Modelo transteórico de cambio de Prochaska y Diclemente

El modelo transteórico de cambio intenta condensar las nociones más importantes de diferentes escuelas terapéuticas en una estrategia general de afrontamiento frente al cambio.

De acuerdo con sus autores, el modelo transteórico de cambio surge como un esfuerzo por compartir las distintas intuiciones desarrolladas por los diferentes modelos de la psicología clínica, con aquellas personas que normalmente no se benefician de ella. Para Prochaska y sus colaboradores, ningún enfoque teórico podría adecuarse clínicamente a todos los problemas, pacientes y situaciones; por ello, se propusieron desarrollar un modelo que integrara las nociones teóricas y técnicas más importantes de las diferentes escuelas terapéuticas (Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006).

El modelo transteórico de cambio fue desarrollado por James Prochaska y Carlo Diclemente a principios de la década de los ochenta, como una forma de explicar los cambios por los que atraviesan las personas con algún tipo de adicción. A lo largo de los años, este enfoque se ha enriquecido por las aportaciones de diferentes colaboradores, y extendido su alcance a otro tipo de conductas. Debido a ello, ha logrado ser la base de distintas estrategias de intervención dentro y fuera del ámbito clínico.

A continuación, se explicarán algunas de las características más importantes de esta corriente.

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Principios del modelo transteórico de cambio

El modelo transteórico considera que el cambio no es un solo fenómeno que se da de forma continua. Por el contrario, propone que éste se presenta a través de una serie de etapas que las personas deben experimentar. En este sentido, para que un sujeto inicie un cambio, debe tomar conciencia de la fase en que se ubica, ya que este se encuentra determinado por dicha secuencia (Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006).

Por otro lado, el modelo transteórico de cambio está construido sobre la idea de que, a pesar de sus diferencias, la mayoría de las terapias existentes en el ámbito clínico pueden ser resumidas en principios esenciales denominados: “procesos de cambio” (Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006). Según este enfoque, estos procesos pueden ser utilizados como estrategias de afrontamiento que permitan a las personas moverse proactivamente hacia la acción o cambio. El momento y la forma en que esto debe realizarse dependerá de la etapa del cambio en la cual cada sujeto se encuentre (Prochaska, et.al 1994).   

Cabe señalar que este modelo integrativo sugiere que ningún sistema terapéutico es superior a otro. Pero más importante, que el conjunto de modelos psicoterapéuticos no es superior a la determinación individual que tienen las personas para cambiar, cuando manifiestan la suficiente voluntad de hacerlo (Prochaska, citado por Flórez, 2005).

Las etapas del cambio según el modelo transteórico

De acuerdo al modelo transteórico de Prochaska, las etapas del cambio son las siguientes:

  • Precontemplación: en ella, las personas no manifiestan intenciones de cambiar su conducta; niegan la necesidad de un cambio; o incluso, no son conscientes de que tienen un problema. También es común que las y los sujetos en esta fase adjudiquen sus problemas a otras causas distintas a su comportamiento.   
  • Contemplación: durante esta etapa, las personas ya reconocen que tienen un problema y comienzan a considerar alternativas de solución. Durante este periodo, se realiza un análisis de las posibles causas de su situación y se crean planes indefinidos de acción.
  • Preparación: consiste en integrar estrategias de acción concretas para llevarlas a cabo los siguientes meses. Las personas en esta etapa se encuentran haciendo los ajustes finales para comenzar a cambiar su comportamiento.
  • Acción: en esta fase las personas se encuentran modificando abiertamente su comportamiento y su ambiente. En este periodo se invierte la mayor cantidad de energía y tiempo.
  • Mantención: en esta etapa las personas intentan consolidar las ganancias que se han obtenido durante la acción; luchando por no recaer.
  • Finalización: esta fase constituye la última meta de todo cambio y consiste en la eliminación de la conducta o problema; o bien, la adquisición del comportamiento deseado. Esto, sin temor a recaídas.

(Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006).

Es importante señalar que, aunque la progresión lineal hacia al cambio es posible; es muy rara. En la mayoría de los casos, las personas no conservan sus ganancias en el primer intento, recayendo en viejos patrones. Por esta razón, en escritos recientes, Prochaska y sus colaboradores consideran la inclusión de una fase intermedia entre la mantención y la finalización: una etapa de reciclaje, donde las personas regresan a fases anteriores (Prochaska, Norcross, 2010).

Un cambio en espiral

Una persona que inicia un cambio, avanza de la contemplación a la preparación, para luego actuar y buscar mantenerse. No obstante, es muy común que existan tropiezos que la lleven de nuevo a la fase de contemplación, o incluso la sumerjan en la negación de la precontemplación, antes de renovar sus esfuerzos. Esto implica que los cambios no suelen darse de forma lineal; sino que el proceso traza una espiral, donde después de varios intentos y fracasos, las personas logran su objetivo (Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006).

Cabe señalar que esta etapa de reciclado en el cambio no es considerada por el modelo transteórico como una falla en el proceso, sino que es vista como un periodo de aprendizaje necesario que ayuda a las personas a levantarse con renovada fuerza (Prochaska, Norcross, 2010).

El objetivo del cambio

De acuerdo al modelo transteórico, el objetivo del cambio es bastante claro: dar por terminada una conducta indeseable; o bien, adquirir una que se busca tener. Para algunos expertos, es imposible alcanzar esta meta en su totalidad, considerando lo común que son las recaídas. No obstante, Prochaska y sus colaboradores proponen que la finalización de una conducta es posible; y para ello, sugieren ciertos criterios:

  • Una nueva autoimagen: Es decir que las personas se representan a sí mismas sin considerar la conducta indeseable.
  • No hay tentación en ninguna situación: con la ayuda de la nueva autoimagen, se ha eliminado la tentación de recaer en una conducta inadecuada.
  • Autoeficacia sólida: es decir, se ha desarrollado la confianza suficiente para funcionar libre del mal comportamiento anterior.
  • Un estilo de vida más saludable: significa que el individuo ha aprovechado el proceso de cambio en otras áreas de su vida y ha mejorado su salud y bienestar en general.

(Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006).

Esta postura sugiere que una vez que una conducta es terminada, puede resultar en el inicio de nuevos cambios. Esto se presentaría debido a que las y los individuos que ven recompensado su esfuerzo al lograr un cambio, se ven impulsados a utilizar las herramientas y la autodisciplina obtenidas en procesos anteriores para mejorar otras áreas de su vida (Prochaska, Norcross, 2010).

Procesos de cambio

De acuerdo al modelo transteórico de cambio, los llamados “procesos de cambio”, son la auténtica variable independiente responsable de las tendencias que adopta el comportamiento (Prochaska, Diclemente, citados por Flórez). Estos son definidos como cualquier actividad que una persona emprende para ayudarse a modificar su pensamiento, sentimientos o conducta. Para los autores de esta postura, los procesos de cambio pueden distinguirse en dos grupos:

  • Procesos experienciales: son estrategias cognoscitivas y afectivas que ayudan a las personas a tomar conciencia de la naturaleza, origen y severidad de sus problemas; así como a cambiar las representaciones que tienen de su propia realidad.
  • Procesos conductuales: son aquellos que conducen a las y los individuos a actuar directamente o a mantener una conducta.

(Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006).

Procesos de cambio considerados por el modelo transteórico

Prochaska y sus colaboradores identificaron distintos procesos de cambio efectivos dentro de las diferentes escuelas psicoterapéuticas. Aunque a lo largo de su obra analizan más, los siguientes nueve son los más citados:

  • Toma de conciencia: implica el descubrimiento de pensamientos y sentimientos ocultos, así como la obtención de nuevo conocimiento sobre nosotros mismos y los problemas que enfrentamos.
  • Liberación social: es involucrarse en cualquier alternativa nueva proveniente del mundo externo, que nos ayude a comenzar o continuar con el cambio.
  • Activación emocional: implica alcanzar una experiencia emocional significativa o catártica relacionada con el problema que se debe enfrentar.
  • Reevaluación de sí mismo: es un análisis personal que permite ver cuánto y cómo un problema entra en conflicto con nuestros valores.
  • Compromiso: involucra asumir que somos los únicos responsables de nuestro cambio, así como el presionarnos para lograr nuestro objetivo.
  • Contrarrestar: es el sustituir respuestas no saludables por conductas saludables.
  • Control del ambiente: implica reestructurar nuestro entorno, de forma tal, que se reduzca la posibilidad de que se cometa la conducta indeseable.
  • Recompensas: es brindarnos premios o buscar alicientes que nos motiven a continuar o mantener el cambio.
  • Relaciones de ayuda: consiste en involucrar a las personas significativas en nuestra vida, buscando su apoyo para lograr el cambio.

(Prochaska, Norcross, Diclemente, 2006).

Ejemplo de los diferentes procesos de cambio aplicados a un caso

Imaginemos que una persona se da cuenta que presenta un nivel de obesidad peligroso, por lo que decide cambiar su alimentación. Es decir, que se encuentra en la fase de contemplación frente a un problema que desea cambiar. En este sentido, algunos ejemplos de procesos de cambio que pueden ser planificados y puestos en marcha durante las fases de preparación y acción son:

  • Toma de conciencia: Visitar a un médico que le informe de los daños y riesgos que el sobrepeso ocasiona en su organismo.
  • Liberación social: Acudir a lugares que sirvan comida saludable; o bien, evitar las cadenas de comida rápida.
  • Activación emocional: Ponerse en contacto con personas que tuvieron el mismo problema y que lo superaron; o bien, informarse sobre aquellos casos que terminaron de forma desfavorable.
  • Reevaluación de sí mismo: Realizar una lista sobre los beneficios que este cambio podría provocar en su vida, así como sobre las repercusiones que la obesidad ha tenido a lo largo de su historia.
  • Compromiso: Hacer públicos sus objetivos para incrementar la presión hacia el cumplimiento de sus metas.
  • Contrarrestar: Tener listos snacks saludables para consumirlos en momentos de antojo.
  • Control del ambiente: Dejar de comprar dulces o alimentos ricos en grasa para llenar la despensa con alternativas más saludables.
  • Recompensa: Comprarse ropa nueva cada vez que se baje de talla.
  • Relaciones de ayuda: Solicitar la ayuda de sus familiares y amigos para que no le presenten alternativas tentadoras.

Aplicaciones del modelo transteórico de cambio

Finalmente, es importante mencionar que el modelo transteórico se ha aplicado frente a distintas situaciones, con diferentes niveles de éxito. Algunas de las áreas más importantes en este sentido son:

  • Tabaquismo
  • Alcoholismo
  • Consumo de cocaína
  • Control de peso
  • Conducta criminal en adolescentes
  • Prácticas de sexo seguro
  • Uso de condón
  • Uso de protector solar
  • Entrenamiento físico
  • Apego a tratamientos
  • Prácticas preventivas en fumadores

(Prochaska, et.al 1994; Sánchez, Gracíza, Landabaso, 1998; Flórez, 2015; Berra, Muñoz, 2018).

Es relevante señalar que este tipo de programas son utilizados no sólo para eliminar conductas peligrosas o indeseables; sino también, para establecer comportamientos más saludables. Esto quiere decir que el modelo transteórico no solo sería aplicable frente a problemas específicos como las adicciones o el sobre peso; sino que se presenta como una alternativa útil para cualquier persona que busque mejorar su vida de alguna forma.

Referencias

  • Berra, E., Muñoz, S. (2018). El modelo transteórico aplicado al cambio de conductas relacionadas con la reducción del peso corporal. Revista Digital Internacional de Psicología y Ciencia Social, volumen (4), número (2). cuved.unam.mx  
  • Flórez, L. (2005). Evaluación de los procesos de cambio propuestos por el modelo transteórico, en estudiantes de secundaria y universitarios consumidores de alcohol. Acta colombiana de psicología, volumen (8), número (1). scielo.org.co
  • Prochaska, J., Velicer, W., Rossi, J., Goldstein, M., Marcus, B., Rakowski, W., Fiore, Ch., Harlow, L., Redding, C., Rosenbloom, D., Rossi, S. (1994). Stages of change and decisional balance for 12 problem behaviors. Health Psychology, volumen (13), número (1), 39-46. researchgate.net
  • Prochaska, J., Norcross, J., Diclemente, C. (2006). Changing for Good: A Revolutionary Six-Stage Program for Overcoming Bad Habits and Moving Your Life Positively Forward. Nueva York, Nueva York, Estados Unidos de América. Quill. [Documento PDF].
  • Prochaska, J., Norcross, J. (2010). Systems of Psychotherapy: A Transtheoretical Analysis. Belmont, California, Estados Unidos de América. Brooks/ Cole. silo.pub
  • Sánchez, A., García, F., Landabaso, V.  (1998). Participación en actividad física de una muestra universitaria a partir del modelo de las etapas de cambio en el ejercicio físico: Un estudio piloto. Revista de Psicología del Deporte, volumen (7), número (2), pp. 233-245. ddd.uab.cat
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.