Música y cerebro: efectos, correlatos y trastornos

Tanto la escucha, como la interpretación o ejecución de la música, comprenden procesamientos y la participación de áreas diferenciadas del cerebro.

La música es quizás la forma de comunicación humana más compleja. Comprende no solamente la ejecución de una actividad que requiere entrenamiento, sino que además abarca un proceso de creatividad complejo y puede generar cambios emocionales y comportamentales, no solo en quienes la interpretan, sino en quienes la escuchan. A continuación profundizaremos en los efectos de la música en el cerebro.

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Desarrollo del oído musical

Aunque prácticamente desde el momento del nacimiento estamos en condición de apreciar algunos de los componentes de la música, depende del desarrollo de nuestro cerebro alcanzar las habilidades para percibir los detalles en su totalidad. El desarrollo cerebral, en la mayoría de los seres humanos, se presentaría de la siguiente forma con relación a los estímulos propios de la música (Custodio y Cano-Capos, 2017):

  • Las personas recién nacidas responden de forma límbica a la música, pueden reconocer el tono y ritmo de la voz materna, y algunas escalas y acordes.
  • Desde los 6 meses, pueden distinguir un cambio en la melodía.
  • Alrededor de los 3 años, el niño o niña está en una etapa en la que explora contraste en la intensidad, el timbre, la duración y la altura de diferentes melodías, y puede experimentar placer frente al sonido.
  • Hacia los 4 años, puede identificar sonidos vocales e instrumentales.
  • Entre los 5 y los 7 años, se desarrolla la habilidad para detectar estructuras relacionadas con el tono y la armonía musical. A partir de ese momento, el desarrollo se enfoca en el perfeccionamiento de estas habilidades.

Neurociencias, música y cerebro

Debido a que la música tiene múltiples componentes, su procesamiento en el cerebro implica varias áreas. La música ingresa al organismo por medio del oído, que la transporta a través del tallo cerebral al mesencéfalo, y de ahí a la corteza cerebral. Estudios científicos han encontrado que el procesamiento de la música se realiza en dos sistemas diferentes, dependiendo de la organización del tono, y la frecuencia temporal (Soria-Urios, Duque y García-Moreno, 2011; Custodio y Cano-Capos, 2017):

  • Tono: Es lo que conocemos como los sonidos diferenciados, y es la secuenciación de estos los que hacen que percibamos una melodía. Para la percepción del tono, interactúan las área de la corteza auditiva primaria y secundaria, con áreas frontales -principalmente del hemisferio derecho-. De esta forma, se ‘entiende’ o se da sentido a lo que escuchamos.
  • Ritmo: La música, temporalmente, se basa en cómo se fracciona una secuencia en grupos, dependiendo de su duración temporal, y el compás, o regularidad temporal en la que se basa la melodía. Para la percepción del ritmo, no solamente se activan las áreas auditivas, sino que además se involucran el cerebelo, los ganglios basales, la corteza premotora dorsal y el área motora suplementaria; áreas relacionadas con el control motor -incluido el baile- y la percepción temporal.

Es importante tener presente que, como cualquier aprendizaje, el estudio de la música puede modificar la estructura del cerebro; esto se puede traducir en una mayor cantidad de conexiones neuronales en las áreas encargadas del procesamiento auditivo y la corteza motora, y una bilateralización del procesamiento musical (Custodio y Cano-Capos, 2017):

El cerebro en la creación e interpretación de la música

En contraposición con escuchar y procesar la música, tenemos la producción musical. En este caso, adicional al procesamiento del tono y el ritmo, se combinan áreas cognitivas como la regulación y expresión, el lenguaje, y la memoria, así como habilidades motoras (Soria-Urios, Duque y García-Moreno, 2011):

  • Interpretación musical: Para interpretar una pieza musical, el músico debe tener habilidades a nivel de secuenciación, coordinación y organización espacial del movimiento. Esto con el fin de tocar apropiadamente el instrumento musical, con un rito adecuado. Para esto, se activan áreas como el cerebelo, los ganglios basales, el área motora suplementaria y la corteza premotora dorsal. Adicionalmente, específicamente para organización espacial de los movimientos, se activa la corteza parietal, la sensorial y la premotora dorsal, con el fin de integrar toda la información necesaria.
  • Canto: Independientemente de si es hablando o cantando, la ruta de producción verbal es la misma, pero, cuando se habla de producción melódica, la ruta cambia. Para cantar es necesario un incremento en la actividad del hemisferio derecho, a nivel de estructuras motoras, regiones auditivas, promotoras e insulares.

La memoria, la música y el cerebro

Una de las áreas fundamentales para la interpretación musical es la memoria de trabajo. Esta implica la posibilidad de mantener activa la información en el cerebro, mientras se interpreta la música, en especial a nivel del tono (Soria-Urios, Duque y García-Moreno, 2011).

Por otra parte, para aprender a tocar un instrumento, o a interpretar una pieza musical, se debe realizar un aprendizaje consciente. Sin embargo, posteriormente, puede convertirse en algo un poco mas automático -esto gracias a la intervención del cerebelo y los ganglios basales- (Soria-Urios, Duque y García-Moreno, 2011).

Este aprendizaje inicial involucra la repetición y el ensayo constante, junto con la práctica de secuenciación, ritmo y reglas musicales. Adicionalmente, interactúan técnicas auditivas, visuales y cinestésicas. Por último, para una apropiada interpretación, es fundamental el sentimiento y la intencionalidad (Soria-Urios, Duque y García-Moreno, 2011).

Asimismo, sabemos que todas las personas tenemos un ‘léxico musical‘. Este, permite la codificación y el almacenamiento en nuestro cerebro de la información relacionada con la música. Y a pesar que la mayoría de las personas no tienen formación musical, todo el mundo puede recordar el estribillo de aquella canción que tanto escuchaba en la infancia. Estudios con neuroimágen han encontrado que las áreas cerebrales involucradas en este proceso son el surco temporal superior bilateral, el planum temporale, el giro inferior izquierdo y el área motora suplementaria (Soria-Urios, Duque y García-Moreno, 2011).

El lenguaje y la música

La música, al igual que el lenguaje, se organiza de manera sintáctica, de modo que se compone por elementos organizados jerárquicamente. Aunque la música y el lenguaje tienen correlatos diferentes en el cerebro, para el procesamiento sintáctico de la música, se activa el área homóloga derecha del área de Broca -que tradicionalmente se ubica en el hemisferio izquierdo- (Custodio y Cano-Capos, 2017).

Asimismo, las áreas del cerebro que se activan dependen del entrenamiento musical de cada persona. Mientras una persona que no haya estudiado música, la percibe a nivel melódico total, igual que el lenguaje -prosodia- en el hemisferio derecho, un músico de profesión además de hacer esto, relacionará elementos y símbolos musicales, que se procesan con el hemisferio izquierdo (Díaz, 2010; Custodio y Cano-Capos, 2017).

Música, emociones y cerebro

Todos hemos sentido nostalgia al escuchar una canción, o una pequeña dosis de energía con otra. Efectivamente la música tiene la capacidad de provocar respuestas emocionales. Estas respuestas están mediadas por la corteza prefrontal ventromedial, y por cambios fisiológicos generados por distintos sonidos. Con excepción de personas con amusia, hipoacusia o sordera, la música puede activar el sistema de recompensa, como lo hace la comida o la conducta sexual, activando el sistema dopaminérgico (Diaz, 2010; Custodio y Cano-Capos, 2017).

Trastornos y alteraciones relacionados con el procesamiento de la música en el cerebro

Existen algunos trastornos o alteraciones en el cerebro que pueden generar cambios en la forma en la que se percibe la música. Algunos de ellos son (Soria-Urios, Duque y García-Moreno, 2011):

  • Epilepsia musicogénica: Es una forma rara de epilepsia, cuyas crisis son inducidas por la música, o algunos de sus componentes, como cualidades sonoras o el impacto emocional que genera. Incluso, puede llegar a ser específica para un género musical, una voz, o una canción. El foco epiléptico suele encontrarse en el lóbulo temporal derecho.
  • Alucinaciones musicales: Hace referencia a la percepción de sonidos complejos en ausencia de cualquier estímulo acústico. Estas alucinaciones pueden estar asociadas con trastornos neurológicos, trastornos psiquiátricos o asociadas con pérdida auditiva.
  • Distonia focal: También se conoce como ‘calambre del músico’, y comprende una alteración en la coordinación de los dedos. En otros casos, se afecta la zona oromandibular. En cualquiera de los casos, esta alteración puede afectar la carrera musical, pues, por lo general puede constituir una lesión ocupacional debido a la intensidad de las prácticas. Adicionalmente, se puede presentar por una desorganización de la zona de las manos en la corteza sensorial, lo cual altera la percepción de la zona, y como consecuencia, el movimiento.
  • Amusia: Sea por una causa congénita o adquirida, la amusia es la incapacidad para la percepción, la producción o la lectoescritura de música, o nivel perceptivo, la alteración para discriminar entre tonos y reconocer canciones. Se estima que el 4% de la población presenta amusia congénita, la cual únicamente afecta el tono. Es importante recalcar, que esta alteración en la percepción de la música se ubica en el cerebro, pero ausencia de otro síntoma auditivo.

Conclusión

La música, como forma de expresión y comunicación, nos acompaña desde los albores de la humanidad. En la actualidad, la música se relaciona con multitud de actividades recreativas y culturales esenciales, en cualquiera de sus manifestaciones; ya sea en escucha pasiva o dentro de actividades interactivas que involucren canto o baile. Tanto la escucha, como la interpretación o producción musical, comprenden procesamientos e implican áreas diferenciadas del cerebro, dependiendo del grado de desarrollo del oído musical y del grado de participación de la persona en su escucha o ejecución.

Referencias:

  • Custodio, N., y Cano-Campos, M. (2017). Efectos de la música sobre las funciones cognitivas. Rea Neuropsiquiatr, 80 (1), 60-69. scielo.org.pe
  • Diaz, J. L. (2010). Música, lenguaje y emoción: una aproximación cerebral. Salud Mental, 33 (1), 543-551. medigraphic.com
  • Soria-Urios, G., Duque, P., y García-Moreno, J. M. (2011). Música y cerebro: fundamentos neurocientíficos y trastornos musicales. Rea Neurol, 52 (1), 45-55. jordijauset.es
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.