifestarse en contra de un sistema maligno (Zimbardo, 2016). Este tipo de perversidad es especialmente relevante para disciplinas como la psicología social y la sociología, ya que ubica la maldad como un fenómeno comunitario.

Aproximaciones de estudio sobre la maldad según la ciencia

¿Se nace con ella o se aprende? La maldad es un fenómeno con muchas caras. Por lo tanto, existen muchas aproximaciones en su estudio. Mientras que algunas investigaciones se centran en actos específicos de violencia en contextos determinados; otros trabajos están más interesados en estudiar a los perpetradores de dichas prácticas malvadas. No obstante, la mayoría de los trabajos de investigación en esta materia están basados en una de las dos grandes hipótesis sobre el origen de la maldad:

  • Disposición al mal: Reconoce factores individuales internos como predisposición genética, rasgos de personalidad, factores de riesgo psicopáticos o alguna otra variable orgánica para explicar la conducta del sujeto malvado. Cree que algunos sujetos son más propensos al mal que otros.
  • Perspectiva situacionista: Considera todos los factores externos que influyen en el desarrollo de una conducta malvada. Piensa que, en las circunstancias adecuadas, todo individuo es capaz de actuar de forma malvada.

(Zimbardo, 2016).

En los últimos años se ha gestado en la ciencia una tendencia integradora. Esta considera ambas aproximaciones sobre el origen de la maldad como dos lados de una misma dimensión. Lo que significa que los resultados de una, no contradicen los de la otra. Solo amplían el conocimiento sobre una dimensión increíblemente compleja. Desafortunadamente, esto no significa que se complementen entre sí, ya que cada aproximación tiene sus propias debilidades.

Disposición al mal

‘La mala semilla’. Los seguidores de esta teoría piensan que existe una predisposición innata hacia el mal. Esta tendencia está basada en los avances de la psiquiatría tradicional y la psicología psicodinámica, así como en una aproximación genética de la psicopatología.

Los individuos son diagnosticados con desórdenes de la personalidad y enfermedades mentales que los hacen proclives a actuar de manera más violenta que los demás, y con menor miramiento de las normas sociales y las leyes (Zimbardo, 2016).

Padecimientos como los trastornos desafiante, narcisista y antisocial, son vistos como factores de riesgo para la conducta criminal y violenta. De igual forma, se realizan comparaciones a nivel biológico y genético en busca de factores individuales que expliquen la inclinación de algunas personas a cometer actos malvados o a sentirse menos sometidos a los lineamientos que la sociedad les exige.

Una de los puntos débiles más destacados de esta teoría, es el situar la maldad en individuos específicos, eximiendo a la sociedad de su responsabilidad. Así, al destacar las ‘malas semillas’ ubica la maldad como un agente extraordinario y externo. Esto, brinda la ilusión de que los malos son ‘ellos o ellas’, mientras que ‘nosotras o nosotros’ los ‘buenos’ estamos exentos de dicha condición (Zimbardo, 2016).

La solución que plantea este enfoque, es el tratamiento o aislamiento de los individuos detectados que afectan al resto de la comunidad. Por desgracia, esta división simplista de la sociedad entre ‘gente buena’ y ‘gente mala’ solo promueve estereotipos y obstaculiza el reconocimiento de la oscuridad que existe en cada individuo. Situación que dificulta el camino de la ciencia hacia un entendimiento pleno de la maldad.

Perspectiva situacionista

Los investigadores que siguen esta corriente piensan que la maldad es el producto de la influencia de medio sobre el individuo. Esto significa que cualquiera es susceptible de actuar de manera malvada si se le sitúa en las condiciones adecuadas y se le da la oportunidad (Zimbardo, 2016).

Esto quiere decir que no existe una tendencia innata hacia la maldad, sino que todos los individuos tendrían el potencial de ser mejores o peores, y que la tendencia hacia alguno de estos puntos radicaría en una serie determinada de factores externos.

Para algunos profesionales de la conducta, la maldad actuaría como un mecanismo adaptativo ante circunstancias tan desfavorables, que algunos individuos considerarían necesario destruir al otro para subsistir. Por otro lado, otra facción de investigaciones da mayor peso a la elección consciente del mal sobre el bien, y se centran en investigar los factores ambientales que influyen en esa elección (Zimbardo, 2016).

Al igual que la aproximación determinista, esta tendencia tiene limitaciones importantes. Si bien, existen investigaciones que han identificado algunos factores como el anonimato, la presión de grupo o la racionalización, como agentes que potencian la aparición de una conducta malvada; pocos han podido explicar por qué el efecto de los mismos no es igual en todos los sujetos. Esto sugiere la coexistencia de elementos individuales en juego que, ya sean innatos o aprendidos, demuestran la dificultad de estudiar la maldad a partir de solo la influencia del medio.

Ingredientes para el mal

Si bien, la ciencia no ha descubierto la receta para la maldad, si ha podido identificar, a lo largo de muchos años de experimentación, algunos factores que favorecen la manifestación de actos malvados en personas relativamente normales. Entre los más destacados se encuentran:

  • Desindividuación: Las personas tienden a comportarse de manera mucho más destructiva y violenta hacia otra persona, cuando forman parte de un grupo, y como consecuencia su identidad se ve diluida entre la masa. Esto presenta la conducta malvada como una manifestación colectiva, lo que facilita la expresión de las tendencias perniciosas del individuo.
  • Anonimato: Cuando una persona es capaz de ocultar su identidad de los demás, actúa de manera más desinhibida. Se ha observado que esta condición fomenta la conducta destructiva tanto en frecuencia como en intensidad, lo que hace del anonimato un elemento que potencia el comportamiento malvado en personas que actuarían de forma más controlada si pudieran ser identificadas.
  • Deshumanización: Este es un factor ampliamente utilizado por numerosos gobiernos durante guerras y conflictos políticos. Los dirigentes de una facción describen a sus contrincantes como animales, subhumanos u objetos de una maquinaria. Esto, debido a su ideología o pertenencia a un grupo determinado. Dicha estrategia, facilita que los distintos bandos cometan actos de extrema violencia o maldad sobre sus enemigos, escudados en la idea de ser superiores.

(Zimbardo, 2016).

El poder del mal

A la mayoría de las personas les gusta pensar que son los héroes de su propia vida. Por lo tanto, el ser evidenciado como un ser malvado suele trastocar dolorosamente la forma en que un individuo se ve así mismo. No obstante, la ciencia sugiere que la maldad puede tener sus ventajas.

Una investigación realizada por la Universidad de Harvard estudió el efecto que las buenas y malas acciones tienen en el desempeño de aquellos que las ejecutan. Para ello, los autores instruyeron a los participantes a realizar tareas que requieren cierto esfuerzo tras actuar de forma noble o maligna. Al analizar los resultados, se observó que tanto aquellos que habían actuado bien como mal manifestaron un considerable incremento en su fuerza voluntad y resistencia física. No obstante, este efecto era más notable en los voluntarios que realizaron acciones malvadas (Harvard University, 2010).

Estos datos significan un descubrimiento importante para el estudio de la maldad por parte de la ciencia. Esto, debido a que muestran el poder que tienen las acciones morales en un contexto real y observable. De igual forma, esto resultados revelan una realidad inquietante: que, aunque el actuar en consecuencia con nuestras creencias nos brinda el poder para lograr nuestras metas, los malos parecen tener la ventaja en este sentido.

Atraídos por el lado oscuro

Al analizar nuestra vida diaria, es difícil realizar juicios de valor absolutos que nos permitan separar con claridad la bondad de la maldad del mundo. Esta tarea es mucha más sencilla cuando el bien y el mal son encarnados en la ficción, como en libros, películas y series de televisión. En estos medios, la diferencia en la calidad moral entre los protagonistas y antagonistas suele ser muy clara. Por ello, el identificarse con el bueno de la historia y vencer a los malvados es la fuente principal de goce de este tipo de material. No obstante, no es extraño que nos veamos atraídos por la figura del villano, aun cuando reconozcamos que actúa de forma incorrecta y no aprobemos sus acciones. Esta inclinación por el lado oscuro puede tener una explicación científica. Misma que fue explorada por un estudio reciente de la Universidad de Northwestern.

Esta investigación sugiere que las historias y mundos ficticios brindan a las personas un refugio seguro para reconocer y expresar rasgos negativos que reconocen en ellas pero que no están dispuestas a aceptar.

Las personas quieren verse a sí mismas bajo una luz positiva. El encontrar similitudes entre ellas y una mala persona puede ser muy incómodo. Colocando a esa persona en un contexto ficticio, es posible atenuar el rechazo sentido por esa figura y poder disfrutar de las acciones malvadas que ella comete.

Esta identificación de la maldad según la ciencia, se ve comprobada por el hecho de que la elección de villanos no es azarosa. Aquellos que secretamente se ven atraídos por el caos y la desobediencia suelen sentirse conectados con villanos como el Joker, mientras que aquellos que comparten la ambición e intelecto de Voldemort en la saga de Harry Potter, se ven conquistados por sus villanías (Krause, Rucker, 2020).

El origen de la moralidad

Ya sea la maldad algo con lo que se nace, o bien un patrón que se aprende a lo largo del tiempo. Es indudable que hacer el mal comienza con una elección relativamente libre. Elección que responde a un juicio moral determinado. Ante esta realidad, investigadores de la Universidad de Virginia se dieron a la tarea de explorar el mecanismo a partir del cual los individuos eligen actuar de buena o mala manera.

Jonathan Haidt, director del citado trabajo, menciona tres principios que determinan la forma en que una decisión moral es tomada:

  • Primacía intuitiva: Establece que los juicios morales son influidos por nuestras emociones.
  • La moralidad es una herramienta social: Significa que las personas entablan un razonamiento moral para persuadir a los demás de su propia virtud o para recibir su apoyo.
  • La moralidad une y construye: Esto implica que la moralidad es crucial para la evolución de las sociedades humanas en grandes grupos que cooperan entre sí.

(University of Virginia, 2007).

Al observar la moral desde este punto de vista, es posible darse cuenta que la decisión de cometer actos malvados está sujeta a factores más allá de la evaluación fría de las consecuencias de dichas acciones. Se encuentran involucrados elementos psicológicos complejos que responden a emociones como el miedo, la ira y el deseo. De igual forma, estos actos perniciosos se presentan en un contexto social determinado y cumplen una función dentro de él que supera los beneficios que significan para el individuo. Visto de esta forma, cualquier decisión, ya sea bondadosa o malvada, está lejos de ser desinteresada o inútil, lo que hace su categorización moral algo aún más relativo.

La culpa y la vergüenza frente a la maldad según la ciencia

Salvo aquellos individuos que sufren un trastorno de personalidad antisocial, cualquier persona que comete un acto que sabe es maligno, se ve normalmente acosado por dos emociones: culpa y vergüenza.

Para comprender la función que estas emociones juegan en la toma de decisiones morales un grupo de investigación estadounidenses analizó el papel de la culpa y la vergüenza en el desarrollo de patrones de conducta delictivos.

En primer lugar, se encontró que aquellos individuos que manifestaron culpa de manera más frecuente durante su infancia eran menos propensos a incurrir en conductas autodestructivas y delictivas. Lo que sitúa esta emoción como una dimensión que previene a los sujetos de cometer actos malvados o destructivos.

Por otro lado, la sensación de vergüenza tuvo un efecto opuesto. Aquellos individuos que expresaron sentirse avergonzados de manera continua durante las primeras etapas del desarrollo, resultaron incurrir en delitos y adicciones de manera más frecuente.

De esta forma, la culpa se presentacomo un mecanismo moral capaz de regular la conducta de los individuos, mientras que la vergüenza es un factor que influye de manera negativa en el desarrollo de las personas (Tangney, Stuewig, Mashek, 2007).

Esta información hace evidente la importancia de saber distinguir entre estas dos dimensiones dentro del ámbito de la educación y el desarrollo psicológico. La culpa es generada a partir de la empatía y la comprensión de los lineamientos morales y éticos. En contraste, la vergüenza es un sentimiento que surge cuando las personas se evalúan como ineficientes o poco dignas, lo que degrada la imagen que cada persona tiene de sí misma. Dicha situación puede, finalmente, ocasionar que la persona dirija su dolor hacia los demás en forma de agresión.

Narcisismo maligno

Si existe algún tipo de evidencia en la psicología clínica que apoye la teoría determinista sobre el origen del mal, ésta se presenta en el caso del narcisista maligno.

El narcisismo maligno es una combinación entre los trastornos narcisista y antisocial de la personalidad. Este se considera crónico, sin remisión, y sin respuesta a tratamiento psicoterapéutico o farmacológico.

Los individuos diagnosticados con esta condición se caracterizan por su propensión a cometer actos destructivos e ilegales, su incapacidad para entablar relaciones personales y su carencia de empatía o remordimiento. Tienden a deshumanizar a sus víctimas y es común que las hagan responsables de sus actos a través de la manipulación.

Entre sus rasgos más distintivos se encuentran:

  • Son superficialmente encantadores y locuaces.
  • Se tienen en muy alta estima y suelen ser arrogantes.
  • Ausencia total de remordimiento ante sus acciones.
  • Falta de empatía.
  • Acostumbran manipular, engañar y dramatizar.
  • Conducta antisocial en la vida adulta.
  • Dificultad para controlar sus impulsos.
  • Necesidad de ser admirados.

(Corti, Bellotti, 2020).

Cuando sus deseos no son cumplidos, suelen entrar en momentos de crisis donde buscan vengarse o dañar a aquellos que consideran responsables de su fracaso o humillación. Suelen tener aliados a quienes manipulan para luego asignarles toda la responsabilidad de sus acciones o crímenes.

Este trastorno no está reconocido oficialmente en el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5). Sin embargo, existen numerosos estudios sobre él, principalmente en casos de delincuentes convictos.

La construcción de una ciencia de la maldad

Como es posible observar, el estudio científico de la maldad implica el seguimiento de distintas tendencias y enfoques de investigación. Desde la perspectiva determinista que busca factores particulares en el individuo, hasta la psicología social que explora los mecanismos ambientales que pueden favorecer la corrupción del sujeto común. Este es un reflejo de lo increíblemente compleja que es una dimensión como la maldad. Lo que significa que las respuestas en torno a ella no provendrán de una sola fuente.

Es necesario tomar en cuenta cada uno de los caminos que toma la ciencia para profundizar sobre la esencia de la maldad. Es de esta forma que podremos entender dicha entidad en sus diferentes facetas y expresiones. Solo así será posible construir un aparato teórico lo suficientemente sólido para poder hacerle frente, y lograr con ello que el conocimiento prevalezca sobre el mal.

Referencias:

  • Baumester, R. (1999) Evil: Inside Human Violence and Cruelty. Ciudad de Nueva York, W H. Freeman and Company.
  • Corti, G., Belloti, J. (2020) Narcisismo Maligno: “La Quintaescencia de la maldad”. Psicología.com. volumen 24. Recuperado de: psiquiatria.com
  • Harvard University. (2010). Being naughty or nice may boost willpower, physical endurance. ScienceDaily. Recuperado de: www.sciencedaily.com
  • Krause, R., Rucker, D. (2020) Can Bad Be Good? The Attraction of a Darker Self. Psychological Science, DOI: 10.1177/0956797620909742
  • Tangney, J., Stuewig, J., Mashek, D. (2007) Moral Emotions and Moral Behavior, Annual Reviews Psychology, número 58, p.p. 245-372, DOI: 10.1146/annurev.psych.56.091103.070145
  • University of Virginia. (2007). Revealing The Origins Of Morality — Good And Evil, Liberal And Conservative. ScienceDaily. Recuperado de: www.sciencedaily.com
  • Zimbardo, P. (2016) A Situationist Perspective on the Psychology of Evil: Understanding How Good People Are Transformed into Perpetrators. The Social Psychology of Good and Evil. The Guilford Press, p.p. 21-50.

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
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Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.