Psicólogos con depresión: un tabú entre colegas

Los prejuicios y la autoexigencia alimentan el tabú, situando a los psicólogos y psicólogas con depresión en una situación de vulnerabilidad.

La depresión es un trastorno mental frecuente que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, representando un problema de salud pública muy severo. Afortunadamente, existen tratamientos psicológicos que han demostrado ser eficaces para su control, y en muchos casos, su superación (Organización Mundial de la Salud, 2020). Esta situación implica la existencia de miles de profesionales en todo el mundo dedicados a combatir los efectos de esta afección; quienes, como cualquier persona, son también vulnerables a padecerla. En este sentido, es posible afirmar que ni la formación académica, ni la experiencia que pudieran poseer las psicólogas y psicólogos clínicos, los exentan de ser víctimas de la depresión o de verse afectados por los prejuicios alrededor de ella. Esto convierte la depresión en psicólogos, así como otros padecimientos psíquicos, en un tema tabú entre dichos profesionales de la salud (González, Valdez, 2005; Lauber, et.al 2006).

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Vulnerabilidad de los psicólogos ante la depresión

La depresión es un trastorno que puede afectar a personas de todas las edades, culturas y formaciones; no obstante, profesionales como enfermeros o enfermeras, rescatistas, médicos y terapeutas, que están en contacto directo con el sufrimiento humano, son especialmente vulnerables al desgaste emocional y, por lo tanto, susceptibles de padecer este tipo de trastornos del ánimo (Betta, et.al 2007).

Es común que las psicólogas y psicólogos sufran de estrés traumático secundario debido al manejo de las experiencias traumáticas de sus pacientes. Esto implica que los terapeutas sientan que pensamientos y sensaciones asociadas a los problemas de sus clientes, comienzan a afectar su vida personal. Esta condición puede degenerar en ciertos tipos de trastornos clínicos, de los que la depresión es uno de los más comunes. Cabe destacar que esta situación puede tener un efecto acumulativo, ya que son las y los profesionales con más años de experiencia quienes suelen presentar mayores índices de trastornos depresivos (Betta, et.al 2007).

Este hecho contradice la creencia popular de que las psicólogas y psicólogos clínicos tendrían cierta resistencia a las afecciones mentales. Esto, debido a que su formación y experiencia les permitiría manejar los problemas cotidianos de manera más efectiva que personas sin entrenamiento. Desafortunadamente, este prejuicio es adoptado igualmente por muchos clínicos, quienes pretenden mantener una imagen de completo control y salud mental frente a potenciales clientes y ante sus colegas. De esta forma, aunque llevar un tratamiento psicológico es una medida de autocuidado públicamente recomendada para los y las profesionales de la salud mental (Betta, et.al 2007); la idea de ser uno de tantos psicólogos con depresión que buscan ayuda, se vuelve un tabú dentro de la comunidad de terapeutas.

Prejuicios del psicólogo ante la depresión

Por mucho tiempo, los trastornos mentales han sido objeto de distintos prejuicios y estigmatización. No obstante, los avances en el estudio y tratamiento de dichos trastornos psicológicos; el uso de nuevas tecnologías de investigación; y la divulgación de información científica actualizada, han logrado que el rechazo hacia ciertos padecimientos disminuya. Aun así, todavía existe un gran recelo por parte de la población general hacia las personas afectadas con algún tipo de trastorno mental.

Actualmente, la depresión genera mucho menos rechazo que afecciones como la esquizofrenia o la adicción al alcohol; no obstante, esta condición no se encuentra libre de apreciaciones negativas. En términos generales, las personas perciben los trastornos del ánimo como el producto de factores psicosociales, por encima de las causas biológicas (Rösler, 2016), lo que implicaría que las personas deprimidas serían responsables, y en cierta forma culpables, de su propio estado.

Es importante resaltar que el tener mayor conocimiento sobre la naturaleza de las afecciones mentales no es un remedio efectivo para prevenir la estigmatización o la discriminación de las personas que sufren algún tipo de trastorno psicológico (Schomerus, et.al 2012). Desafortunadamente, este principio aplica también para profesionales como médicos, psicólogos y psiquiatras, cuyos conocimientos especializados no les previenen de poseer preconcepciones injustificadas hacia sus pacientes (Lauber, et.al 2006).

En el caso de la depresión, los psicólogos y psicólogas tienden a mantener prejuicios hacia las personas deprimidas relacionados con atributos afectivos y cognitivos. Por ejemplo, el pensar que están hartas e insatisfechas con su vida o el considerar que siempre se encuentran cansadas, agotadas o irritables (González, Valdez, 2005). Además, suponen que tienen menor control sobre sí mismas y que pueden llegar a ser impredecibles (Lauber, et.al 2006).

Estigmatización y autoestigmatización, cimentos del tabú sobre los psicólogos con depresión

La autoestigmatización es el proceso donde una persona con algún tipo de padecimiento mental internaliza el estigma detrás de este, lo que da como resultado que su autoestima y autoeficacia se vean disminuidos (Rössler, 2016). En este sentido, los psicólogos y psicólogas con depresión se observarían como el objeto de sus propios prejuicios, lo que los lleva a preservar el tabú en torno a la salud mental de los terapeutas, manteniendo su condición en silencio.

Por otro lado, la opacidad y aprensiones que rodean la figura del psicólogo deprimido, también se fundan en aspectos de tipo práctico. Las preconcepciones que el público tiene sobre los profesionales de la salud mental y los trastornos depresivos, dificultan que los terapeutas sean más abiertos sobre su propia salud psicológica, ya que el aceptar sus problemas podría significar perder la confianza de sus pacientes. Además, hay que recordar que la psicología clínica puede ser un campo laboral considerablemente competitivo y no siempre justo, por lo que es necesario ser cuidadoso con quien se comparte información sobre procesos terapéuticos personales. De esta forma, el tabú sobre la existencia de psicólogos con depresión se ve fortalecido por razones pragmáticas.

Tabú sobre los psicólogos con depresión: obstáculo para la labor terapéutica

Considerar la concepción de los psicólogos con depresión como un asunto tabú, somete la labor del terapeuta a un peligroso círculo vicioso. Esto, debido a que desincentiva que las y los profesionales de la salud soliciten la ayuda que necesitan, lo que inevitablemente, interfiere con la efectividad de su trabajo (Betta, et.al 2007). Además, esta actitud preserva la imagen absurda y paternalista del terapeuta que lo sabe todo; la cual, lejos de animar a las personas a solicitar apoyo, las intimida y aleja.

Ante esta situación, muchos colegios, escuelas y asociaciones de psicología promueven el asistir como paciente a psicoterapia, como una conducta de autocuidado básica (Betta, et.al 2007). No obstante, en muchos casos, esta solo es una postura formal que contrasta con la auténtica realidad profesional donde no existe una supervisión puntual de tales situaciones

Solucionar este problema no es una labor sencilla. Exigir un proceso terapéutico como un requisito de pertenencia a determinadas organizaciones, implicaría violar en cierta medida la autonomía de los profesionales; lo que indudablemente afectaría al resultado del tratamiento psicológico. Por otro lado, no preocuparse por el estado mental de los distintos especialistas clínicos significaría poner en riesgo la salud emocional tanto de estos, como de sus propios pacientes.

Conclusión

Al final, una alternativa más viable puede ser combatir directamente el tabú que gira en torno a los psicólogos y psicólogas con depresión, a través del diálogo y el análisis de las propias ideas y prejuicios sobre dicho trastorno. Tales acciones deberían comenzar desde la propia formación académica y técnica de los profesionales, y continuar durante su práctica cotidiana. Solo por medio de una aproximación proactiva de este tipo, será posible combatir una dimensión tan arraigada en la historia y las costumbres de la psicología clínica.

Referencias:

  • Betta, R., Morales, M., Rodríguez, K., Guerra, C. (2007) La frecuencia de emisión de conductas de autocuidado y su relación con los niveles de estrés traumático secundario y de depresión en psicólogos clínicos. Pensamiento Psicológico, volumen (3), número (9), pp. 9-19. Recuperado de: redalyc.org
  • González, S., Valdez, J. (2005) Significado psicológico de la depresión en médicos y psicólogos. Psicología y Salud, volumen (15), número (2), pp. 257-262. Recuperado de: psicologiaysalud.uv.mx
  • Lauber, C., Nordt, C., Braunschweig, C., Rössler, W. (2006) Do mental health professionals stigmatize their patients? Acta Psychiatrica Scandinavica, volumen (429), pp. 51 – 59. Recuperado de: citeseerx.ist.psu.edu
  • Organización Mundial de la Salud (2020) Depresión. Organización Mundial de la salud sitio web. Recuperado de: who.int
  • Rössler, W. (2016) The stigma of mental disorders: A millennia-long history of social exclusion and prejudices. EMBO reports, volumen (17), número (9). Recuperado de: embopress.org
  • Schomerus, G., Schwahn, C., Holzinger, A., Corrigan, P., Grabe, H., Carta, M., Angermeyer, M. (2012) Evolution of public attitudes about mental illness: a systematic review and meta-analysis. Acta Psychiatrica Scandinavica, volumen (125), número (6), pp. 440 – 452. Recuperado de: researchgate.net
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.