Pruebas proyectivas: escasa evidencia y otras críticas

A pesar del rechazo de la comunidad científica y de las diversas críticas a su validez y confiabilidad, las pruebas proyectivas se siguen empleando en numerosos ámbitos.

Por muchos años, las pruebas proyectivas gozaron de una popularidad tan grande dentro del ámbito de la psicología clínica y la psiquiatría, que su uso llegó a ser considerado un elemento fundamental e indiscutible en el diagnóstico y tratamiento de distintos trastornos mentales (Bernstein, Nietzel, 1982). No obstante, en las últimas tres décadas, las pruebas proyectivas han sido objeto de numerosas críticas que cuestionan diversos aspectos de su construcción, aplicación e interpretación. Gran parte de estos argumentos están basados en estudios formales serios, que han evidenciado las vulnerabilidades de estos instrumentos como herramientas diagnósticas. Curiosamente, estas objeciones no han disminuido el uso de dichas técnicas en un sector importante de profesionales de la salud mental, el ámbito educativo, e incluso de la selección de personal, quienes siguen depositando su confianza en este método tan controvertido de evaluación psicológica (Piotrowski, 2015).  

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¿Qué son las pruebas proyectivas?

Las pruebas proyectivas son técnicas de diverso tipo empleadas en los ámbitos de la salud mental, selección de personal y educativo, entre otros; con el fin de evaluar la dinámica o estructura de la personalidad del paciente o cliente, así como aspectos emocionales relacionados con ella. Esto se realiza a través de la presentación de estímulos ambiguos o carentes de estructura, que deben ser interpretados de alguna forma por el sujeto evaluado (Berstein, Nietzel, 1982; Sabogal, 2004; Sánchez, 2020).

Estas técnicas parten de la idea de que en toda percepción existiría una proyección, tanto consciente como ‘inconsciente’, de las ideas o emociones de la persona; pudiéndose identificar patrones ‘normales’ o patológicos de la personalidad (Vives, 2006).

No existe un acuerdo unánime de las características que distinguen a una prueba proyectiva; no obstante, es posible relacionar ciertos criterios que en su conjunto las definen:

  • Son sensibles al aspecto ‘inconsciente’ de la personalidad.
  • Permiten que se genere una gran diversidad de respuestas.
  • Miden multiplicidad de aspectos de la personalidad.
  • Los y las pacientes no son conscientes del significado de sus respuestas.
  • Generan una gran cantidad de datos de evaluación.
  • Utilizan estímulos ambiguos.
  • Brindan una interpretación integral de la personalidad.
  • Reflejan las fantasías del paciente.
  • No existen respuestas correctas o incorrectas en ellas.

(Lindzey, 1959).

Críticas por la falta de confiabilidad y validez de las pruebas proyectivas

Entre las críticas más importantes a las que se enfrenta el uso de pruebas proyectivas, es el hecho de que muchas carecen de validez y confiabilidad, de acuerdo a los estándares de la psicometría (Sabogal, 2004).

Críticas a la validez

La validez es un indicador estadístico que determina que tanto una prueba, instrumento o estudio psicológico mide lo que dice medir. En este sentido, las pruebas proyectivas se enfrentan a un obstáculo muy importante, ya que pretenden dimensionar facetas ‘inconscientes’ de la personalidad que no son observables o cuantificables; por lo que sus resultados son muy difíciles de medir (Sabogal, 2004).

En muchas ocasiones, los estudios que pretenden comprobar la validez de una prueba de este tipo, utilizan grupos con un diagnóstico ya establecido, lo que brinda a sus resultados mayor validez de la que realmente tiene. De esta forma, se argumenta que los instrumentos son capaces de detectar indicadores que se repiten en la población afectada y no en la sana; aunque en la realidad, esto no significa que dichos indicadores sean propios de la patología estudiada y no pertenezcan a otro tipo de trastorno (Vives, 2006).

Ante estas críticas, algunos defensores de las pruebas proyectivas aseguran que la validez de este tipo de instrumentos puede obtenerse de forma indirecta, a través del contraste con otros datos del paciente y la riqueza de las respuestas generadas (Sabogal. 2004). Desafortunadamente, este tipo de argumentos solo destacan la poca solidez que estas evaluaciones tienen por sí mismas.

Críticas a la confiabilidad

El nivel de fiabilidad o confiabilidad indica en que grado un instrumento o técnica es capaz de ofrecer resultados similares en condiciones diferentes (Matsumoto, 2009). En este sentido, la confiabilidad de las pruebas proyectivas es tan difícil de comprobar como lo es la validez. Las aproximaciones de forma paralela como split-half o test-retest, no tienen sentido para las técnicas proyectivas, arrojando resultados poco conclusivos en los estudios de este tipo (Bernsterin, Nietzel, 1982).

Frente a esta situación, los defensores de estas pruebas han utilizado métodos como el de jueces expertos, el cual solo ha obtenido cierto éxito en algunas evaluaciones como la prueba de Rorschach. De esta forma, la confiabilidad de estas técnicas es atribuida, en la mayor parte de los casos, solo a la obtención de patrones en las respuestas (Sabogal, 2004); lo que es un recurso insatisfactorio para los estándares de la evaluación psicológica.

Críticas sobre la definición y clasificación de las pruebas proyectivas

Las pruebas proyectivas han recibido críticas incluso en lo referente a su propia definición. El mayor problema en este sentido es la vaguedad de su concepto; ya que, técnicamente, cualquier prueba o estímulo podría utilizarse de forma proyectiva, siempre y cuándo el o la profesional tenga la intención de interpretar las respuestas del paciente en busca de elementos que definan los componentes o dinámica de su personalidad (Bernstein, Nietzel, 1982). De esta forma, es posible encontrarse con un gran número de técnicas de muy diversos tipos, que son consideradas evaluaciones proyectivas, y que siguen modelos de aplicación e intervención muy diferentes entre sí.

A lo largo de los años, han surgido distintas clasificaciones que toman en cuenta diferentes aspectos de las pruebas proyectivas. Algunas se basan en el tipo de tarea que se solicita a la persona evaluada durante el estudio, mientras que otras distinguen el tipo de dimensión que pretenden analizar; también hay autores que consideran la forma en que las distintas técnicas se encuentran constituidas (Vives, 2006).

Un tipo de categorización de esta clase que ha mostrado su utilidad práctica en el ámbito clínico, es la realizada por Lindzey en 1959; la cual clasifica estas herramientas de acuerdo al tipo de respuestas provocadas en el evaluado:

  • Asociación: por ejemplo, el Rorschach, donde el evaluado debe asociar una mancha de tinta con alguna idea.
  • Construcción: por ejemplo, el TAT, donde la persona debe construir una historia inspirada en una imagen.
  • Completar: por ejemplo, el test de frases incompletas de Sacks.
  • Jerarquización: por ejemplo, el test de colores de Lüscher, donde la persona debe ordenar una serie de tarjetas de colores.
  • Expresiva: donde el o la paciente debe elaborar un producto. Por ejemplo, el test de la figura humana de Machover.

(Lindsey, 1959).

Críticas sobre la interpretación de las pruebas proyectivas

Las críticas formuladas en contra de las pruebas proyectivas no se limitan a su concepto o validez, sino que se extienden a la misma interpretación de las mismas; lo que constituye una vulnerabilidad muy evidente en torno a la aplicación de este tipo de instrumentos.

Uno de los grandes problemas que entraña la interpretación de una prueba proyectiva, es el que ésta se encuentra sujeta a las apreciaciones y opiniones del evaluador, así como a su experiencia clínica, su propio historial de aprendizajes -personal y profesional- y su pericia en el manejo de dicha técnica. Por tal motivo, algunos críticos han manifestado que los datos obtenidos a través de estas pruebas expresan más acerca de las personas que las aplican, que de aquellas dimensiones que suponen evaluar (Bernstein, Nietzel, 1982). Más allá del manifiesto riesgo de contaminación de la información, de los sesgos y de las posibles injerencias atribuibles al psicólogo o psicóloga, muchas pruebas proyectivas cuentan con diferentes métodos no estandarizados para su calificación; como es el caso del dibujo de la figura humana (Sabogal, 2004). Esto implica que cada terapeuta o evaluador la realizará a su antojo.

Además, más allá de lo anterior, existe una tendencia importante por parte de instituciones y personas no-profesionales, de interpretar los resultados de estas pruebas de forma errónea, indiscutible o descontextualizada; lo que ha ocasionado además que su uso se trivialice o se utilice en favor de intereses que están muy lejos de corresponder a los de los pacientes o clientes evaluados (Bernstein, Nietzel, 1982).

Buscando evitar este tipo de sesgos, algunos de los defensores de las pruebas proyectivas optan por incluir este tipo de evaluación como parte de un conjunto más grande de técnicas de diagnóstico, que en ocasiones incluyen instrumentos psicométricos. Desafortunadamente, esta estrategia corre el riesgo de contaminar la información recibida en lugar de corroborarla, dificultando la formulación de un juicio clínico definitivo (Sánchez, 2020).

Uso de las pruebas proyectivas

Como se ha podido observar, las pruebas proyectivas son objeto de diversas críticas que cuestionan aspectos centrales de su construcción y aplicación. No obstante, este hecho no ha ocasionado que estos instrumentos pierdan popularidad en la práctica clínica cotidiana; siendo utilizados por muchos profesionales de la salud mental, tanto a nivel privado como institucional (Piotrowski, 2015).

Esta tendencia en contra de la evidencia empírica puede ser explicada por la intervención de ciertos factores circunstanciales:

  • Rigidez profesional: a algunos especialistas clínicos les es muy difícil renunciar a ciertos hábitos, ideologías y prácticas; cerrándose a información distinta a la recibida en su formación profesional original en torno a la práctica terapéutica.
  • Consideración selectiva de investigaciones: muchos psicólogos y psicólogas prestan atención solo a aquellas publicaciones que favorecen sus métodos e ideas, ignorando aquellas que las contradicen. Una suerte de sesgo de confirmación.
  • ‘Expertos’ en pruebas proyectivas: existen profesionales que, por alguna razón, son capaces de formular inferencias precisas a partir de los datos arrojados por las pruebas proyectivas. Hecho que brinda la ilusión de que estas son válidas en todos los casos.

(Bernstein, Nietzel, 1982).

Conclusión

Ante esta realidad, adoptar una mera postura de rechazo y censura frente a las pruebas proyectivas, sería una estrategia ingenua e inefectiva; y más teniendo en cuenta la enorme popularidad de la que gozan y el uso masivo e indiscriminado con el que se aplican. Por el contrario, es necesario continuar estudiando estos instrumentos con el fin de poner a prueba su utilidad, fiabilidad, confiabilidad y validez, bajo las exigencias de la ciencia. Solo a través del trabajo de investigación y de la divulgación pública de los datos científicos obtenidos podremos aspirar a la construcción de una práctica clínica basada en los hechos; esto es, en la evidencia científica.

Referencias:

  • Bernstein, D., Nietzel, M. (1982) Introducción a la psicología clínica. Ciudad de México, México. McGraw-Hill. Recuperado de: academia.edu
  • Kubiszyn, T., Meyer, G., Finn, S., Eyde, L., Kay, G., Moreland, K., Dies, R., Eisman, E. (2000) Empirical Support for Psychological Assessment in Clinical Health Care Settings. Professional Psychology: Research and Practice, volumen (31), número (2), pp. 119-130. Recuperado de: utoledo.edu
  • Lilienfeld, S., Wood, M., Garb, H., (2000) The scientific status of projective techniques. Psychological science in the public interest, volumen (14), número (2), pp. 27-66. Recuperado de: semanticscholar.org
  • Lindzey, G. (1959) On the classification of projective techniques. Psychological Bulletin, volumen (56), número (2), pp. 158–168. DOI: doi.org
  • Piotrowski, C. (2015) Projective Techniques Usage Worldwide: A Review of Applied Settings 1995-2015. Journal of the Indian Academy of Applied Psychology, volumen (41), número (3), pp. 9-19. Recuperado de: researchgate.net
  • Sabogal, L. (2004) Pruebas proyectivas: acerca de su validez y confiabilidad. Duazary, volumen (1), número (2), pp. 134–137. DOI: doi.org
  • Sánchez, R. (2020) Pruebas proyectivas: ¿Son útiles para la evaluación infantil? Carta al editor. Revista chilena de pediatría, volumen (91), número (3). Recuperado de: scielo.conicyt.cl
  • Vives, M. (2006) Test Proyectivos: Aplicación al diagnóstico y tratamiento clínicos. [Documento PDF]. Recuperado de: publicacions.ub.es
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.