El abuso sexual infantil desde la psicología social

La psicología social ofrece un prisma teórico y metodológico idóneo para analizar y explicar fenómenos sociales complejos, como el abuso sexual infantil.

El abuso sexual infantil -ASI- es una de las formas más graves de victimización infantil, caracterizado, principalmente, por la imposición de actividades de naturaleza sexual a un niño, niña o adolescente -NNyA-; aprovechando la relación de desigualdad, asimetría o vulnerabilidad del menor; así como la posición de poder del victimario para lograr determinada satisfacción sexual. El ASI constituye un fenómeno sociocultural complejo, de carácter sistemático y estructural; enraizado y profundamente invisibilizado socialmente. La perpetración del ASI está mediada por diversas variables socialmente construidas, desde niveles tanto macro, como micro, confluyendo actores y escenarios que operan en multiplicidad de ámbitos -familiar, escolar, jurídico, político y social-; y configurando un fenómeno especialmente difícil de prevenir y detectar, a consecuencia, precisamente, de la cantidad de variables interseccionales, imaginarios y dinámicas socioculturales que se entrecruzan, opacando y dificultando la identificación y visibilización de esta lacra social (González, 2022). A través de este artículo se ofrece una aproximación al fenómeno del abuso sexual infantil desde el prisma teórico de la psicología social.

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Conceptualización del abuso sexual infantil

La caracterización y delimitación conceptual del abuso sexual infantil se ha articulado desde las diferentes esferas que se han interesado por el fenómeno. A título meramente enunciativo, pero no exhaustivo; encontramos definiciones procedentes de la psicología, del sector jurídico o legislativo, desde el ámbito biomédico y forense, así como desde la dimensión sociológica, entre otras.

Es por ello que, tanto el nivel de análisis, como la propia formulación del fenómeno y de sus implicaciones, dependerán de la óptica desde donde se analiza esta problemática social compleja. Del mismo modo, conviene explicitar que es imposible separar la conceptualización del marco sociocultural en el que emergen estas definiciones -independientemente del ámbito-; pues, tanto el conocimiento criminológico o el científico social, así como cualquier otra producción intelectual o cultural, es situada y está sujeta al momento sociohistórico donde se produce y se construye el conocimiento y sus significados (González, 2022).

Una de las definiciones generalistas más aceptadas es la del Consejo de Europa -dentro del Convenio de Lanzarote-, que describe el abuso sexual infantil como la realización de actividades sexuales con un niño, niña o adolescente -NNyA- que, de conformidad con las disposiciones aplicables del derecho nacional, no haya alcanzado la edad legal para realizar dichas actividades; a) recurriendo a la coacción, la fuerza o la amenaza; b) abusando de una posición reconocida de confianza, autoridad o influencia sobre el niño, niña o adolescente, incluso en el seno de la familia; y/o c) abusando de una situación de especial vulnerabilidad del niño, niña o adolescente, en particular debido a una discapacidad psíquica o mental o una situación de dependencia (del Estado, B. O. , 2010).

Breve apunte sociohistórico sobre la construcción del fenómeno del ASI

El énfasis en el papel constructivo de las prácticas sociales apunta directamente al reconocimiento de la historicidad de lo social, ya que este componente constructivo emerge de unas prácticas que se modifican necesariamente en el transcurso de los acontecimientos sociales (Ibáñez, 2004).

El abordaje del fenómeno del abuso sexual infantil desde la psicología social debe incorporar una mirada eminentemente antropológica cultural. Precisamente, analizando desde una perspectiva contextualizada los procesos sociohistóricos que han posibilitado y dado forma al fenómeno del ASI, evidenciamos cómo el abuso sexual infantil se ha venido materializando desde el origen de la civilización hasta nuestras fechas. Todo ello, por medio de diversas prácticas, creencias e imaginarios que han normalizado e invisibilizado ancestralmente las distintas formas de violencia contra la infancia.

Pasando por los relatos mitológicos; los sacrificios rituales en Fenicia y Egipto; la pederastia en la Grecia y Roma Clásicas, la concepción romana de la patria potestad, o la sodomía en la Edad Media; no fue hasta 1990 cuando España ratificó la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989, constituyéndose las primeras asociaciones con el objetivo de prevenir los malos tratos infantiles, preservando así la dignidad de la infancia (Sáez Martínez, G. J., 2015).

Lejos de lo que se pudiera pensar, los niños, niñas y adolescentes -NNyA- no han sido siempre sujetos de derechos y de protección. El pensador social estadounidense Lloyd deMause -uno de los máximos exponentes del ámbito de la psicohistoria- declaró: «La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco. Cuanto más se retrocede en el pasado, más bajo es el nivel de la puericultura y más expuestos están los niños a la muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror y los abusos sexuales.” (DeMause, L., 1974).

Una vez reconocidos los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos, y tras las investigaciones empíricas efectuadas sobre los devastadores efectos -físicos, psicológicos y sociales- en la vida y el desarrollo de las víctimas ASI, comenzaron tenuemente las primeras actuaciones en materia de sensibilización y prevención del ASI.

La psicología social socioconstruccionista, como marco de análisis del fenómeno del abuso sexual infantil

A finales de los años setenta comenzaron a emerger diversos enfoques críticos con la psicología social tradicional que trataban de ofrecer una nueva manera de entender la disciplina. Estas miradas alternativas hoy se han reagrupado bajo la denominación de psicología social construccionista -PSC- (Ibáñez, 2004).

La psicología social construccionista es el marco de referencia idóneo para analizar, discutir, describir, desentramar y explicar las prácticas y procesos sociales complejos, como el abuso sexual infantil. El aparato teórico de la PSC nos permite acceder a la intrincada realidad social que yace bajo la problemática del ASI, comprehendiendo el fenómeno para poder articular propuestas de intervención social.

«El construccionismo social se propone dilucidar básicamente los procesos mediante los cuales las personas consiguen describir, explicar y, en definitiva, dar cuenta del mundo en que viven. Los términos en que se comprende el mundo son artefactos sociales que resultan de los intercambios, siempre históricamente situados, entre las personas. Desde el construccionismo se considera que los términos de esta comprensión no provienen automáticamente de las características propias de la naturaleza, ni tampoco de nuestra conformación genética. Son el resultado de un proceso activo y cooperativo que se da en la relación interpersonal (…). Desde esta perspectiva, la investigación social ya no corre el riesgo de limitarse a ser una actividad secundaria, preocupada solamente de elaborar las implicaciones sociales de los fenómenos psicológicos más fundamentales (…). El núcleo explicativo de la acción humana deja de ubicarse en las interioridades de la mente para pasar a situarse en la estructura y el proceso del intercambio humano. Las explicaciones ya no se formulan aludiendo a un determinado estado o proceso psicológico, sino considerando las relaciones entre las personas.» (Gergen, 1985)

Desde el marco de la PSC, se constata que cambiando las costumbres -dinámicas y procesos sociales-, los seres humanos tenemos la posibilidad, tanto de cambiar la sociedad resultante de dichas costumbres, como de cambiarnos a nosotros y nosotras mismas (Ibáñez, 2004).

La naturaleza estructural y sistemática del ASI

Si bien existe la percepción social de que el fenómeno del abuso sexual infantil constituye un sustrato marginal, una rara avis de casos aislados individuales ligados a la pederastia dentro de la Iglesia y a sectores en exclusión social; las propias autoridades internacionales reconocen que, lejos de constituir casos aislados, es difícil realizar una estimación de la prevalencia real, pues se trata de un fenómeno social estructural e invisibilizado, en el que las víctimas difícilmente se encuentran en situación de denunciar e incluso de reconocer siquiera el abuso.

El Consejo de Europa calcula que entre el 15% y el 20% de los niños, niñas y adolescentes sufren algún tipo de abuso sexual antes de cumplir los 18 años (Concil of Europe, 2010). En consonancia con lo anterior, la Organización Mundial de la Salud -OMS- sostiene que una de cada cinco niñas y uno de cada trece niños sufre abuso sexual (World Health Organization, 2017). Revisiones sistemáticas realizadas a nivel internacional ofrecen prevalencias que se aproximan al 20% para las niñas y al 8% en el abuso sexual infantil a niños (Stoltenborgh, VanIjzendoorn, Euser y Bakermans-Kranenburg, 2011), con oscilaciones entre el 8-31% en el caso de las niñas y del 3-17 % en los niños (Barth, Bermetz, Heim, Trelle, Tonia, 2013; Pereda, Guilera, Forns & Gómez-Benito, 2009).

Asimismo, el informe ‘Ojos que no quieren ver’ (Save the Children, 2017), -que analiza 200 denuncias interpuestas entre 2012 y 2016 en España-, recoge que las víctimas ASI tienen gran dificultad para poder demostrar los abusos, ya que en el 80,2% de los casos no dejan marcas o heridas y las reacciones del entorno -a pesar de lo que se pudiera creer- no suelen ser de apoyo. Del mismo modo, en el 37,8% de los casos se niegan los hechos; en un 31,1% se justifican los abusos o se encubre al agresor; en un 23,9% se presenta negligencia o falta de reacción; y en un 7,2% de los abusos se culpa a la víctima (Agencia de Datos, 2021).

A pesar de la gravedad de las estimaciones, las organizaciones y autoridades competentes afirman que estos datos son subestimaciones de las cifras reales; por lo que la cantidad real de casos sería muy superior (Escribano, García, Fernández, & Maillo, 2018).

Contextualización del abuso sexual infantil desde la psicología social

La evidencia científica disponible y el consenso internacional sitúan la dificultad para detectar y prevenir el abuso sexual infantil, como el mayor reto en la intervención sobre este fenómeno. A continuación, se relacionan diversos factores socioculturales -de gran interés para la psicología social- que contribuirían a invisibilizar y perpetuar el abuso sexual infantil:

  • El ocultamiento, la negación, la manipulación de la memoria o la relativización de los hechos forman parte de la propia dinámica del abuso sexual infantil. Si la persona menor tiene capacidad de raciocinio; el abusador niega o distorsiona el relato de los hechos, criminalizando, culpabilizando, amenazando o coaccionando a la víctima para que lo oculte; llegando a normalizar, e incluso a naturalizar los abusos, enmascarándolos como signos de ‘afecto’ o ‘cariño’.
  • Las personas del entorno cercano suelen mantenerse impasibles, ya sea por sobrecogimiento, por no disponer de herramientas o por la negación ante la disonancia cognitiva. En el ASI intrafamiliar, las personas del entorno de la víctima pueden llegar a desarrollar algún grado de dependencia o implicación emocional con el agresor, pudiendo llegar a ser también víctimas del abusador.
  • El ASI sigue siendo un tabú profundamente invisibilizado socialmente por tradiciones culturales muy arraigadas, prestándose a toda clase de mitos y desinformación; y hallándose inmerso, a modo de muñeca rusa, dentro del tabú de la sexualidad.
  • El abuso sexual intrafamiliar y del entorno próximo es potencialmente indetectable, ya que el agresor, que es precisamente quien debe velar por el bienestar y la protección de la víctima, pone en marcha toda clase de mecanismos de manipulación, control y encubrimiento para invalidarla y así poder continuar perpetrando los abusos en el tiempo.

(Escribano, García, Fernández, & Maillo, 2018).

Conclusión

Más allá de la naturaleza específicamente sexual, el abuso sexual infantil se erige como una manifestación sistemática y estructural de abuso de poder y de dominación perpetrado, precisamente, por quienes gozan de mayor autoridad social y legitimación jurídica: padres y adultos del entorno familiar y cercano de la víctima, así como, y en menor medida, -en los abusos extrafamiliares- miembros de la Iglesia, entrenadores deportivos y otros profesionales de la instrucción ligados a la infancia.

Referencias:

  • Agencia de Datos (2021). Las denuncias y delitos por agresión y abuso sexuales, en datos y gráficos [Datos actualizados el 26 de septiembre de 2021] Europa Press epdata.es
  • Barth, J., Bermetz, L., Heim, E., Trelle, S., Tonia, T. (2013). The current prevalence of child sexual abuse worldwide: a systematic review and meta-analysis. Int J Public Health, 58(3):469–83. pubmed.ncbi.nlm.nih.gov
  • Concil of Europe (2010). Council of Europe campaign to stop sexual violence against children. ecpat-spain.org
  • del Estado, B. O. (2021). Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia. Bol. BOE-A-2021-9347 boe.es
  • del Estado, B. O. (2010). Instrumento de Ratificación del Convenio del Consejo de Europa para la protección de los niños contra la explotación y el abuso sexual, hecho en Lanzarote el 25 de octubre de 2007. BOE-A-2010-17392 boe.es
  • DeMause, L. (1974). La evolución de la infancia. Historia de la infancia. Madrid: Alianza.
  • Escribano, C., Silva, I., García, A., Fernández, R., & Maillo, I. (2018). Abuso sexual infantil. Fundación Edelvives notecallescuentalo.org
  • Gergen, K. J. (1985). Social constructionist inquiry: Context and implications. In The social construction of the person (pp. 3-18). Springer, New York, NY. link.springer.com
  • González, F. (2022). Este es el principio del final: Recomendaciones en materia de sensibilización, prevención y detección precoz del abuso sexual infantil. Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina menteyciencia.com
  • Ibáñez García, T (2004). El cómo y el porqué de la psicología social. Introducción a la psicología social. Editorial FUOC: Barcelona. dialnet.unirioja.es
  • Pereda, N., Guilera, G., Forns, M., & Gómez-Benito, J. (2009). The prevalence of child sexual abuse in community and student samples: A meta-analysis. Clinical psychology review, 29(4), 328-338. researchgate.net
  • Sáez Martínez, G. J. (2015). Aproximación histórica a los abusos sexuales a menores. EGUZKILORE. addi.ehu.es
  • Save the Children España (2017). Ojos que no quieren ver. savethechildren.es
  • Stoltenborgh, M., van Ijzendoorn, M.H., Euser, E.M., Bakermans-Kranenburg, M.J. (2011). A global perspective on child sexual abuse: meta-analysis of prevalence around the world. Child Maltreatment, 16(2):79–101. pubmed.ncbi.nlm.nih.gov
  • World Health Organization. (2017). Responding to children and adolescents who have been sexually abused: WHO clinical guidelines. who.int
Fran González
Fran González
Psicólogo, director y fundador de Mente y Ciencia. Graduado en Psicología (UOC). Máster en Investigación en Ciencias Forenses y Victimología (UEMC). Responsable del Grupo de Trabajo de Psicología Basada en la Evidencia en el Colegio Oficial de Psicología (COP-AO). Experiencia docente y de consultoría en prevención del abuso sexual infantil.

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Fran González
Fran González
Psicólogo, director y fundador de Mente y Ciencia. Graduado en Psicología (UOC). Máster en Investigación en Ciencias Forenses y Victimología (UEMC). Responsable del Grupo de Trabajo de Psicología Basada en la Evidencia en el Colegio Oficial de Psicología (COP-AO). Experiencia docente y de consultoría en prevención del abuso sexual infantil.