Clima y estado de ánimo ¿Nos afecta el ‘mal tiempo’?

Desde la neurobiología se investiga la privación lumínica con el objetivo de hallar evidencias de la relación entre el clima y el estado de ánimo.

El clima, la luz del sol, o los cambios del día a la noche tienen un efecto directo en el funcionamiento del cuerpo –ritmos circadianos-, y también puede tener un efecto en el estado de ánimo. 

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En los países cercanos a la línea ecuatorial no suelen presentarse estaciones, y por lo general, todos los días tienen una duración similar; mientras que cuanto más nos acercamos a los polos, podemos sentir la variación en los patrones climáticos y en la duración de los días. 

Independientemente de si estamos en un lugar con o ‘sin estaciones’, es usual percibir variaciones en el estado de ánimo que atribuimos al clima; mientras los días soleados son considerados culturalmente como ‘felices’ o ‘activos’, los días grises suelen tener significaciones ‘melancólicas’. Algunas personas suelen presentar sensibilidad ante estos cambios, y todo parece indicar que hay existe cierta relación emocional y bioquímica que podría explicar el llamado trastorno afectivo estacional.

El clima y el estado de ánimo: trastorno afectivo estacional

En el Manual Diagnóstico y Estadísticos de los Trastornos Mentales (American Psychiatric Association, 2014), existe dentro de los especificadores para trastornos depresivos el patrón estacionalEste se aplica para los trastornos de depresión mayor recurrentes, con el fin de especificar si los episodios depresivos se asocian con el cambio estacional. Para esto, los criterios incluyen:

  1. Una relación regular entre la presencia de los síntomas depresivos y las estaciones, descartando aquellos que tienen que ver con factores de estrés psicosocial, como por ejemplo desempleo. 
  2. La sintomatología remite en épocas específicas del año, por ejemplo en verano. 
  3. Los episodios depresivos mayores se han presentado en relación con las estaciones, por lo menos dos años consecutivos. 
  4. Los episodios de depresión asociados con las estaciones superan a los episodios de depresión mayor no estacionales. 

En la mayoría de los casos, los episodios depresivos con patrón estacional inician en otoño o invierno, y finalizan con la llegada de la primavera. La prevalencia del patrón estacional aumenta con la latitud o cercanía hacia los polos. Por otra parte, las personas jóvenes son mas sensibles a los cambios estacionales y por lo tanto tienen un riesgo mayor de presentar episodios depresivos en invierno (American Psychiatric Association, 2014).

Manifestaciones del cambio en el estado de ánimo según el clima

Como se mencionó con anterioridad, se suele presentar en el otoño y el invierno, y los síntomas remiten con la entrada de la primavera. Por lo general, las manifestaciones cursan con hipersomnia, antojos por carbohidratos y fatiga. Además, estas personas sienten dificultad para levantarse de la cama, aumento de apetito y ganancia de peso, alteraciones atencionales, disminución del deseo sexual, irritabilidad, y una tendencia marcada al aislamiento (Rosenthal, 2006; Levitan, 2007). 

¿Qué ocurre a nivel biológico y neurológico?

La investigación del trastorno afectivo estacional, desde una mirada biológica tienes dos focos principales. El primero de ellos busca comprender los factores temporo-biológicos que contribuyen al trastorno, haciendo énfasis en los ritmos circadianos, la melatonina y los mecanismos lumínicos. Algunas investigaciones han concluido que el trastorno se presenta debido a la privación lumínica ocasionada por los días cortos del otoño y el invierno (Levitan, 2007). 

El segundo foco investigativo se enfoca en los procesos cerebrales relacionados con este trastorno, enfocándose en los neurotransmisores como la serotonina, la norepinefrina y la dopamina.

Se ha hecho énfasis en los procesos serotoninérgicos, por medio de investigaciones en las cuales se ha concluido que tras tratamientos con agonistas de serotonina, los pacientes con trastorno afectivo emocional reportan un mejor estado de ánimo, lo cual no ocurre con pacientes con depresión no estacional (Levitan, 2007). 

Al igual que la serotonina, la dopamina parece jugar un papel importante en la depresión estacional, lo cual ha sido observado en estudios en los que se ha encontrado cierto déficit en este neurotransmisor (Levitan, 2007).   

¿Cómo se puede manejar?

Al ser un trastorno depresivo, el trastorno afectivo estacional suele manejarse de manera similar a cualquier trastorno del estado de ánimo. Sin embargo, se recomienda el tratamiento con fototerapia como opción principal. Este consiste en exposición lumínica a la altura de los ojos, dado que los efectos de la fototerapia son mediados por los ojos y no por la piel. Con esta terapia, se ha observado que presenta un mejor resultado en horas de la mañana, y presenta un 80% de efectividad, lo cual se puede observar de 1 a 4 semanas. Otros estudios han encontrado resultados favorables en el tratamiento farmacológico, principalmente con fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (Praschack-Rieder, 2003). 

Conclusiones

Como podemos observar, existen bastantes teorías y datos estadísticos y empíricos que indican que el clima podría relacionarse con alteraciones en el ánimo; sin embargo, es fundamental tener presente que se considera un síndrome asociado con un trastorno, es decir, se asocia con un trastorno específico. Del mismo modo, aún se estudia la relación de causalidad y hay varias líneas de investigación abiertas, con el fin de hallar una explicación concluyente.

No obstante, teniendo en cuenta los cambios bioquímicos y neuroquímicos que se generan gracias a la luz del sol, podríamos considerar que es muy posible que las personas sin trastornos afectivos perciban cambios de ánimo dependiendo de los factores del clima. Del mismo modo, es crucial realizar más investigaciones sobre cómo este fenómeno afecta a las personas que viven en zonas cercanas a la línea ecuatorial; en donde no se presentan estaciones, y el clima está más mediado por la altitud de las regiones que por la latitud. 

Referencias:

  • American Psychiatric Association (2014). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-5. España: Panamericana.
  • Levitam R. D. (2007). The chronobiology and neurobiology of winter seasonal affective disorder. Dialogues in Clinical Neuroscience, 9 (3), 315 – 324. Recuperado de: www.ncbi.nlm.nih.gov
  • Rosenthal, N. E. (2006). Tristeza Invernal: todo lo que necesita saber para combatir el trastorno afectivo estacional. Revista Internacional de Psicoanálisis en Internet, 23 (1). Recuperado de: dialnet.unirioja.es
  • Praschack-Rieder, N. (2003). Treatment of seasonal affective disorders. Dialogues in Clinical Neurology. Recuperado de: www.ncbi.nlm.nih.gov
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.