Neuropsicología de las conductas agresivas

Este trabajo sobre la neuropsicología de las conductas agresivas propone una intervención que integre los factores biológicos y ambientales.

En este artículo, publicado en la Revista Iberoamericana de Neuropsicología, Paula Tangarife-Calero y Joaquin Ibáñez-Alfonso, nos presentan los resultados de estudios recientes, centrados en las alteraciones en las vías cerebrales involucradas en las conductas agresivas.

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Definición de comportamiento agresivo

La agresión, tradicionalmente se entiende como comportamientos orientados a causar un daño físico a otro sujeto, con el fin de promover la superviven del individuo. Sin embargo, desde una perspectiva humana, se tipifica como la acción de atacar a alguien con el fin de causarle la muerte o una lesión. En esta definición, se elimina la concepción de supervivencia o evolución, para asumirla como una conducta indiscriminada, que se ha convertido en un objeto de estudio clínico.

Existen dos tipos de comportamiento agresivo:

  • Agresión reactiva: comprende conductas no planificadas, como respuesta a situaciones frustrantes o amenazantes. Esta regido por activación en las áreas amigdalinas mediales, el hipotálamo y la sustancias gris periacueductal. En los seres humanos, este sistema está regulado por la corteza prefrontal.
  • Agresión instrumental: comportamiento intencional, con el fin de obtener algo. Esta respuesta se coordina en la corteza prefrontal, la corteza motora y el núcleo caudado.

Implicación de las áreas cerebrales en la neuropsicología de las conductas agresivas

En la regulación del comportamiento media un circuito neuronal complejo conformado por estructuras corticales y subcorticales. Dentro de las principales estructuras involucradas se encuentran:

  • Sistema límbico: se relaciona con los procesos de regulación, gracias de la integración de recuerdos, emociones y las conductas aprendidas.
  • Amígdala: hace parte del sistema límbico, y es la principal encargada de la expresión y regulación emocional y motivacional. Adicionalmente, está involucrada en la percepción y consolidación de eventos con carga emocional.
  • Corteza prefrontal: esta zona está directamente ligada con la regulación del comportamiento y la toma de decisiones, incluidos aquellos con las respuestas agresivas. Se ha asociado una alteración en la zona prefrontal, con agresividad y conductas delictivas.

Objetivo del estudio sobre neuropsicología de las conductas agresivas

El presente artículo tuvo como objetivo realizar una revisión teórica de la literatura, con el fin de actualizar los conceptos relacionados con la alteración de los circuitos neuronales implicados en la respuesta de agresividad, y su relación con las conductas violentas.

Se realizó una revisión de la literatura por medio de bases de datos, utilizando artículos sin restricción de año de publicación, con el fin de establecer el desarrollo histórico de la teoría de las conductas agresivas.

Hipótesis

Por lo tanto, los autores proponen como hipótesis principal, que las personas con comportamiento agresivos, tienen una alteración orgánica y funcional en los circuitos neuronales relacionados.

Resultados del estudio sobre la neuropsicología de las conductas agresivas

Efectivamente, es evidente una correlación entre alteraciones en los circuitos cerebrales mencionados previamente, y las alteraciones comportamentales, específicamente a nivel de conductas agresivas. Se realiza una diferenciación entre las características de personas con conductas agresivas, y aquellas que las desarrollaron luego de una lesión cerebral.

Alteraciones neuropsicológicas en personas violentas

En estos casos, en ausencia de daño cerebral, se ha hipotetizado que la causa sea un mal funcionamiento de los circuitos límbicos, en donde las respuestas agresivas dejan de ser respuestas adaptativas, lo cual ocasiona que otras circunstancias se interpreten como amenazantes.

Las personas con esta alteración presentan dificultades en el manejo y la interpretación de los sentimientos, malinterpretando situaciones positivas o neutrales, lo que los lleva a considerarlas amenazantes.

Trastorno antisocial de la personalidad

En este trastorno, la persona incurre en una violación repetida de los derechos de otras personas. El trastorno se desarrolla en la infancia y adolescencia, y perdura hasta la adultez. Los estudios sugieren que estas personas requieren de un esfuerzo adicional para el procesamiento de emociones, dados circuitos deficientes. Aparentemente, estas personas presentan redes neuronales deficientes, lo que genera una pobre integración y organización global de la información.

Trastorno explosivo intermitente

En este caso, las personas presentan episodios de grandes descargas de agresividad, que no corresponden con el estimulo que las elicita, y a veces en ausencia total de éste. En este caso, las explosiones no son planeadas, y no hay una conciencia como tal de hacer daño, sino que responden a una mala interpretación y a la incapacidad de regular sus emociones. A diferencia de las personas con trastorno antisocial de la personalidad, las personas con trastorno explosivo intermitente, se sienten culpables y arrepentidas luego del episodio de crisis.

En este caso, las personas presentan una alteración en las áreas que controlan la agresión reactiva. Se ha encontrado que a estas personas se les dificulta el reconocimiento de expresiones faciales, percibiendo rostros amenazantes en expresiones neutrales. A nivel cortical, se ha encontrado un incremento en la reactividad amigdalina, con bajos niveles de conectividad de ésta con la región prefrontal.

Enfermedades neurodegenerativas

En pacientes con demencia semántica, demencia frontotemporal, o enfermedad de Huntington, es común que se desarrollen conductas agresivas, por lo general debido al deterioro del área prefrontal, y por lo tanto a un decremento en las funciones de regulación emocional y comportamental.

Lesiones cerebrales adquiridas

Dependiendo de la zona en la que se presente la lesión, se puede correlacionar con el cambio comportamental, motor y a nivel de personalidad. Sin embargo, estos cambios dependen de la gravedad y extensión de la lesión, la personalidad pre mórbida, y la posibilidad de acceder a un proceso de rehabilitación.

Conclusión de la neuropsicología de las conductas agresivas y medidas de protección

Con base en esta información se propone una intervención que integre los factores biológicos con los factores ambientales, esto con el fin de prevenir que sujetos con tendencia a ser agresivos, desarrollen conductas violentas o delictivas. Con base en esto se mencionan la estimulación transcraneal como intervención neurológica, y planes ambientales de prevención de conductas violentas y delictivas.

Referencias:

  • Tangarife-Calero, P., e Ibáñez-Alfonso, J. A. (2020). Neuropsicología de las conductas agresivas: aportaciones a la criminología. Revista Iberoamericana de Neuropsicología, 3 (2), 171-183. Recuperado de: www.researchgate.net
  • Miriam Castillo (2006). El comportamiento agresivo y sus diferentes enfoques. Recuperado de: www.redalyc.org
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.