Unas de las conductas punibles más complejas -y frente a las que hay un debate extenso- gira en torno a si la pederastia y la pedofilia constituyen trastornos mentales o si son conductas aprendidas en el proceso de socialización. Al ser conductas que atentan contra el bienestar de los niños, niñas y adolescentes, con una repercusión muy significativa en el desarrollo psicológico, social y sexual de las víctimas, por muchos años se ha intentado determinar las causas, con el fin de prevenir el fenómeno y de establecer el manejo adecuado de las secuelas psicológicas de estos abusos infantiles.
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Actualmente, son muchos los países que consideran cualquier acto sexual con menores un delito, y en algunos de ellos se ha buscado penalizarlo de la forma más dura posible; incluyendo medidas como la castración química, la cadena perpetua, e incluso la pena de muerte. Sin embargo, otras posturas sugieren que la pederastia podría ser considerada como un trastorno mental, entonces, ¿Es la pedofilia y la pederastia un trastorno mental o es una conducta aprendida por medio de experiencias de socialización disfuncionales?
Pedofilia no necesariamente implica pederastia
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014), la pedofilia se clasifica dentro de los Trastornos Parafílicos. Los criterios diagnósticos de la pedofilia son:
- Presentación de excitación sexual intensa, derivada de deseos, fantasías o comportamientos sexuales con niños o niñas menores de 13 años.
- Los deseos, o el cumplimiento de estos genera malestar significativo en el individuo o problemas interpersonales.
- El individuo tiene por lo menos 16 años, y es 5 años mayor que el niño o niña.
Adicionalmente, aunque no hay una explicación etiológica a cabalidad, algunos hallazgos clínicos sugieren alteraciones funcionales y estructurales en el área temporal-límbica en personas con pedofilia, aunque no se puede afirmar que la alteración en estas áreas sea la causante directa de la conducta pedófila (Balbuena, 2014) .
Dentro de las teorías psicológicas, se sugiere que las personas con pedofilia suelen tener problemas para relacionarse y conseguir intimidad. Del mismo modo, aunque no está claro por qué la víctima se convierte en agresor, se sugieren variables como haber sido víctimas de abuso sexual -sexualización traumática- o maltrato, así como otras formas de abuso en la infancia, la presencia de trastornos cognitivos, personalidad y conductas adictivas; entre otras (Trabazo y Azor, 2009).
¿Qué es la pederastia?
Aunque la línea divisoria entre pedofilia y pederastia es muy delgada, se entiende por pederastia los actos sexuales con menores por parte de un adulto, el cual, posiblemente, es pedófilo (Herrero y Negredo, 2016). La pederastia es considerada como uno de los tipos de abuso sexual infantil más graves, dado los efectos físicos y emocionales que genera en las víctimas, en muchos casos permanentes y muy devastadores. A pesar de lo anterior, se sabe acerca del componente sociocultural de esta práctica, ya que en la antigüedad la pederastia era considerada como un comportamiento absolutamente ‘normal’ (Rind, 2013).
¿Si la pedofilia es un trastorno, existe un tratamiento?
Lo primero a tener en cuenta es que es muy poco común que el sujeto asista a la consulta de psicología o psiquiatría, a menos que se encuentre muy afectado emocionalmente por su condición -sentimientos de culpa, ansiedad, etc.- o por presión externa -pareja o familiares- (Balbuena, 2014).
Por otra parte, las técnicas cognitivas conductuales como sensibilización encubierta, recondicionamiento orgásmico, entre otras, no han mostrado mayor eficacia, debido a que se ignoran los mantenedores del trastorno. Adicionalmente, se han propuesto tratamientos con antiandrogénicos y agentes serotoninérgicos, orientados a reducir la excitación o el impulso sexual, y comportamientos relacionados (Balbuena, 2014).
Manejo de los pederastas
Uno de los impedimentos legales para el manejo de pederastas, es que en los códigos penales no suele existir un apartado específico, sino que se presentan agravantes dependiendo de la edad de la víctima (Trabazo y Azor, 2009).
Dentro de las medidas que se han propuesto se encuentran (Trabazo y Azor, 2009):
- Endurecimiento en las penas para sujetos que cometan delitos sexuales, haciendo énfasis en aquellos cuyas víctimas son menores de edad.
- Tipificación de nuevos delitos que incluyan la pornografía y la prostitución infantil.
- Establecimiento de la libertad vigilada una vez se cumpla la pena privativa de la libertad. Esta vigilancia incluye no acercase a la persona que determinen las autoridades judiciales, no residir o acercarse a determinados lugares y seguir un tratamiento médico y psicológico externo, entre otros.
Adicionalmente, bajo algunas circunstancias y en determinados casos, en Alemania, Suiza y Republica Checa se aplica la castración física, mientras que en Estados Unidos, en algunos estados pueden elegir entre la castración física y la química; a pesar que esto no significa que los infantes dejen de estar en riesgo (Balbuena, 2014), pues los pederastas pueden continuar abusando sexualmente de los y las menores, a través de otros medios.
Entonces, ¿es la pedofilia y la pederastia un trastorno mental o una conducta aprendida?
En conclusión, primero podemos hacer una diferenciación entre la pedofilia y la pederastia: mientras el pedófilo siente el deseo, el pederasta ejecuta conductas para satisfacer el deseo, agrediendo sexualmente a niños o niñas. Sin embargo, no se debe ignorar que el pedófilo, en su afán por regular el deseo, pueda llevar a cabo conductas que indirectamente pongan en riesgo a niños y niñas, como por ejemplo el consumo de pornografía infantil.
Adicionalmente, aunque no existe una teoría que explique a cabalidad el porqué de la pedofilia y la pederastia, muchos sugieren que puede deberse a un desajuste emocional y neurofisiológico. Sin embargo, desde la antigua Grecia y posteriormente durante el imperio romano, eran prácticas comunes y socialmente aceptables y normalizadas, por lo tanto es posible, que además, pueda ser un fenómeno aprendido por medio de la socialización.
No obstante, algo de lo que tenemos certeza en la actualidad, que tal vez no se había considerado en el pasado, es el efecto negativo que tiene el abuso sexual en los niños y niñas. Esto no solamente a nivel físico por las lesiones que puede ocasionar, sino también a nivel psicológico, dada la inmadurez emocional y cognitiva.
Referencias:
- Asociación Americana de Psiquiatría (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM 5. Arlington: Asociación Americana de Psiquiatría.
- Balbuena, F. (2014). Cartografiando la pedofilia: eficacia de los tratamientos y estrategias futuras. Apuntes de Psicología, 32 (3), 245-250. Recuperado de: idus.us.es
- Herrero, O. y Negredo, L. (2016). Evaluación del interés sexual hacia menores. Anuario de Psicología Jurídica, 26, 30-40. Recuperado de: www.sciencedirect.com
- Rind, B. (2013). Pederasty: An integration of empirical, historical, sociological, cross-cultural, cross species, and evolutionary evidence and perspectives. En Hubbard, T., y Verstraete, B. (Eds) Censoring Sex Research (1-90). Routledge. Recuperado de: core.ac.uk
- Trabazo, V., y Azor, F. (2009). La pedofilia: Un problema clínico, legal y social. eduPsykhé, 8 (2), 195-219.