Resiliencia, qué es, cómo se ejercita y críticas

El concepto resiliencia, no exento de críticas, se postula como la capacidad de resistencia, superación y regulación emocional ante eventos estresores.

En general, la resiliencia hace referencia a la capacidad para soportar y reponerse, tras algún proceso de mucha presión, o condiciones extremas. Específicamente el área de la psicología, se entiende por resiliencia a la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos y sobreponernos a situaciones negativas. A continuación, recogemos las diferentes acepciones del concepto de resiliencia, introducimos a sus sustratos fisiológicos y exponemos las principales críticas a su formulación teórica.

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¿Qué es la resiliencia?

El término resiliencia se usó inicialmente para describir en física, materiales que tenían la capacidad para recuperar sus características iniciales, luego de haber sido sometidos a condiciones extremas. Actualmente, ha ganado gran relevancia para aplicarse a otros entornos, relacionados con la salud mental y afrontamiento (Cabanyes, 2010; Monroy y Palacios, 2011).

La resiliencia se define como la capacidad que tienen las personas para resistir y recuperarse emocionalmente, tras haber enfrentado alguna situación significativamente traumática, de amenaza grave para la integridad o altamente estresante (Monroy y Palacios, 2011).

Los tres componentes principales de la resiliencia son (Cabanyes, 2010):

  • Capacidad que tiene la persona para obtener resultados positivos o favorables, cuando se encuentra en situaciones de alto riesgo/malestar.
  • Habilidades para adecuadas para afrontar el estrés agudo o crónico.
  • Herramientas internas para recuperarse del trauma.

La resilencia en términos funcionales

Desde un punto de vista funcional, la resiliencia se define como el resultado del uso de estrategias de afrontamiento a estímulos aversivos presumiblemente desagradables para la persona. La conducta resiliente implica la exposición a estimulación aversiva realizando conductas con la que se prevé la obtención de reforzadores, pudiendo, en consecuencia, evitar respuestas emocionales asociadas a la tristeza, el malestar o el enojo.

Ante futuras situaciones adversas, las personas resilientes -que han desarrollado estrategias de afrontamiento- recurrirán a las mismas estrategias, pues en el pasado, fueron útiles y son consonantes con su historial de aprendizajes.

Desarrollo de la resiliencia

Las habilidades como la resiliencia pueden ser moduladas por el entorno, atendiendo a los siguientes factores (Cabanyes, 2010):

  • Factores de riesgo: Comprende aquellas variables personales y del contexto, que incrementan la posibilidad de responder de forma desadaptativa frente a eventos adversos. Dentro de los factores de riesgo se encuentran la pobreza, entornos invalidantes, condiciones médicas adversas, aislamiento, deprivación afectiva, etc.
  • Factores protectores: Variables personales y del entorno, que favorecen la capacidad para tolerar las dificultades y manejar el estrés. Dentro de estos se encuentran un papel protector – de la familia, la escuela, la red de apoyo-, el afecto, modelos positivos, salud, etc.

Características que favorecen la resiliencia

Se han determinado algunas características cuya integridad o daño, determinan el nivel de resiliencia que pueda tener la persona ante el evento estresante (Harvey, 1996):

  • Integración entre los recuerdos del evento y las emociones que desencadenó.
  • Dominio y conciencia de la sintomatología.
  • Coherencia entre emociones, pensamientos y conductas.
  • Razonamiento sobre el impacto del trauma.
  • Control sobre la evocación de recuerdos sobre el evento.
  • Regulación emocional.
  • Autoestima.
  • Red de apoyo.
  • Elaboración del trauma.

¿Los niños y niñas pueden ser resilientes?

Al igual que las personas adultas, los niños y niñas están en capacidad de elaborar eventos traumáticos y superarlos efectivamente; sin embargo, deben confluir tres componentes fundamentales (Cabanyes, 2010):

Características personales: Empatía, autonomía y habilidades en solución de problemas, principalmente.
Estructura familiar: Sistemas de seguridad, apoyo y protección.
Entorno extrafamiliar: Entornos saludables a nivel escolar, social, sanitario, etc.

Fisiología del estrés y la resiliencia

El estrés es una respuesta adaptativa que genera cambios en el sistema, al amenazar la homeostasis del organismo. Ante eventos de estrés agudo, se activa el sistema nervioso central, con el fin de procesar y evaluar el evento, y así, programar una respuesta. Principalmente, se activan componentes del sistema nervioso autónomo y el eje límbico-hipotálamo-hipófisis-adrenal -LHHA- (Monroy y Palacios, 2011).

Asimismo, la activación de estos circuitos está mediada por la liberación de hormonas y neurotransmisores, dentro de los que se encuentran (Monroy y Palacios, 2011):

  • La hormona liberadora de corticotropina -CRH-, liberada por el hipotálamo, es la encargada de activar el eje LHHA. Adicionalmente, desde la amígdala, aumenta las conductas de miedo; en la corteza cerebral limita la expectativa de recompensa; y en general, inhibe funciones neurovegetativas.
  • El cortisol incrementa la vigilancia, la atención y la memoria. Además, estimula la liberación de CRH a nivel amigdalino e hipocampal, lo cual favorece el condicionamiento de miedo.
  • La norepinefrina en la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal, tiene una función de alarma, incrementando la vigilancia, atención y aprendizajes aversivos.
  • La dopamina liberada en la corteza frontal inhibe la liberación de dopamina en el núcleo accumbens, lo que puede generar condicionamiento con anhedonia y desamparo. Si por el contrario, los bajos niveles se presentan en la corteza prefrontal, se presenta ansiedad y miedo.
  • La galanina y el neuropéptido Y tienen un efecto antagónico frente a la CRH y la norepinefrina. Se asocian con efectos ansiolíticos, disminuyendo sintomatología ansiosa y depresiva.
  • La serotonina tiene efectos ansiolíticos o ansiogénicos dependiendo del área en donde sea liberada. Principalmente disminuye el estrés cuando se libera en el hipocampo, la amígdala y el núcleo de rafé.

Teniendo en cuenta los neurotransmisores mencionados anteriormente, se ha establecido un ‘perfil’ fisiológico de una persona resiliente, en donde se evidencia un incremento en (Monroy y Palacios, 2011):

  • Dehidroepiandrosterona – DHEA-
  • Neuropeptido Y
  • Galanina
  • Receptor de 5-HT1A
  • Testosterona
  • Receptor de benzodiacepinas

Asimismo, se evidencia una menor activación en el eje límbico-hipotálamo-hipófisis-adrenal y el sistema locus coeruleus- norepinefrina (Monroy y Palacios, 2011).

Términos relacionados con la resiliencia

Debido a que es un constructo, la resiliencia ha sido difícil de definir, y por lo tanto, en ocasiones puede ser confundida con otros términos, dentro de los que se encuentran (Cabanyes, 2010):

Fortaleza psicológica: es una mezcla entre predisposición de respuesta y características psicológicas, que engloban actitudes, destrezas y competitividad –durante y después del evento-. La fortaleza psicológica, también definida como ‘fortaleza mental’ se refiere principalmente a una resistencia frente al estrés, en lugar del manejo y la adaptación a este.
Invulnerabilidad: es la resistencia absoluta ante las consecuencias que del evento traumático. La diferencia es que, en la resiliencia, se habla de recuperación, lo cual implica que el trauma si afectó, pero la persona logra adaptarse.

Asimismo, una de las críticas que apunta a la falta de delimitación conceptual de la resiliencia es precisamente su relación con otros conceptos y términos previamente estipulados, como afrontamiento, actitud positiva, flexibilidad, resistencia, perseverancia, autoeficacia, autoeficiencia, optimismo u orientación hacia la meta.

Críticas al concepto de resiliencia

Falta de delimitación conceptual y críticas a la dificultad de la medición de la resiliencia

Aun cuando el concepto de resiliencia tiene presencia en la literatura la salud mental, la formulación del término ha recibido las siguientes críticas y cuestionamientos teóricos y metodológicos (López, 2015):

  • ¿Es la resiliencia un proceso o un resultado?
  • ¿Tiene unas bases biológicas plenamente identificadas?
  • ¿El ser o hacer resiliente se construye a lo largo del proceso de desarrollo o radica en el sistema de relaciones, como interacción de la persona con objetos, eventos u otras personas en los ambientes físico-químico, ecológico y/o social?
  • ¿Hay un factor o dimensión psicológica subyacente que permita la medición de la resiliencia?

Críticas al concepto de resiliencia, como estrategia de autoexplotación asociada al neoliberalismo

La resilencia se ha convertido en uno de los tópicos más recurrentes en seminarios de coaching, cursos de desarrollo profesional y jornadas de emprendimiento, productividad e innovación. Diversas voces críticas correlacionan la promoción del concepto de resiliencia con el marco de relaciones capitalistas; entendiendo la resiliencia como un eufemismo de capacidad de autoexplotación laboral, en un contexto de máxima competitividad, fruto de un mercado con recursos limitados, esto es; donde no hay oportunidades de empleo para todo el mundo y solo quienes son más ‘resilientes’ y soportan las peores condiciones, lograrán cierta estabilidad laboral. Dicho de otra forma, la resilencia se concibe como una artimaña psicológica que permite asegurar la docilidad y complicidad de la clase trabajadora ante las rebajas salariales, los abusos y los daños sociales producidos por las condiciones degradantes y el régimen de explotación laboral (Martínez, 2016). La resiliencia, desde esta perspectiva romantiza las condiciones laborales extremas, convirtiendo a trabajadores y trabajadores en ‘luchadores’, invisibilizando, en consecuencia, la precarización laboral subyacente.

Conclusión

Más allá de las críticas recibidas por su falta de delimitación conceptual, así como por su vínculo con la lógica neoliberal, la resiliencia sería la capacidad para sobrellevar y superar eventos con una carga emocional negativa. Una persona resiliente, luego de experimentar profundamente el malestar del evento estresor, logra regular sus emociones, resignificar el evento, y seguir adelante. Sin embargo, las voces críticas advierten que se está apelando a la resiliencia como capacidad de resistencia ante situaciones de explotación o precariedad laboral.

Referencias:

  • Cabanyes, J. (2010). Resiliencia: una aproximación al concepto. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc), 4 (4), 145-151. Recuperado de sciencedirect.com
  • López, J. A. P. (2015). Un análisis crítico del concepto de resiliencia en psicología. Anales de Psicología/Annals of Psychology, 31(3), 751-758. Recuperado de scielo.isciii.es
  • Martínez, J. A. F. (2016). La trampa neoliberal de la resiliencia. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, (134), 129-138. Recuperado de fuhem.es
  • Monroy, B. G., y Palacios, L. (2011). Resiliencia: ¿Es posible medirla e influir en ella? Salud Mental, 34, 237-246. Recuperado de scielo.org.mx
  • Harvey, M. (1996). An ecological view of psychological trauma and trauma recovery. J Trauma Stress, 9, 3-23.
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.