Antipsiquiatría: bases epistemológicas, historia y aportes

La antipsiquiatría cuestiona el papel que tiene la psiquiatría como estrategia de intervención y como herramienta de control social.

La antipsiquiatría es un movimiento político, social y académico que cuestiona el enfoque biologicista, la violencia institucional y la relación vertical entre especialistas y pacientes que caracterizan a la psiquiatría tradicional. De esta forma, pone en duda la validez de la noción de enfermedad mental, y asume una postura crítica frente a las estrategias de intervención adoptadas por la práctica psiquiátrica (Desviat, 2006).

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¿Qué es la antipsiquiatría?        

Desde su consolidación, a mediados del siglo pasado, la antipsiquiatría se ha expresado de diferentes formas a lo largo de su historia. No obstante, sus distintas manifestaciones parten de un argumento en común: la crítica del saber psiquiátrico en tanto institución de verdad y mecanismo de poder. Lo que implica la búsqueda de nuevas maneras de pensar y abordar las diferencias subjetivas; que generen a su vez, alternativas para el tratamiento de las conductas atípicas (Vásquez, 2011; Cea, Castillo, 2016).

La antipsiquiatría es un movimiento político de impugnación radical del saber psiquiátrico. Mismo que esta postura considera un medio de violencia y control. De esta manera, cuestiona la conveniencia y efectividad de la hospitalización e institucionalización como formas de atención frente a los patrones mentales y conductuales que se alejan de la norma social. En este sentido, promueve una práctica clínica que favorezca un clima de libertad para los pacientes, libre de violencia y restricciones (Desviat, 2006; Vásquez, 2011).

La antipsiquiatría describe el concepto de enfermedad mental y las prácticas psiquiátricas tradicionales como herramientas de control, exclusión y marginación cultural; las cuales permiten a las sociedades modernas preservar la ilusión de que la salud y la bondad provienen de la homogeneidad. Por lo que todo lo que se aleje de la norma debería regularse o eliminarse. De acuerdo a esto, la psiquiatría como institución represora es incompatible con los principios de una sociedad democrática y libre, por lo cual debe abolirse (Vásquez, 2011).

Es necesario destacar que, al negar la validez científica de la teoría de la enfermedad, la antipsiquiatría no niega la realidad de las enfermedades neurológicas, la locura, el crimen, el consumo de drogas y los conflictos sociales. Pero los considera conductas atípicas.

¿De dónde proviene la antipsiquiatría?

La antipsiquiatría es un producto de la profunda crisis que vivieron las ciencias, las artes y la política en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. La cual se consolidó en un movimiento contracultural que cuestionó todas las ideas y organizaciones de la época, transformando el mundo, en la década de los 60’s. Esta corriente se caracterizó por oponerse a toda forma de dominación, luchando por los derechos de autonomía de toda diversidad, incluida la “locura” (Desviat, 2006; Cea, Castillo, 2016).

Muchas de las ideas que originaron el movimiento antipsiquiátrico surgieron de la filosofía sartriana, la cual considera la libertad como la condición humana por excelencia. De esta manera, la antipsiquiatría considera la supuesta enfermedad mental como una salida inventada por un organismo libre, para vivir una situación no vivible (Sartre, citado por Desviat, 2006).

Evolución de la antipsiquiatría

Se considera a los psiquiatras David Cooper, Ronald Laing y Thomas Szasz, y al filósofo Michael Foucault, como los principales representantes del movimiento antipisiquiátrico en su primera manifestación durante las décadas de los 60’s y 70’s. En esta fase inicial, la antipsiquiatría se caracterizaba por denunciar la institucionalización psiquiátrica como una estrategia de represión y control, ejercida por las clases dominantes en contra de aquellas personas cuya conducta atípica atentaba contra el equilibrio social y económico. Aunado a esto, se denunciaba la poca evidencia científica real que respalda las técnicas clínicas y tratamientos farmacológicos manejados dentro de la psiquiatría (Vásquez, 2011; Cea, Castillo, 2016).

En décadas posteriores, la denuncia hacia el poder y función de la psiquiatría en la sociedad, y la crítica hacia sus prácticas, fueron adoptadas por grupos de “expacientes” o “sobrevivientes” de la psiquiatría. La influencia de estas organizaciones logró avances muy importantes dentro del marco de la atención clínica, promoviendo el reconocimiento de los derechos de los llamados “enfermos mentales”, así como exigiendo una mirada crítica a las distintas técnicas practicadas por los psiquiatras, dentro y fuera del hospital (Cea, Castillo, 2016).

En la actualidad, la antipsiquiatría adopta sus principios originales con el fin de denunciar la falsa neutralidad y objetividad de la psiquiatría moderna. Misma que se encuentra nutrida por el profundo impacto que tuvo la revolución farmacológica en nuestra sociedad, a finales del siglo pasado. De esta manera, la nueva antipsiquiatría se opone principalmente a la medicalización del malestar subjetivo y el uso abusivo de psicofármacos. Prácticas que han contribuido a la marginalización y abuso de aquellos y aquellas que son diferentes (Cea, Castillo, 2016).

Crítica al concepto de enfermedad mental

Uno de los ejes principales de la antipsiquiatría es su crítica al concepto de enfermedad mental que predomina dentro y fuera del ámbito clínico.

Para esta postura, la noción de enfermedad mental es un mecanismo social regulado y determinado por la psiquiatría, que patologiza la heterogeneidad humana. Este concepto sería científicamente impreciso, ya que la mente no es una entidad tangible, como lo sería cualquier órgano afectado por alguna lesión, infección o desequilibrio hemostásico. Por lo tanto, no es posible hablar de esta dimensión en términos médicos. Mucho menos, tratarla como si fuera una estructura biológica que debe repararse. De esta forma, los diagnósticos psiquiátricos serían etiquetas estigmatizadoras aplicadas a personas cuyas conductas molestan u ofenden a la sociedad, y su valor sería discutible (Vásquez, 2011).

Por otro lado, la antipsiquiatría destaca que la teoría de la enfermedad mental es, además, moral y políticamente dañina. Ya que se ha vuelto una cortina de humo para toda una serie de problemas económicos, existenciales, morales y políticos que no requieren terapias médicas sino alternativas económicas, existenciales, morales y políticas (Vásquez, 2011).

Crítica a las técnicas de intervención psiquiátrica

La crítica dirigida por la antipsiquiatría hacia las estrategias de evaluación e intervención de la psiquiatría, se presenta en dos sentidos. En primer lugar, estos medios son considerados una herramienta de control que permite marginar a las personas que actúan de forma diferente. De esta manera, la psiquiatría se presentaría como una disciplina incompatible con los principios de una sociedad democrática y libre (Vásquez, 2011).

Por otro lado, esta corriente denuncia fallas sustanciales dentro del modelo psiquiátrico. Una de las principales, es la ausencia de un método objetivo para describir o dar a conocer los descubrimientos clínicos sin recurrir a la interpretación subjetiva. Además, destaca el hecho de que la psiquiatría tampoco cuenta con una terminología uniforme y precisa. Dado lo anterior, esta presenta profundas divergencias en el diagnóstico, un influjo continuo de nuevos términos y una nomenclatura que no deja de cambiar, así como un exceso de hipótesis que tienden a ser presentadas como hechos (Vásquez, 2011).

En contraposición, la antipsiquiatría propone un modelo de intervención que de libertad a las personas con problemas mentales y conductas atípicas, en donde el terapeuta sea sólo un acompañante (Desviat, 2006).

Aportes de la antipsiquiatría a la atención clínica actual

Aunque las críticas dirigidas por la antipsiquiatría hacia el modelo psiquiátrico son acertadas en muchos sentidos; las distintas expresiones de esta corriente no han podido consolidar por sí mismas un tipo de intervención concreto que brinde libertad a los individuos, y que al mismo tiempo, sea efectivo (Cea, Castillo, 2016). No obstante, es posible afirmar que sus principios han logrado ensanchar los límites del pensamiento psiquiátrico y cultural, aportando un enfoque que tome en cuenta la diversidad y la incertidumbre de la complejidad psicopatológica (Desviat, 2006).

El gran aporte de la antipsiquiatría a la atención clínica de los problemas mentales consiste en la postura crítica que esta teoría adopta frente al saber psiquiátrico; cuestionando la validez científica que existe detrás de sus viejos y nuevos métodos de intervención. De manera especial, esta corriente se mantiene escéptica ante los supuestos avances de la farmacología y las promesas hechas por la industria farmacéutica en torno a la solución de las llamadas enfermedades mentales (Cea, Castillo, 2016).

Importancia de la antipsiquiatría en el estudio de los problemas mentales y conductuales

Hoy en día, las tesis esenciales de la antipsiquiatría se mantienen vigentes, conservando despiertas cuestiones que aún no se resuelven del todo. Como la oposición entre lo que es normal y lo que es atípico en el campo de la salud mental, y lo relativos que son estos términos (Sporh, Riveiro, 2009).

Cabe señalar, además, que la propia existencia de esta corriente surge de la necesidad de nuevas respuestas en el terreno de la atención terapéutica, que rompan con los patrones tradicionales, y que hagan evolucionar las ciencias clínicas más allá de convenciones tradicionales, como los conceptos de normalidad y patología.

No obstante, tal vez el elemento más importante detrás de la teoría antipsiquiátrica no sean los productos de dicha postura crítica; sino la oportunidad que nos brinda de detenernos y cuestionar nuestro propio conocimiento, y así entender, de una vez por todas, qué lugar tenemos frente a la verdad, y cuán largo es el camino para acceder a ella.  

Referencias:

  • Cea, J., Castillo, T. (2016). Materiales para una historia de la antipsiquiatría: balance y perspectivas. Teoría y Crítica de la Psicología, número (8). teocripsi.com
  • Desviat, M. (2006). La antipsiquiatría: crítica a la razón psiquiátrica. Norte de Salud Mental, número (25), pp. 8-14.dialnet.unirioja.es
  • Sporh, B., Riveiro, D. (2009). Bases Epistemológicas da Antipsiquiatria: A Influência do Existencialismo de Sartre. Revista da Abordagem Gestáltica: Phenomenological Studies, volumen (15), número (2), pp. 115-125. redalyc.org
  • Vásquez, A. (2011). Antipsiquiatría: Deconstrucción del concepto de enfermedad mental y crítica de la «razón psiquiátrica». Nómadas: Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, número (31), pp. 321-338. dialnet.unirioja.es
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.