El prefijo ‘neuro’ esconde prácticas pseudocientíficas

Dado el actual avance neurocientífico, hay quienes han aprovechado el tirón del prefijo 'neuro' para vender nuevas pseudoterapias milagro.

Desde la aparición de la psicología como ciencia, algunas personas sin escrúpulos han buscado lucrarse, aprovechándose del prestigio de esta disciplina y de las personas que buscan algún tipo de alivio a su malestar psíquico. Prácticas como la frenología, la psicomagia, la numerología, la hipnosis y la poligrafía, forman parte de un vasto universo de prácticas sin sustento científico. Estas pretenden explicar o modificar el comportamiento humano aunque, poco a poco, gracias a la difusión del conocimiento científico, han perdido validez y han sido condenadas a desaparecer. Sin embargo, a medida que dejan de utilizarse estas prácticas, nacen otras nuevas, acordes a las nuevas necesidades y escenarios sociales que se van presentando. Aprovechando que en la actualidad, las miras de la comunidad científica están puestas en el estudio del cerebro y las neurociencias, los pseudocientíficos, en su inmensa creatividad y sed de dinero, han comenzado a apropiarse del prefijo ‘neuro’, con el fin de hacer más llamativas sus prácticas peligrosas, ineficaces y carentes de ética. 

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¿Por qué se denominan pseudociencias?

Para que una terapia pueda disponer de aval científico, sus protocolos deben haber sido probados en un una muestra significativa de la población, y deben haber demostrado efectividad (Vera-Villarroel, 2005).

En el caso de las pseudociencias, se incluyen una variedad de postulados basados en prácticas, experiencias y creencias, que no se basan en el método científico, o, algunas han seguido algunos pasos del método pero solo como estrategia publicitaria, pues su principal interés es vender un producto o programa (Lifshitz, 2017).

Pseudociencias con el prefijo ‘neuro’

Programación Neurolingüística o PNL

Quizá una de las primeras prácticas que introdujo el prefijo ‘neuro’ para intentar avalar de manera artificiosa su fundamento empírico fue la Programación Neurolingüística. Siendo tal vez una de las intervenciones pseudocientíficas más conocidas, la PNL, fue formulada en los años 70 por Jonh Grinder y Richard Bandler, como una forma de enfocar el aprendizaje humano. Según ellos, es programación porque se refiere a la organización de las representaciones mentales; el prefijo ‘neuro’ pues, viene a colación de los procesos neurológicos subyacentes a la conducta; y el sufijo ‘lingüística’ porque los procesos están mediados por el lenguaje y la comunicación (Jaruffe y Pomares, 2011). 

Múltiples artículos y estudios que se han publicado aseguran que la PNL es eficaz para casi todas las alteraciones afectivas y emocionales que pueda presentar una persona; toda una ‘práctica milagro’. Sin embargo, en el año 2010, se publicó un meta análisis de 315 artículos publicados en revistas científicas, de los cuales solo 33 cumplían con los criterios para ser considerados estudios empíricos. Los resultados indican que, de estos 33 estudios, solo el 18.2% muestran resultados que soportan los postulados de la PNL, mientras que 54.5% indican una baja o nula efectividad y el 27.3% presenta resultados ambiguos. Estos resultados indicarían que la PNL carece de bases empíricas (Witkowski, 2010). 

Coaching con el prefijo ‘neuro’: Neurocoaching

El neurocoaching o coaching basado en el cerebro, es un intento por aplicar la neurociencia a la práctica del coaching, posiblemente con el fin de refrescar su imagen publicitaria y fortalecer la creencia en la efectividad de este (McKay y Kemp, 2019). Para fundamentar sus teorías, algunos partidarios del coaching intentan desprestigiar técnicas científicas como la resonancia magnética, mientras sostienen unos supuestos postulados de la neurociencia, que veremos a continuación (Grant, 2015):

  • Las conexiones neuronales forman mapas mentales de la realidad
  • Centrar la atención en soluciones o en pensamientos nuevos es una mejor estrategia para alcanzar las metas, en lugar de centrarse en el análisis de problemas.
  • Si los líderes quieren ser coaches más efectivos, deben aprender a no dar concejos no solicitados.
  • Cambiar es difícil y la gente se resiste al cambio.

Por supuesto, las verdaderas neurociencias nunca han defendido nada semejante, y aunque algunos de estos insights podrían partir de ciencias del comportamiento, son ambiguos y modificados artificiosamente para acoplarse a las teorías de coaching. 

Además, como menciona Grant (2015), para asegurar que el neurocoaching es cierto, los coaches deben presentar evidencia de otras intervenciones en las que no se involucre el cerebro de los pacientes, algo imposible. Además, si realmente las neurociencias proveen de fundamento científico al coaching, es necesario que se desarrollen teorías específicas y se comprueben bajo el método científico, cosa que está lejos de ser una realidad. Otro intento por colar el prefijo ‘neuro’ en una práctica sin soporte empírico.

Bioneuroemoción

El nivel de ingenio puede llegar a ser máximo para los «neurocharlatanes». Cuando se realiza una búsqueda en bases de datos científicas, no se encuentra mayor información acerca de la llamada bioneuroemoción. Una búsqueda en fuentes menos confiables revela que, prácticamente toda la literatura en la se basa esta práctica ha sido desarrollada por el mismo autor, Enric Corbera, quien ya tiene en su haber varios libros publicados -y suponemos que cierto retorno económico-. Aparentemente, la bioneuroemoción está basada en los postulados de Ryke Geerd Hamer, el creador de la controversial Nueva Medicina Germánica quien afirma que el cáncer y otras enfermedades similares son producidas por un conflicto psíquico sufrido en silencio (Garrido, s.f). Hasta la fecha no existen estudios científicos que respalden tal afirmación, gracias a la cual, Hamer perdió su licencia en 1986, por negligencia y mala praxis, y ha estado varias veces en la cárcel, bajo cargos de fraude y practica ilegal de medicina. Por si fuera poco, le responsabilizan por docenas de muertes que hubieran podido evitarse, si Hamer no hubiera forzado a sus pacientes para que renunciaran a los tratamientos validados. 

Aunque diversas entidades han intentado emprender acciones legales en contra del método, incluido el Colegio de Psicólogos de Cataluña (Hernández, 2016), Corbera ha continuado ganando territorio. De esta forma, su pseudoterapia altamente peligrosa, gana cada vez más adeptos internacionalmente, llevando a cientos de personas a abandonar tratamientos reales y a poner en riesgo su salud, hasta llegar incluso a la muerte. 

Pseudociencia sin el prefijo ‘neuro’, pero con el prefijo ‘Brain’: El Brainspotting

En esta ocasión, en lugar del prefijo ‘neuro’, emplea el prefijo brain. El llamado brainspotting constituye uno de los postulados pseudocientíficos con mayor penetración dentro de la práctica psicológica. 

El brainspotting fue descubierto en el año 2003 por David Grand en una sesión de EMDR. Grand asegura que cuando el paciente realizó un movimiento particular con sus ojos, pudo procesar material traumático al cual no había podido acceder previamente. Básicamente, esta intervención se basa en la creencia que las posiciones oculares -brainspots-, están relacionadas con áreas cerebrales, las cuales se activan como respuesta ante un evento traumático. Estos se consideran residuos corporales del evento traumático, que posibilitan la recuperación (Corrigan y Grand, 2013).    

De acuerdo con Corrigan y Grand (2013), durante la intervención se le pide al paciente que siga con su mirada una luz que se mueve de forma horizontal; esto le permite al terapeuta identificar los cambios en la mirada del paciente, ya sea un parpadeo o un movimiento diferente al que estaba realizando. Una vez se ubica el brainspot, se puede trabajar en el trauma. 

Aunque los autores afirman haber encontrado la relación entre ciertas ubicaciones visuales, áreas cerebrales y las emociones, no se han realizado estudios empíricos que sustenten estas hipótesis. Si bien la terapia EMDR ha mostrado resultados positivos, diversos artículos afirman que la efectividad del tratamiento no se relaciona con el brainspotting en sí, sino con el empleo de la terapia de exposición -método ampliamente reconocido y validado-.

Peligros de las pseudociencias con el prefijo ‘neuro’

Cuando una persona accede a ser ‘tratado’ con alguna de estas prácticas, es porque presenta algún tipo de malestar, ya sea emocional o físico. Posiblemente, ha intentado algunos tratamientos convencionales, o tal vez no lo ha hecho por miedo a la estigmatización. En cualquiera de los casos, estas personas buscan ayuda, superar alguna dificultad y mejorar su calidad de vida, lo cual, en la gran mayoría de los casos no ocurre, o si ocurre es por periodos de tiempo breves, y luego los síntomas empeoran. Y eso es en el mejor de los casos. En otros, las personas terminan enfrentándose a un incremento del malestar, nuevos síntomas, o incluso, a desarrollar nuevos trastornos; lo cual, evidentemente, terminan en un deterioro de la calidad de vida de los pacientes. 

Dado que en la actualidad, es fácil que cualquier nueva terapia salga a la luz y adquiera adeptos, y debido al tabú que se tiene frente a la psicología y la psiquiatría, existe un alto riesgo que sean cada vez más personas que terminen poniendo en riesgo su salud con estas intervenciones sin sustento científico. Se recomienda enfáticamente investigar acerca de cualquier intervención, especialmente si promete curas milagrosas, incluso si tiene el prefijo ‘neuro’. No olvidemos que los especialistas en salud mental tienen un entrenamiento basado en la evidencia, que garantiza una mayor probabilidad de efectividad, y además, se enfoca en no causar daño, o el llamado principio de no maleficencia, algo que parecen desconocen los precursores de estas pseudoterapias.

Referencias:

  • Corrigan, F. y Grand, D. (2013). Brainspotting: Recruiting the midbrain for accessing and healing sensorimotor memories of traumatic activation. Medical Hypotheses, 80 (1), 759-766. Recuperado de: pubmed.ncbi.nlm.nih.gov
  • Garrido, H. (s.f.). El negocio de las emociones. Recuperado de: lab.elmundo.es
  • Grant, A. (2015). Coaching the brain: neuro-science or neuro-nonsense? The Coaching Psychologist, 11 (1), 31- 37. Recuperado de: psycnet.apa.org
  • Hernandez, G. (2016). No soy de este mundo. El fenómeno de Enric Corbera. Barcelona, Ediciones B.S.A.
  • Jaruffe, A. D. y Pomares, M. C. (2011). Programación neurolingüística ¿Realidad o mito en Psicología y Ciencias Cognitivas? Revista de la Facultad de Ciencias de la Salud, 8 (2), 243-250. Recuperado de: dialnet.unirioja.es
  • Lifshitz, A. (2017). La pseudociencia y los falsos investigadores. Med Int Méx, 33 (4), 439-441.
  • mcKay, S. y Kemp, T. (2019). Neuroscience and coaching. Chapter 4. En Green, S y Palmer, S. Positive Psychology Coaching in Practice. New York: Routledge. 
  • Vera-Villarroel, P., Valenzuela, P., y Abarca, O. (2005). Evaluación de una intervención conductual y breve para el manejo de estados emocionales: un estudio piloto. Acta Colombiana de Psicología, xx (x), 1-5. 
  • Witkowski, T. (2010). Thirty-Five Years of Research on Neuro-Linguistic Programming. NPL Research Data Base. State of the Art or Pseudoscientific Decoration? Polish Psychological Bulletin, 41 (2), 58-66.
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.