Orientación vocacional y género: Un origen sociocultural

La orientación vocacional está condicionada por los roles de género impuestos, que promueven profesiones feminizadas y masculinizadas.

La orientación vocacional de cada persona se tiende a relacionar con decisiones únicamente individuales que se toman de forma libre y premeditada a lo largo de la vida. No obstante, ciencias sociales -como la sociología o la psicología social- intentan dar respuesta a aquellas variables que influyen sobre decisiones aparentemente individuales. El género, la edad o el lugar de procedencia pueden ser factores de influencia decisivos en la percepción del mundo, en los gustos personales y en las decisiones sobre la orientación vocacional.

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Relación entre la orientación vocacional y el género

Para entender la relación entre las elecciones profesionales u orientación vocacional y el género hay que hacer referencia al fenómeno de la división sexual del trabajo. La ciencia social pionera en el estudio del trabajo y su división sexual ha sido la Antropología. En concreto, cabe destacar la figura de la antropóloga Margaret Mead.

De esta manera, anteriormente a los estudios de Mead, la explicación aceptada dentro de las explicaciones científicas clásicas era la biologicista. Así pues, el enfoque biologicista defendía que la división sexual del trabajo estaba condicionada en su totalidad por la superioridad biológica del macho, siendo este factor determinante en cuanto al reparto de tareas en una sociedad (Rodríguez, 2010).

No obstante, en el seno de la Antropología, una ciencia conocedora de la gran diversidad que existe en la división sexual de las tareas, se inicia un cambio de paradigma explicativo donde el plano biológico va dejando paso a una explicación cultural. Margaret Mead fue una pionera en la elaboración del paradigma de la explicación cultural. Así pues, esta científica social entendía la universalidad de la división sexual del trabajo, como una característica propia en todas las sociedades humanas. Sin embargo, Mead observaba que esta misma universalidad también se veía relacionada con una gran diversidad en las formas y asignaciones de tareas que se dan a uno y otro sexo dependiendo de la sociedad.

De esta forma, Mead argumenta que cada sociedad tiene su propia división sexual del trabajo, y si bien el factor biológico sigue ahí, la división sexual del trabajo no tiene una explicación biologicista, sino que depende en mayor medida de la cultura. Es decir, de las representaciones simbólicas y colectivas que cada sociedad asigne a cada sexo (Rodríguez, 2010).

Las relaciones de género para entender la orientación vocacional

La dualidad sexo-género sigue siendo objeto de debate en las Ciencias Sociales. No obstante, la diferenciación de estos dos conceptos por parte de las disciplinas humanísticas es vital para entender la división sexual del trabajo. En resumidas cuentas, se puede afirmar que el género son los aspectos psicosociales que cada sociedad atribuye al constructo cultural de lo masculino y lo femenino. Por otro lado, el sexo hace referencia a las diferencias biológicas entre la hembra y el macho (Lamas,2000).

Asimismo, la dualidad sexo-género influye en la estructura del mercado laboral. Las relaciones entre los dos sexos y las propias atribuciones, reglas, comportamientos y roles que se asignan a través del género femenino y masculino influyen de forma significativa en los gustos, percepciones y en definitiva en los esquemas mentales de los individuos (Lamas,2000).

El ámbito del hogar y los trabajos no remunerados

La socialización de género atribuye los roles sociales que cada sexo debe acatar dentro de la sociedad. Anteriormente, en la época fordista (1945-1970), el trabajo remunerado recaía casi en su totalidad en el hombre. Las grandes fábricas de producción eran sustentadas por mano de obra mayoritariamente masculina. Sin embargo, con el paso de las décadas las mujeres han entrado a formar parte del mercado de trabajo. Actualmente, comparten unos porcentajes de empleabilidad similares a los hombres.

No obstante, la influencia de los roles de género en la división sexual del trabajo sigue siendo determinante en las mujeres. Existe un claro desprestigio y una falta de reconocimiento de los trabajos que la sociedad ha considerado femeninos. El Ejemplo más claro son los trabajos no remunerados del hogar; las labores domésticas asignadas mayoritariamente a las mujeres.

Así pues, las tareas no remuneradas relacionadas con los cuidados y el ámbito doméstico siempre se han visto en una posición de subordinación frente al trabajo asalariado. Este factor indica como la sociedad patriarcal y sus valores e imaginarios colectivos desvalorizan el trabajo que históricamente se les ha atribuido a las mujeres (Santos, 2015).

Un claro ejemplo de la problemática surgida por esta dominación patriarcal reflejada en el mercado de trabajo, es la denominada ‘doble carga’. Este término hace referencia a la doble carga de trabajo que deben hacer frente las mujeres en la actualidad. De esta manera, el género femenino debe compaginar el trabajo asalariado con las tareas domésticas y de cuidados.

Aunque parece que existe una voluntad por parte de la sociedad para equilibrar la balanza y que los hombres se encarguen de estas tareas igual que las mujeres; aún queda mucho camino por recorrer en materia de corresponsabilización. Según el ICEFI, a través de datos obtenidos por la Organización Internacional del Trabajo, un 46,7% de mujeres de Centroamérica se vieron excluidas del mercado laboral por tener que hacer frente a tareas relacionadas con el hogar, frente a tan solo un 6,3% de hombres en esta situación (ICEFI, 2018).

La socialización diferencial y su influencia en la elección vocacional

En la actualidad, lejos de existir una socialización que se dirija a conseguir una igualdad de valores y percepciones entre los géneros, existe una socialización que continúa siendo diferencial entre niños y niñas, sustentada a su vez en los valores patriarcales.

Desde la niñez, la socialización de género lanza un mensaje claro a las mujeres «Puedes labrarte un futuro laboral; no obstante, no debes dejar de lado tus responsabilidades reproductivas y de cuidadora del hogar«. En los niños el mensaje es radicalmente diferente; la competitividad y la clara misión de éxito en el ámbito laboral son los imaginarios predominantes, la función del hogar y los cuidados se omite, como si no fuera con ellos (Santos, 2015).

Esto a la larga genera problemas para las mujeres como la ya nombrada ‘doble carga’, pero también tiene influencia en los patrones de decisión de ambos géneros. Las mujeres deben lidiar con esa mochila de responsabilidad que la sociedad patriarcal les atribuye desde la socialización de género. De esta manera, muchas mujeres no priorizan el ascenso laboral o dejan perder oportunidades laborales a causa de sus responsabilidades extra, unas responsabilidades que el varón, en principio, no tiene.

La elección vocacional, ya sea la elección de estudios o de profesión también se ven claramente influenciados por el género. No es casualidad que exista un mercado laboral marcado por profesiones feminizadas y masculinizadas. De este modo, muchas de las elecciones de carrera y laborales de las mujeres están enfocadas sobre la esfera de los cuidados. Estudios como enfermería, educación infantil, magisterio o trabajos asistenciales como el cuidado de personas dependientes están desempeñados fundamentalmente por mujeres. A pesar de los avances y de la incorporación de la mujer al mercado laboral, la orientación vocacional sigue ligada con las expectativas y los roles de género; de forma que las mujeres no se ven atraídas por profesiones masculinizadas como el ámbito de las finanzas, el transporte, la tecnología o las ingenierías, entre otras (Bonet, 2003).

Conclusiones

El proceso de elección y orientación vocacional descrito, engloba las trayectorias profesionales de las personas y sus elecciones vocacionales. Sin embargo, bajo la apariencia de una «elección libre, natural y absolutamente individual», se ocultan los efectos de la socialización de género, que a día de hoy tienen un destacado impacto en las decisiones sobre la orientación vocacional. El resultado de esto son unos patrones de elección que difieren según el género (Santos, 2015), ya que el proceso de socialización ha sido diferencial.

En el seno de una sociedad patriarcal, muchas de estas decisiones o problemáticas como ‘la doble carga’ perjudican al género femenino, que no compite en igualdad de condiciones frente al hombre, tomando decisiones condicionadas por los roles de género que se le atribuyen desde el momento en el que nace.

Referencias:

  • Instituto Centro americano de Estudios Fiscales (ICEFI) 2018. Recuperado de: eulacfoundation.org
    Lamas, Marta. Diferencias de sexo, género y diferencia sexual Cuicuilco, vol. 7, núm. 18, enero-abril, 2000, p. 0. Escuela Nacional de Antropología e Historia. Distrito Federal, México. Recuperado de: www.redalyc.org
  • Ribas Bonet Maria Antonia (2003) Desigualdades de género en el mercado laboral: Un problema actual. Universitat de les Illes Balears, Departament d´Economía Aplicada. Recuperado de: dea.uib.cat
  • Rodríguez Shadow,M y Campos Rodríguez (2010). Los aportes femeninos de la Antropología social: Las pioneras. Universidad Autónoma de Aguascalientes, México. Recuperado de: dialnet.unirioja.es
  • Santos Ortega, A. (2015). Trabajo y empleo (1st ed.). Valencia: Ramón Llull. Recuperado de: dialnet.unirioja.es
Álvaro Soler
Álvaro Soler
Graduado en Sociología y Máster en Gestión Medioambiental por la Universidad de Valencia (España). Técnico territorial y medioambiental. Apasionado de las metodologías cualitativas de las ciencias sociales. Divulgador y autor especializado en sociología en diversos medios digitales.

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Álvaro Soler
Álvaro Soler
Graduado en Sociología y Máster en Gestión Medioambiental por la Universidad de Valencia (España). Técnico territorial y medioambiental. Apasionado de las metodologías cualitativas de las ciencias sociales. Divulgador y autor especializado en sociología en diversos medios digitales.