La sexualidad en personas con discapacidad intelectual

Tradicionalmente, las personas con discapacidad intelectual no eran consideradas dueñas de su propia sexualidad. Ahora, la tendencia está cambiando.

Desde una perspectiva paternalista y restrictiva, a las personas con discapacidad intelectual -entre otros tipos de discapacidad- se les ha negado la posibilidad de explorar y disfrutar de sus necesidades sexuales y afectivas. Afortunadamente, en los últimos años, esta perspectiva ha ido evolucionando, permitiendo a las personas con discapacidad intelectual, disfrutar de la sexualidad, desde la normalización y la educación.

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Discapacidad intelectual

En la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA, 2014), se reformuló el diagnóstico de discapacidad intelectual, que antes se abordaba principalmente desde el nivel de inteligencia. Se entiende por discapacidad intelectual una alteración del neurodesarrollo, caracterizada por un bajo nivel intelectual -CI/IQ inferior a 60 en pruebas estandarizadas-, junto con dificultades a nivel adaptativo en los dominios social, conceptual y práctico. Adicional al criterio del inicio durante el desarrollo -infancia-, la persona debe cumplir con dos criterios más:

  • Déficit intelectual confirmado con pruebas estandarizadas, que afecta procesos como el razonamiento, la solución de problemas, el pensamiento abstracto, etc.
  • Junto con alteraciones a nivel de comportamiento adaptativo que incluye: pobre autonomía personal, baja responsabilidad social, limitaciones para las actividades de la vida cotidiana como la comunicación, y en general, el desarrollo independiente en diferentes entornos.

El desarrollo de la sexualidad

Independientemente si se está hablando de personas sin discapacidad, o personas con discapacidad intelectual, el desarrollo de la sexualidad debería implicar (Campo, 2003):

  • Relaciones interpersonales saludables
  • Habilidades sociales
  • Autoestima
  • Afectividad responsable

Importancia de hablar de sexualidad en personas con discapacidad intelectual

La mayoría de los programas que se han desarrollado para abordar la sexualidad en personas con discapacidad intelectual, ha estado orientados en informar y prevenir riesgos -enfermedades de transmisión sexual, abuso y embarazos no deseados-; y de este modo se resisten a abordar el tema desde una perspectiva más positiva, como la del placer y el bienestar (Rodríguez, et al., 2006; Losada y Muñiz, 2019).

Históricamente, hasta hace muy pocos años, no se reconocían a las personas con discapacidad intelectual como dueñas de su propia sexualidad -desde el deseo fisiológico hasta la propia identidad-, y se le asignaba esta responsabilidad a la persona cuidadora, quienes recibían un entrenamiento basado en la protección rígida (Sarramora, 1992; citado por Rodríguez, et al., 2006).

Por lo tanto, las propuestas actuales se aferran a la idea que la sexualidad y la afectividad forman parte de las dimensiones de las personas con discapacidad, lo que permite detectar qué necesidades tienen, las dificultades para satisfacerlas, así como brindarles herramientas que les permitan vivir satisfactoriamente su sexualidad y afectividad (Rodríguez, et al., 2006).

Asimismo, los programas de educación sexual previenen y hasta pueden mejorar problemas psicológicos graves, que se generan al impedir que las personas con discapacidad exploren y disfruten de su sexualidad (Campo, 2003).

Limitaciones en la sexualidad en personas con discapacidad intelectual

Aunque la capacidad de razonamiento y las habilidades sociales estén comprometidas en las personas con discapacidad intelectual, existe un amplio espectro de dificultades no relacionadas directamente con la discapacidad intelectual en sí, sino que son generadas por las personas del entorno, como por ejemplo (Campo, 2003; Losada y Muñiz, 2019):

  • Sobreprotección familiar
  • Prejuicios, mitos y falsas creencias en relación con el placer, el disfrute y el afecto
  • Carencia de entornos para interactuar con pares
  • Negación de las necesidades afectivas, sexuales y de intimidad
  • Educación sexual tardía o inexistente
  • Infantilización de las personas con discapacidad intelectual
  • Privación de la posibilidad para decidir sobre sus propios cuerpos, la privacidad y la intimidad
  • Creencias distorsionadas frente a las relaciones de pareja, el matrimonio, o la crianza
  • Además, mitos frente a una hipersexualidad o incapacidad de autorregulación

Objetivos de la intervención con personas con discapacidad intelectual, en el ámbito de la sexualidad

Por medio de diversos programas de intervención, se pretende promover el derecho de las personas con discapacidad intelectual, para que puedan satisfacer sus necesidades interpersonales, desde un concepto de sexualidad libre de fundamentalismos. Asimismo, desde el reconocimiento de las dificultades que tienen estas personas en la toma de decisiones, se busca brindar de recursos que les permitan vivir su sexualidad de una forma saludable, responsable y satisfactoria. Dentro de los objetivos que se plantean en estas intervenciones se encuentran (Rodríguez, et al., 2006):

  • Aprender e interiorizar patrones conductuales que permitan el establecimiento de relaciones interpersonales.
  • Desarrollar adecuadamente altos niveles de aceptación, afecto y placer, desde la información y educación sexual.
  • Promover actitudes respetuosas, tolerantes y sobre todo, positivas, frente a la sexualidad propia y ajena.
  • Desarrollar habilidades sociales e interpersonales para relacionarse ya sea desde la amistad, el placer o la pareja.
  • También, aprender prácticas de higiene y seguridad -protección contra embarazos no deseados, abuso, enfermedades de transmisión sexual, y autocuidado general-.
  • Facilitar habilidades para pedir ayuda, decir no, comunicarse con el otro, y respetar los límites.
  • Conocer y dejar en claro los derechos propios y ajenos.
  • Aprender conductas sexuales saludables y placenteras, desde la anatomía, hasta la cercanía emocional y afectiva.
  • Finalmente, adquirir ética en las relaciones, desde la igualdad entre sexos y géneros, respetando las necesidades y el placer el otro, el consentimiento, y la evitación del dolor o malestar en la otra persona.

Conclusión

Por lo tanto, si lo miramos desde una perspectiva general, la educación sexual para personas con discapacidad cognitiva no es tan diferente de la educación sexual para las demás personas. El énfasis se debe hacer en el respeto por el cuerpo propio y el de la otra persona y por las diferencias. Se debe tener en cuenta que, para las personas con discapacidad, una sexualidad saludable puede ser un reto, debido a las dificultades de razonamiento y toma de decisiones. Sin embargo, en este sentido, son habilidades que pueden ser entrenables, de modo que se les respete el derecho a vivir una sexualidad placentera y unas relaciones afectivas saludables.

Referencias:

  • Asociación Americana de Psiquiatría (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM 5. Estapa: Arlington
  • Campo, M. A. (2003). Aspectos de las relaciones afectivas y sexuales en personas con discapacidad intelectual. Informació Psicológica, 83 (1), 10-19.
  • Losada, A., V., y Muñiz, A. M. (2019). Sexualidad en sujetos con discapacidad intelectual. Mitos y prejuicios como factores de riesgo y vulnerabilidad al abuso sexual. Revista Digital Prospectivas en Psicología, 3 (2), 4 – 14. Recuperado de: kennedy.edu.ar
  • Rodríguez, et al. (2006). Afectividad y sexualidad en personas con discapacidad intelectual. Una propuesta de trabajo. Revista española sobre discapacidad intelectual, 37 (1), 23-40. Recuperado de: plenainclusion.org
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.