Estefanía Igartua «el abuso sexual infantil sigue siendo un tabú»

Entrevistamos a Estefanía Igartua Escobar, superviviente de abuso sexual infantil, que apela a la responsabilidad colectiva para paliar esta lacra social.

Un demoledor informe de Save the Children, titulado ‘Ojos que no quieren ver‘, calcula que en España se denuncia un caso de abuso sexual infantil (ASI) cada tres horas. Esas denuncias solo constituirían el 15% del total de abusos sexuales cometidos contra menores en España. Si tenemos en cuenta que el 85% de los casos no se denuncian y que solo llegan a juicio oral el 4,5% del total; el 95,5% de los pederastas nunca son juzgados. Se indica precisamente ‘los’ porque los datos apuntan a que el 90% de los abusos son cometidos por hombres. Esos ‘ojos que no quieren ver’ esconden una realidad socialmente incómoda pero que, de algún modo, es consentida gracias al fenómeno de la invisibilización y del tabú que aún existe en torno a los ASI. Entrevistamos a Estefanía Igartua Escobar, educadora social, psicóloga y además, superviviente ASI.

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Estefanía Igartua ¿Cómo es posible que se hable tan poco de un fenómeno tan escandaloso que atenta de forma despiadada contra los derechos humanos de las personas más vulnerables?

Se habla poco del abuso sexual infantil porque sigue siendo un tema tabú en la sociedad. Las personas conocen y saben que ocurren este tipo de delitos pero prefieren mirar a otro lado. El miedo es muy poderoso, y sobre todo reconocer la parte de culpabilidad de cada persona por consentir que suceda este tipo de maltrato. Hay que tener en cuenta que el mayor porcentaje se da entre familiares (abusos intrafamiliares) o personas muy cercanas. Este hecho dificulta defender al menor pues implicaría poner en entredicho o cuestionar la imagen familiar. Además, hasta hace muy poco vivíamos conforme al refrán “los trapos sucios se lavan en casa”.

Entonces; ni psicópatas de Hollywood, ni perfectos desconocidos, ni asesinos en serie. Múltiples estudios confirman que la gran mayoría de abusos sexuales infantiles tienen lugar en el seno de la familia. Estefanía Igartua ¿Es posible que ese tabú esté precisamente alimentado por la imposibilidad de cuestionar la sagrada institución de la familia?

Sí, desde luego. Mucho de esto tiene que ver, por desgracia, con temas políticos y religiosos en los que no me quiero meter. Pero como bien decía Alice Miller; siempre se ha protegido a la familia, prohibiendo hablar mal de los padres. El mandamiento «honrarás a tu padre y a tu madre» ha causado demasiado daño. No existen padres perfectos, eso está claro. Pero estamos hablando de violencia sexual, y eso no se puede permitir en ningún sitio.

Ya sea por cuestiones culturales, políticas o religiosas, se podría concluir que preservar la imagen de la familia estaría, por tanto, por encima de los derechos de las niñas y niños.

Por desgracia, en esta sociedad y en muchos otros países, se sigue defendiendo esa imagen familiar por encima de los derechos del niño.

Estefanía Igartua, hablemos de secuelas psíquicas; ¿Qué consecuencias psicológicas puede tener ser víctima de abuso sexual infantil?

Muchísimas más de las que nos creemos. Desde secuelas y síntomas leves hasta problemas muy graves (ideas autolíticas -autolesiones no necesariamente suicidas-, aislamiento, ansiedad, baja autoestima, autoconcepto negativo, visión negativa del futuro, consumo de drogas, trastornos de identidad, problemas sexuales y de identidad sexual, dificultad en las relaciones interpersonales, estigmatización, despersonalización, desrealización, problemas de conducta alimentaria, alteraciones del sueño, relaciones de dependencia y maltrato, sentimientos de abandono, inferioridad y rechazo, dolores fisiológicos…) hasta grandes enfermedades mentales como son: TEPT -trastorno de estrés postraumático-, trastorno disociativo post traumático, trastorno límite de personalidad, depresión mayor, entre otras.

Las personas que han sufrido ASI suelen priorizar las necesidades del otro y obviar las suyas propias porque es lo que aprendieron de pequeños. Le enseñaron a cuidar de sus padres, a ser su consuelo, su refugio, el lugar de descarga del adulto, y el niño pensó que era ese su rol, su papel. De ahí que ahora sea un adulto al que le cueste pensar en sí mismo, y vea más rápido las necesidades del otro, sin tener en cuenta las suyas propias. El problema es que somos empáticos con los demás, pero no nos permitimos serlo con nosotros mismos. Se sigue dando el maltrato en las diferentes relaciones que se establecen y seguimos permitiendo abusos, porque no sabemos cómo cuidarnos ni querernos, o sentimos que no merecemos ese cariño.

Estefanía Igartua ¿Cómo es posible que uno de los sentimientos más recurrentes entre las víctimas ASI sea la culpabilidad?

La culpabilidad es un sentimiento que surge de manera natural ante un suceso en el que te haces sentir involucrado de alguna manera. Recibes sufrimiento a cambio de afecto, regalos o cualquier otro tipo de cosas. Además, hay que tener en cuenta el vínculo que se tiene con el abusador, del quien nunca sospecharías que pudiera hacerte algo malo. Piensas que lo que está realizando con tu cuerpo es normal. Aunque a la vez hay un sentimiento de ambivalencia porque lo que te hace te produce sufrimiento y malestar. Incluso alguna vez el cuerpo puede reaccionar sintiendo placer.

Además, al ser una persona cercana, en mi caso mi agresor fue mi padre, quieres a esa persona y no eres capaz de entender, ni comprender porqué te trata así. Intentas decirte a ti misma que no es cierto. Tratas de quitarle importancia, hasta deseas que no sea cierto, pero por desgracia es real y la única salida es contarlo.

Estefanía Igartua ¿Por qué gran parte de las personas adultas que sufrieron abuso sexual infantil, ocultan e incluso son capaces de negar esos abusos?

No es mi caso, pero puedo entender que en muchas situaciones lo ocultan porque siguen pensando que no les van a creer. Nadie quiere contar algo tan íntimo y doloroso para encontrarse encima con un sentimiento de incomprensión y rechazo, por parte de su familia y de la sociedad. Además, sigue presente el sentimiento tan fuerte de vergüenza y culpabilidad, el pensar que no se hizo nada. Nos reprochamos el no haberle frenado, cosa que no tiene sentido porque éramos unos niños y la persona adulta era la que tenía que protegernos.

Quienes ‘lo niegan’ o mejor dicho, no lo asumen (para evitar enfrentarse a la dolorosa realidad), aunque desconozco a personas que nieguen haber sufrido abusos, son aquellos que siguen en la etapa de negación. Para mí, el abuso sexual infantil tienen su proceso, igual que lo tiene el duelo. Hay que pasar por las diferentes etapas: negación, aceptación, ira, rabia y, por último, la superación del mismo. Pero hay personas que se quedan atascadas en alguna de las fases.

Luego, hay otros casos que, no es que lo oculten, más bien, su mente ha bloqueado los recuerdos, como mecanismo de defensa para no afrontar algo para lo que no están preparados. Y algún evento o situación hace de disparador del recuerdo, por lo que reviven, tras años de represión, los abusos sexuales que su mente había tenido escondidos, hasta ese momento.

¿Qué mecanismos psicológicos están implicados en el afrontamiento y la revelación de ASI?

La resiliencia claramente es uno de ellos. Pienso que es el más importante para poder superar algo tan traumático como es haber sufrido abuso sexual infantil.

La supervivencia también juega un papel fundamental, hay algo dentro de ti que muere en cada abuso. Son tu propio cuerpo y tu propia mente quienes te avisan a través de pesadillas, nervios, ansiedad o de una tristeza extrema que evidencia que algo no anda bien y que necesitas romper con esa situación horrible.

La disociación, el estado de congelación o paralización y la represión de los recuerdos son mecanismos de defensa que tuvieron una función positiva en el momento que ocurrieron los abusos, pero después, hay que trabajar estos mecanismos de defensa con los adultos, porque algo que en su momento nos ayudó, ahora es muy perjudicial.

Las situaciones de la infancia reprimidas y no resueltas causan estragos en el adulto que no comprende su rabia y odio, desplazándose hacia otras personas o hacia sí mismo. Los sentimientos y necesidades reprimidas no nos dejan avanzar. Estas personas tratan de evitar problemas que no existen en la actualidad por no reconocer los del pasado, de los cuales ya no deben temer. Tomar conciencia de los sentimientos infantiles y del abuso nos libera, lo que nos mata poco a poco es la negación y el rechazo.

Con el movimiento #metoo, hemos visto cómo mujeres, que han decidido contar su historia, han sido criminalizadas, cuestionadas y estigmatizadas socialmente por haber decidido hacerlo. Estefanía Igartua ¿A caso ‘prescriben en la memoria’ estos hechos traumáticos o es que las víctimas pierden el derecho a contarlo con el tiempo?

Prescriben en la ley, pero en la memoria de la víctima no. Es algo que se debe cambiar y por lo que se está luchando.

De hecho, el día 9 de junio se ha presentado la Ley Rhodes, con la que se pretende conseguir que los delitos de abuso sexual infantil no prescriban. Un gran avance desde luego, aunque nos queda mucho por cambiar. Espero que suponga un antes y un después en la prevención de los delitos que se comenten contra los menores y sobre todo, en la protección a las víctimas.

Antes de esta Ley, el código penal señalaba que la prescripción de los delitos sexuales contra menores comenzaba a contarse desde que la víctima cumplía 18 años. Esto significa que los casos de abusos con prescripciones de unos 5 años dejan de ser perseguibles ante la justicia cuando el afectado cumple 23 años y que las violaciones, con prescripción de 15 años, quedan impunes desde que la víctima supera los 33 años sin haberlas denunciado.

Esta discriminación hace que veamos que la violencia sexual, dependiendo del contexto, está bien vista, por eso hay que cambiar desde la base que es la educación. Cuando un hombre dice a otro que se ha acostado con una o con veinte mujeres nadie lo cuestiona, pero cuando una mujer cuenta que ha sido abusada o violada, todo el mundo se pone en su contra. Al igual que pasa con los niños que son capaces de verbalizar los abusos, creerles y comprenderles, por desgracia, es lo que se da con menos frecuencia. Es algo que debemos mirarnos como individuos y como sociedad.

No hay que irse muy lejos para saber que esta visión es cierta, contamos con el caso de la manada, entre muchos otros, en los que se sigue defendiendo a los violadores. Esto se debe también a los videos pornográficos en los que se incita a producir dolor y sufrimiento a la mujer, y los jóvenes repiten lo que ven porque lo consideran algo que está bien. Hasta que no cambiemos esta visión, no podremos avanzar como sociedad y se seguirán consintiendo este tipo de delitos.

Volviendo a tu caso, Estefanía Igartua ¿Cómo surgió la iniciativa de animar, a través de las redes sociales, a que otras personas supervivientes ASI contaran su historia?

Pues la iniciativa llevaba tiempo rondando por mi mente, pero vi claramente que había que hacer algo después de recibir muchas negativas por parte de las instituciones de la Comunidad de Madrid, a las que llamé ofreciéndome, como voluntaria, para dar charlas y conferencias de prevención. Y por supuesto, influye mucho saber que, estando en una ciudad como Madrid no existe una asociación o fundación dedicada a adultos que han sufrido abuso sexual infantil. Esto se debe a los impedimentos que existen a la hora de defender a los menores de sufrir abusos.

Para menores existen las asociaciones denominadas CIASI y ASPASI, y para mujeres está el recurso de CIMASCAM. Recursos que están muy bien pero son muy limitados y atienden a un número ínfimo de víctimas. La labor de prevención, por desgracia, es a la que menos esfuerzo y tiempo se dedica cuando es muy necesaria, imprescindible.

A propósito de la prevención del abuso sexual infantil y de la educación sexual. Como víctima de abuso sexual infantil y educadora social; Estefanía Igartua . ¿Qué le dirías a las madres y padres que están en contra de la educación sexual en las escuelas?

La educación sexual es muy necesaria para poder tener relaciones sanas y dónde exista el consentimiento de ambas personas. Hoy en día, hay un exceso de información, o mejor dicho, de desinformación acerca de la sexualidad que además solo dan a entender que abarca el hecho del sexo en sí, cuando en realidad la sexualidad va mucho más allá, desde una caricia a un abrazo. La sexualidad debe incluir la empatía, la responsabilidad, el cariño y el afecto.

Quiénes mejor que unos padres para transmitir valores y responder a las preguntas que tengan sus hijos acerca del sexo, antes de que encuentren esas respuestas de manera errónea a través de series, novelas, pornografía o cualquier página de internet. Pero si los padres o la escuela no proporcionan esa información, ellos se harán una idea de la sexualidad conforme a lo que conozcan. Por desgracia, la mayoría de las veces esa idea que encuentran es perjudicial para ellos y para el resto.

Los niños tienen energía física, psíquica y sexual. Hay que transmitirles que el sexo y el placer son buenos, hay que enseñarle cómo conseguirlo. La curiosidad por preguntar y el interés es sano. Las limitaciones hay que enseñarlas para que no se dé un mal uso de la sexualidad. «No somos solos», somos en relación con alguien que libremente debe elegir si desea estar con nosotros.

Algunas de las personas que están en contra de la educación afectivo-sexual, han adoptado el mito de que la educación sexual promociona la sexualidad y fomenta la práctica sexual. También, hay quienes piensan que las charlas sobre diversidad afectivo sexual, dirigidas a prevenir el bullying y el suicidio infantil de personas LGTBI+, pueden hacer que “sus hijas o hijos desarrollen una orientación sexual que no sea heterosexual». Estefanía Igartua ¿Qué beneficios aporta la educación sexual en la infancia según las investigaciones y estudios?

Eso es un prejuicio sin sentido alguno, ya que la sexualidad y la orientación sexual de los niños se crea en la infancia. Desde el nacimiento ya somos seres sexuales que sienten placer al succionar la leche materna. No podemos negar la realidad y la existencia del placer, lo que hay que hacer es explicarlo, porque el niño querrá conocer sus órganos sexuales al igual que explora el resto de su cuerpo. Hay que contarle que puede conocerlo y en qué momentos y espacios debe hacerlo, no hay que escandalizarse ante las preguntas ni regañarles. Lo que hay hacer es afrontar este tema, educarlos y responder de acuerdo a la edad de los niños, pero nunca evitar el tema del sexo. Eso solo perjudica a los niños, algo que podrá tener consecuencias en su futuro, a la hora de tener relaciones sexuales y de relacionarse con otros.

Muchos adultos desconocen cómo relacionarse con su pareja porque se han perdido este aprendizaje. Los beneficios de la educación sexual son saber discernir entre las maneras insanas y sanas de relacionarse. Saber qué prácticas sexuales están bien y cuáles no, diferenciar qué es lo sano y beneficioso, a integrar las emociones y el afecto en la sexualidad, a sentirse querido y único. Esto hará que utilice su cuerpo como un medio de comunicación adecuado, dando valor a su cuerpo y teniendo siempre en cuenta al otro.

Estefanía Igartua ¿Qué te dicen las palabras judicialización y reparación?

Todo abuso y violencia sexual tendría que llevarse a juicio y debería tener una condena. No sirve de nada una pena de prisión si no se trata al agresor y este es expulsado de nuevo a la sociedad, pasados unos años, pensando exactamente igual que cuando entró, sumada la ira y la rabia con la que sale, por sentir que se ha realizado una injusticia con él.

La reparación en casos de abuso sexual infantil no creo que sea posible, en el sentido de que las secuelas y síntomas se arrastran de por vida. No obstante, el impacto de estas secuelas se puede minimizar con una buena terapia y gran capacidad de autoreflexión, permitiendo llevar al superviviente ASI una vida “normalizada”.

Existen toda clase de estereotipos sobre la figura de los psicólogos, psicólogas y profesionales sociales. Como educadora social y estudiante de último curso de psicología. Estefanía Igartua ¿Crees que desvelar información personal, como ser superviviente ASI, supone exponerse ante el paciente, invalidando la labor psicoterapéutica o interfiriendo en la relación/vínculo terapéutico psicóloga-paciente?

Para nada, esa es otra idea que nos hacen creer para seguir alimentando el secretismo y el ocultamiento, de algo tan grave como es el abuso sexual infantil. El primer paso para hacer visible algo es nombrarlo. Hay que dar la cara, y no me importa hacerlo porque es necesario para concienciar y sensibilizar a toda la población ante el maltrato que se produce en la infancia y las graves secuelas que esto conlleva.

En la línea de lo anterior; Estefanía Igartua ¿Crees que la implicación personal en el caso, o la identificación con la víctima de abuso sexual infantil, va en detrimento del adecuado abordaje terapéutico?

No, es más, un buen psicólogo, al igual que cualquier buen profesional, tiene que saber diferenciar su vida personal de su trabajo. Todos los terapeutas acuden a un supervisor y hacen terapia individual para que no se den casos de contratransferencia, que puedan influir de forma negativa en la terapia con los pacientes. Pasar por situaciones dolorosas y traumáticas hace que se tenga más empatía y se conecte mejor con quienes han pasado por lo mismo.

Creo que profesionalmente tengo mucho que aportar porque cuento con mi experiencia personal, que sumada al aprendizaje, en los años de carrera y la información recibida sobre tratamientos y prevención de maltrato, me puede servir para ayudar mejor a quienes han padecido abusos sexuales en la infancia.

La pederastia ¿Trastorno mental o conducta aprendida por medio de la socialización?

Nadie, que yo sepa, nace siendo pederasta, más bien es algo que sucede y se va repitiendo. Es un ciclo que hay que saber cortar. Existen dos tipos de personas ante los abusos sexuales: quienes, al sufrirlos, van en contra o quienes los reproducen. Por eso es tan importante la labor de prevención y de tratamiento.

No existe ningún “gen de maldad” que lleve al ser humano a tratar mal a otros. Si existe el maltrato, es por aprendizaje, y por haberlo sufrido, por retener ese odio que, tarde o temprano, saldrá a la luz; con la pareja, los propios hijos, o hacia un colectivo. Por no reconocer que nuestros padres no nos trataron bien, que no nos quisieron, nos abandonaron, maltrataron y nos causaron mucho daño. Reconocerlo conlleva sufrir mucho dolor, por eso la mayoría prefiere negar la evidencia, la realidad, porque para soportar tanto daño necesitan de un testigo cómplice, de una persona que haya pasado por lo mismo y sea capaz de ponerse del lado del niño y desplazar la responsabilidad a quien por entonces la tenía. Los padres; dos personas que no supieron cuidar y cubrir las necesidades de un niño que tanto les necesitaba.

Según Tenbergen, la etiología de la pedofilia señala que es un fenómeno complejo y multifactorial, donde influyen la genética, los eventos estresantes de la vida, procesos específicos de aprendizaje, así como perturbaciones en la integridad estructural del cerebro del pedófilo.

Estefanía Igartua ¿Qué herramientas psicoterapéuticas destacarías para la intervención con supervivientes ASI?

La psicoterapia es muy importante y puede ayudarnos reconociendo la verdad, sintiendo el dolor y sufrimiento del niño que fuimos, un dolor que, como adultos, podremos afrontar. Hay que tomar conciencia del dolor emocional para despertar al niño interior y que deje de gobernar nuestras vidas, hacernos cargos de él. Debemos ser empáticos con el niño que fuimos. Permitirnos sentir emociones. Mejorar nuestra asertividad, y ser capaces de negarnos para anteponer lo que necesitamos. Permitirnos tener emociones de enfado, ira o rabia, y saber que por tenerlas, no vamos a ser rechazados o perder el amor y el cariño de la persona.

En la actualidad, para esta labor existen la técnica de EMDR de F. Shapiro, la terapia sensoriomotriz de P. Ogden o la terapia cognitivo conductual centrada en el trauma. Cualquier de ella cuentan con resultados positivos que nos alientan a seguir ayudando a las personas que han pasado por este doloroso trauma.

Sabemos que el acceso a las TIC es cada vez más precoz, ya sea como herramienta educativa en el aula; o como dispositivos de entretenimiento en el hogar. La información es más accesible que nunca. Más allá de los abusos sexuales en el entorno familiar, hoy en día se hace inevitable asociar la pederastia o la pedofilia, con la proliferación de las redes sociales y de las herramientas digitales de comunicación. Hablamos del grooming, por ejemplo. Estefanía Igartua; ¿Qué consejo darías a un padre o una madre para prevenir que su hija o hijo sea víctima de grooming?

Este tipo de acoso y abuso sexual se da a través de las redes sociales. Los padres deberían llevar un control y una supervisión para tener acceso al contenido que ven sus hijos en Internet. No se trata de controlarlos, sino de concienciar sobre los peligros que existen y que se pueden encontrar al otro lado de la Red. Se debe tener mucha confianza con los hijos, tener una comunicación empática y activa para que, ante este tipo de acoso, sepan que pueden contar con sus padres. Hay que enseñar a los hijos a que no deben compartir con extraños, imágenes o información personal que pueda ser utilizada para otros fines. Tampoco está de más instalar un antivirus o software de control parental en el ordenador que utiliza el menor, para protegerlo ante una situación no prevista.

Quizá esta sea la pregunta más difícil de la entrevista, pero nunca sabremos quién nos puede llegar a leer; Estefanía Igartua ¿Qué dirías a un niño o niña que esté siendo víctima de abusos sexuales en este momento si pudiera leerte?

Para dar esta respuesta, habría que tener en cuenta la edad; quién es el agresor, el apoyo familiar con el que cuenta y el nivel de desarrollo emocional y psicológico del menor.

A un niño le diría que es muy importante recibir afecto solo cuando él quiera. Se puede negar a recibir un beso o un abrazo si él o ella no lo quiere en ese momento.

Si el abuso ya se ha producido, lo primero que haría sería acogerle, hacerle sentirse escuchado y comprendido. Darle las gracias por haber confiado en mí y haberme contado algo tan doloroso e importante. Hacerle saber que él o ella no tiene la culpa de lo que está sucediendo. Que no está bien lo que están haciendo con su cuerpo. Transmitirle que, a partir de ahora, no va a estar solo y que es muy importante que exprese cómo se siente.

Es primordial enseñar a los menores a decir NO, a poner límites y a saber que su órgano genital es solo suyo; y por lo tanto, los niños y las niñas son quienes deciden con quien explorar. La educación sexual en este sentido es muy importante, en edades tempranas este tipo de enseñanza se puede hacer mediante juegos o con cuentos.

También les explicaría la importancia que tiene contar con un adulto de referencia; ya sea su madre o su profesor, en caso de que alguna persona estuviera realizando algún tocamiento o realizando alguna acción que le hiciera sentir mal. Tiene que saber que puede contar con alguien y que va a ser escuchado y comprendido.

Estefanía Igartua ¿Cómo te gustaría concluir esta entrevista?

Me gustaría hablar de la importancia que tiene la educación, la creación de programas de concienciación, la prevención y el tratamiento para disminuir los ASI; y dotar de herramientas a aquellos adultos que han sido víctimas de abusos, ayudarlos y acompañarlos en su proceso de sanación.

Dejar claro que las personas no somos «lo que nos ha pasado», somos mucho más que un problema. Y que por suerte, con fortaleza y con ayuda de otros, los abusos se superan. Es un proceso que requiere de mucho tiempo, cariño, aceptación y comprensión, la sanación se da aceptando a nuestro niño interior.

Debemos preocuparnos por los adultos que han sufrido maltrato en la vida, según las cifras, se calcula que un 90% lo han padecido. Hay que concienciar a la población de estos datos para frenar de una vez este círculo y que deje de repetirse. Está muy bien reparar el daño causado, pero prevenirlo es la solución para que deje de existir.

Para finalizar, debemos dejar de sentirnos culpables y responsables de los que nos pasó. Somos los responsables de frenar esa cadena de dolor, crueldad y sufrimiento, ya sea hacia otros o hacia nosotros mismos. En terapia, para poder curarnos, hay que experimentar esos sentimientos tempranos que fueron reprimidos. En los adultos supervivientes surgen sentimientos de vacío y de depresión que la persona no entiende. Estos vienen del pasado, de la necesidad del yo de comunicarse. La aceptación de la verdad y del sufrimiento nos liberará de la esperanza de encontrar a unos padres comprensivos que no tuvimos, ni tendremos.

Negar la realidad crea patologías, como dijo Jung «lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma«.

Las personas que hemos sufrido abusos somos supervivientes que debemos luchar porque este tipo de violencia cese. Tenemos mucho potencial, somos fuertes y resilientes, pero debemos creérnoslo para poder sanar y ayudar a otros.

Fran González
Fran González
Psicólogo, director y fundador de Mente y Ciencia. Graduado en Psicología (UOC). Máster en Investigación en Ciencias Forenses y Victimología (UEMC). Responsable del Grupo de Trabajo de Psicología Basada en la Evidencia en el Colegio Oficial de Psicología (COP-AO). Experiencia docente y de consultoría en prevención del abuso sexual infantil.

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Fran González
Fran González
Psicólogo, director y fundador de Mente y Ciencia. Graduado en Psicología (UOC). Máster en Investigación en Ciencias Forenses y Victimología (UEMC). Responsable del Grupo de Trabajo de Psicología Basada en la Evidencia en el Colegio Oficial de Psicología (COP-AO). Experiencia docente y de consultoría en prevención del abuso sexual infantil.